“Mi grito se transforma en lucha, y cuando me escuchan me dejo caer / yo sé que vivir tiene eso, que a veces lo bueno nos puede doler / me queda tatuada tu frase que dice, que amar es hacernos crecer”, canta Luciana Mocchi en El Grito, una de sus canciones tan fuertes como los himnos que cada une puede encontrar en su música favorita. Mocchi es uruguaye, cantautore y diseante y disidente, y solo con esas palabras se podría describir cómo es, qué piensa, porqué hace lo que hace. Se presentó por tercera vez en Rosario el viernes 13 de septiembre, esta vez en el Gran Salón de la Plataforma Lavarden.

Trajo en su carpeta negra, tamaño oficio, donde guarda sus letras de sus dos discos La Velocidad del Paisaje (2013) y Mañana será otro disco (2017), pero también largó a fuerza de la capela un repertorio de temas inéditos. Una mezcla de aguafuertes y poesías perfecta y desprolijas para que lleguen al hueso.

Mocchi es dulcemente ácida en sus anécdotas que despiertan ganas de tomar algo más, trajo su pasión por ejercer, sin parar de militar, la libertad de todo lo que inventa, de todo lo que muestra en sus ojos, en sus voces, en su piel, en su guitarra.

Su espectáculo “Canción”, que va llevando de gira por distintos rincones, busca experimentar qué le pasa a la gente cuando no se sabe bien los estribillos ya que le interesa ver al público vibrar, salir de sus casas para hacer la metáfora más amorosa que pueda existir en el arte de los musiques uruguayes: fogón eterno de instrumentos desenchufados.

“Y no importaba nada, más el tiempo pasaba / y el aire se reía de los dos /Se le fue el aire /Se fue el dolor / Y fue perdiendo la nobleza desde el día en que le dijeron adiós”, abrió, Mocchi pasadas las 22 del viernes 13 de septiembre su recital. Realmente se nota que disfruta de esas formas más “caseras” de hacer un show, mucho más que llenando tremendos estadios. Aunque es importante recordar que fue elle quien teloneó, en 2014, a Paul Mc Cartney en Montevideo. Desde ahí su nombre se fue haciendo conocido y popular.

Mocchi parece tímide, pero exactamente eso mismo le juega a favor para poner toda su cálida rabia al cantar sea lo que sea, porque elle no se queda quiete en ningún género musical. Tiene la apertura para interpretar en su sangre cualquier ritmo que considere pertinente para decir: eso, eso que necesita poner en su garganta. Entre canción y canción se tomó el rato para contar qué le pasa mientras canta, para recordar porqué escribió lo que hizo con su guitarra. No deja nada afuera, su sencillez la hace genuina; conoció un violinista 10 minutos antes de salir en vivo y lo invitó para que intervenga durante toda la noche con su trabajo. 

Por supuesto que también estuvo acompañada por Luis Volcoff, pianista de Buenos Aires,quien ha tocado, por ejemplo, con Tonolec. Mocchi se sintió en familia, feliz de deambular como nómade con su poesía bajo el hombro. Se bajó y se subió del escenario tantas veces como se acomodó los lentes. Porque no le gusta estar lejos de la gente, entonces se desparramó entre las mesas: “Será la música una excusa, la que me acerque hasta tu casa” cantó sin micrófonos mientras Volcoff sonriente le veía hacer lo que se le daba la gana. Sacó cuanta sonrisa pudo entre sus seguidores y permitió tocar las lágrimas con sus picantes acordes en Seré yo:

“No todas las cosas del mundo se van / el viento nos trae momentos y planes que se hacen recuerdo en el mar / No todas las cosas del mundo se van, algunas las come la muerte,

o las desaparece algún militar / Y mañana seré yo, quien cante esta canción delante de la gente / no me importa si alguien ve, que tengo el corazón más alto que la frente

y que adentro hay un cajón, que guarda una mitad de cosas que no quiere,

y que cuenta la verdad, que el cuerpo es el peón de lo que el alma siente”.

Previo a las dos horas de recital le cantautore mandó ubicación y puso a disposición su hospedaje exprés para charlar un buen rato con Redacción Rosario. Entonces de entrada no disimuló su estado de llegar tarde a la prueba de sonido, pero entre tantas corridas también respetó el momento de entrevista para conversar sin apuros. 

—¿Cómo usas la libertad para hacer tu laburo musical?
—Mi proceso compositivo de creación siempre fue muy libre porque justamente nunca tuve mucho parámetro para encasillarme en nada. No soy una persona tan formada en la música que hago; si bien estudié piano, ejecución de obras clásicas, todo lo otro que hago es un terreno completamente nuevo, el piano también ya se transformó en un terreno nuevo para mí. Es como la única forma en la que puedo habitarlo: siendo libre.

En el proceso de mis dos discos: el primero (La velocidad del paisaje), la creación fue muy libre pero después estuve bastante encerrada en el presupuesto. Entonces mi primer disco y mi segundo disco se hicieron de formas muy diferentes. El primer disco lo sufrí mucho porque tenía mucha libertad acá (se señala la cabeza) y muy poco dinero para ejecutar toda esa libertad, de la forma en que me habían dicho que yo tenía que grabar un disco. En el segundo disco me entró un montón de plata de un montón de fechas y de cosas que me fueron pasando y pude comprar todo lo que necesitaba para grabar el mejor disco en mi casa. Entonces este se hizo de una forma súper natural, súper libre en todos los sentidos porque de repente estábamos grabando con Christine Brebes –que es una violinista que grabó con todo el mundo, con Charly García– y la loca estaba en el living de mi casa y pegándose una ducha. Todo con un plan muy relajado, mucha amistad. Entonces este segundo trabajo (Mañana será otro disco) que presenté ya en 2017, fue mucho más libre, en todo.

—¿En Velocidad del Paisaje, en el medio grabaron otro que no les gustó?
—Claro, nos pasó que encontramos una manera de grabar el disco, en un estudio de un amigo que siempre nos tira tremendas onda. Y para mí, porque estaba bueno energéticamente y porque había un tema de presupuesto decidí grabar todo junto en un mismo room, incluso había cuestiones técnicas, que afectaban el mensaje, que no se podían corregir de ninguna manera. 

Ahí entras en disyuntiva: qué hago sacó este disco así, nadie se va a dar cuenta… viste que el músico muchas veces subestimamos a la gente y pensamos que nadie se va a dar cuenta. La gente capaz que no se da cuenta porqué algo le suena raro pero todos tenemos la música adentro y nos vamos a dar cuenta. Entonces en ese camino tuvimos que abandonar ese disco y hacerlo de vuelta, de otra manera. Habíamos trabajado con un productor, después yo empecé a trabajarlo con los músicos para generar arreglos. Después se terminó haciendo de una manera re loca y vino el batero de Lila Downs y me dijo: “che vayamos a grabar tu disco” y al otro día estábamos grabando en un estudio. Todo veloz.

—¿Sigue habiendo velocidad en tus paisajes?
—Siento que voy justamente al ritmo del paisaje, por momentos puedo ir muy rápido y por momentos voy despacio. Me voy dejando llevar, es como la va decidiendo la música y la gente. Las canciones ya no son mías, después que las pongo Internet, hoy en día con la comunicación, es como que deja de ser tuyo de alguna manera, la responsabilidad de que te conozca más gente. Entonces sí, pierdo el control,  y por momentos la velocidad es: ¡¿cómo que tengo 14 fechas de acá a no sé cuándo?! Y estuve en 8 lugares diferentes, dormí en ocho ciudades distintas y no soy muy consciente. (risas). De repente llego a mi casa, o tengo una fecha aislada y me la tomo recontra relajada, me acuesto y me levanto a cualquier hora, voy a tocar y vuelvo. Todo va siendo como todo lo que vamos haciendo, entre todas las personas que somos Luciana Mocchi, que ‘ta’ yo sola no tengo nada que ver, yo solo pongo el cuerpo y me subo ahí.

—Formas del amor, tiempos de desamor, cuentos urbanos… ¿Cómo jugás con la inspiración?
—Generalmente los disparadores son esos, cosas de la cotidianidad, cosas simples y sencillas. Pero a veces como quise complejizarme y no me sale, la verdad no me sale. Siento que está bueno que le demos valor a esas cosas simples y a esos momentos; me gusta describirlos. Y en paralelo ese camino de composición va cambiando en mi relación con la música. Por ejemplo el espectáculo que estoy presentando se llama “Canción” porque son un conjunto de canciones que en un momento me di cuenta que le estaba cantando propiamente a la música. Todo el tiempo. Me estaban inspirando cosas cotidianas pero en realidad eran todos homenajes a la canción y a la música a la que yo le debo mi vida. Me pongo a cantar una canción y siempre me sale algo, le debo toda mi vida a la música, todo lo que me está pasando, todo lo que no me está pasando también…

Entonces siento mucho agradecimiento por la música y por toda la gente que me llega por la música, porque mis amigues… no es que conozco gente de otra manera. 

El otro día le decía a mi novia que necesito que la música me deje hacer otra cosa, necesito no poder colgar con la ropa que tengo en la lavadora. Porque estoy ahí (vivimos juntas en Maldonado), y de repente ella se va a Montevideo y yo “oooh…tengo que destender la ropa….” Y agarro la guitarra, ¿viste? Y empiezo: taca taca taca y llego a resultados que me encantan y que me gusta mucho y ta’ también quiero poder hacer otras cosas ¡¡ soltame!! (muchas carcajadas).

—Largaste Mismo Momento
Mismo momento es una canción que compuse a los barrios donde yo viví. Mucha gente cree que yo nací con mucha plata, en parte eso fue así, pero en la crisis de 2000 mi familia perdió absolutamente todo y la pasamos recontra mal. Y me tocó conocer, gracias a los desalojos, un montón de barrios a los cuales les debo todas mis canciones. Sino hubiese pasado por esos lugares donde está la vida de verdad, hoy estaría haciendo otra música y a mi me gusta la música que hago.

Entonces me parece que cuando tengo la posibilidad de viajar haciendo esto, está bueno poner una voz también por quienes no pueden salir del barrio. Tengo un privilegio: tengo una responsabilidad.

Las canciones siempre tienen atrás un guiño picante a las cosas que me hacen ruido. No tengo ganas de cantar canciones tibias, todo bien con el amor; pero abrís Spotify y tenés un stock de canciones de amor. Busco todas las formas del amor y parte del amor es que le falta amor a un montón de gente. Entonces ahí va Mismo momento, por la necesidad de sanar un poco la niña que tuvo que sanar situaciones horribles.

—¿Qué pasó con ese impuesto injusto que te quieren hacer pagar desde el Fondo Nacional de Música de Uruguay?
—Yo no creo mucho en las nacionalidades, ni en las fronteras, me resulta patético tener que llenar un papel para irme de mi país y para volver a entrar. Cuanto más viajo, más me empiezo a encontrar con esas cosas que son absurdas. 

Lo que pasó fue que fui a tocar al Auditorio Nacional de Montevideo, que ovbiamente llenar el Nacional con un proyecto independiente es re difícil; y estaban las entradas vendidas. Tengo un equipo que integra gente de otros países. Porque cualquier persona que se dedica a la música en Uruguay y que vive de esto, tiene a alguien en el equipo que es argentino o cubano y es normal.

Toco con un pianista que es argentino y cuando llega la liquidación veo que dice: “impuesto a artista extranjero”. ¡Cómo artista extranjero! (risa retórica). Y digo, esto es un error, pero me dicen que no es un error. Y yo digo que mi espectáculo no es extranjero, mi espectáculo es nacional. 

Entonces ahí empecé a militar un poco eso. Con el flujo migratorio que está llegando a Uruguay en este momento cómo hacemos para que la música cumpla su función integradora, si yo pongo un cubano en mi banda pretenden que paguemos un impuesto. Es casi una cuestión medio nazi. Nunca me pasó.

Sé que es una decisión de dos o tres persona. Así que tuve que cancelar la fecha que tenía en Montevideo y ahora, capaz que en algún momento vuelva a Montevideo, pero primero quiero que me devuelvan mi plata. Porque no importa sin son 2 pesos o 50 mil dólares; no hay que dejarlo pasar porque sino cómo hacemos para integrarnos en un país que además lo fundaron migrantes. Resulta que ahora tenés que ser nacido y criado en uruguay para no pagar ese impuesto. Es una locura.

—¿Cómo pensás los toques?
—Generalmente tengo una agenda anual que la voy armando desde enero, febrero, a la que voy agregando fechas. Nunca saco fechas. No importan si van 3 personas o 2 millones. No cancelo nunca una fecha. Peros sí agrego. Después, en función a cada lugar y a mi dinámica con el público voy generando otros espacios paralelos para interactuar de forma más cercana con la gente que escucha mi música.

En Buenos Aires hay un grupo de wap donde esa gente entra con descuenta a todos los shows, de repente alguien avisa que no tiene plata, entonces: ¡vamo’arriba, estás en lista!. Hacemos esas cosas porque me sigue mucha gente. En Bariloche también –y en varios lugares– hicimos el grupo de wap porque he ido a tocar a un montón de ámbito formales e informales. 

—¿Cómo pensás esto que decías con respecto a que nunca saliste del closet porque nunca te dijeron que había uno?
—Mi mamá y mi papá nos criaron con mucha libertad. Pero dentro de esa libertad nos faltaba información para tener claras cuáles eran todas las posibilidades para habitar nuestros cuerpos. Sí, se hablaba de cosas que en las casa de mis amigues no. Me acuerdo de tener 10 años y pensar qué loca que las nenas hagan tal cosa y los nenes jueguen al fútbol. Me resultaba rarísimo. A mí nunca me habían dicho nada, nunca me habían puesto ropa rosada, nada… 

Nunca fui muy consciente cuando trasgredía. Vivo trasgrediendo (risas)… Me acuerdo el día en que mi madre me vio con una piba. Mi padre directamente estaba en un bar, y me vio ahí con una piba y nunca hablamos “del tema”. A la semana me preguntó algunas cosas; y mi vieja entró a mi cuarto y así como entró, cerró la puerta  … yo pensaba: uh, no; ¿tendremos que charlar de algo?… ¿Tendré algún mambo?… ¿Cómo es estar en un closet…? Porque cuando vos sabés que no existen límites, (todos los términos de los nuevos géneros, lo no binarie, es nuevo), te largás… En mi caso dijeron, vestirme así, cortarme el pelo. A mi padre frente a los dos o tres comentarios machistas que alguna vez dijo lo mandé a ver siete documentales, si no, no me iba a ver más. Saben que no tienen mucho chance, ya criaron este monstruo; lo aceptan o no me ven nunca más. Ellos también me enseñaron a poder cortar con las cosas que no me hacen bien, y en eso pueden ser ellos mismos. Pero justo en este caso, la mejor con ellos en este momento. 

Mis viejos también acompañaron un poco mi proceso de formación. A los 7 años dije que quería ser pianista, y me dijeron pero no teníamos un piano, y yo: “pero en el videoclub de no sé quién hay un piano”. Por lo tanto empecé a ir videoclub a estudiar piano. (risas).

Colaborá con el sostenimiento de Redacción Rosario y El Eslabón por 300 pesos por mes, y recibí nuestra info destacada todos los días y nuestro semanario todos los sábados en tu casa. Suscribite en este enlace: Redacción Rosario + El Eslabón.

Más notas relacionadas
Más por Malena Montenegro
Más en Columnistas

Dejá un comentario

Sugerencia

Multitudinaria marcha universitaria en Rosario contra el ajuste de Milei

Estudiantes y docentes de la UNR en conjunto con diferentes agrupaciones políticas de la c