Un misterioso bolso que fue “sustraído” de la escena del hecho es la clave del tiroteo entre el ex jefe de la PFA en Santa Fe con tres personas. Fue secuestrado en la sede de la fuerza, pero estaba vacío.
El contenido del bolso “sustraído” del Ford Focus que conducía el ex jefe de la delegación Santa Fe de la Policía Federal Argentina (PFA), comisario Mariano Ezequiel Valdés, cuando se tiroteó con tres personas en la autopista Rosario-Buenos Aires la noche del 9 de septiembre pasado, constituye un enigma que muy probablemente sea imposible de develar. Un secreto que lo acompañará hasta el final de sus días, si así lo decide el servidor público. En realidad, Valdés ya dijo que “no había nada” y luego que llevaba “ropa mía, nada más”. La misteriosa alforja policial fue secuestrada diez días después durante un allanamiento a la sede santafesina de la fuerza federal. Entonces sí, como dijo el jefe, “no había nada” en su interior. Existen pericias que pueden orientar a los investigadores, pero que no serán determinantes. Se trata de la clave que tal vez pudiera explicar por qué el comisario se detuvo en una estación de servicios de Ramallo unos minutos antes de ser atacado, de donde partió tras él una camioneta similar a la que –según denunció después– se bajaron tres encapuchados y le dispararon, ya cerca de Villa Constitución.
El comisario Valdés y su segundo en jerarquía en la delegación de la PFA, Higinio Bellagio, fueron imputados esta semana por los delitos de incumplimiento de los deberes de funcionario público, encubrimiento agravado, retardo de justicia y sustracción o inutilización de prueba, en concurso real con falsedad ideológica de instrumento público y falso testimonio.
La jueza Marisol Usandizaga aceptó esas calificaciones realizadas por un equipo de fiscales y los mandó a esperar 90 días tras las rejas el avance del proceso. Uno de ellos lloró y rogó no ir preso. La magistrada le explicó que nadie, ni un delincuente, está preparado para ese destino.
La suboficial Roxana González, que viajaba como acompañante de Valdés aquella noche cuando regresaban de la ciudad de Buenos Aires con destino a la de Santa Fe, comenzó a sufrir las consecuencias de haber sido involuntaria testigo de la balacera que su jefe intentó hacer pasar por una tentativa de “robo al voleo”.
La mujer tuvo que ser incorporada al programa de protección de testigos, luego que desde la propia fuerza que integra sus jerarcas intentarán evitar su declaración testimonial certificando que estaba chiflada. Estrés postraumático, digamos.
¿Qué pasó?
Lo que sucedió la noche del 9 de septiembre en el kilómetro 253 de la autopista que lleva el nombre de un dictador aún no está claro. Tal vez permanezca para siempre bajo un haz de sombras. Sin embargo, la investigación del hecho, que la ministra de Seguridad Patricia Bullrich se apuró a calificar de “atentado mafioso”, derivó en la imputación de quien, al inicio, aparecía como víctima. Que, en rigor, lo fue.
Aunque su presunto intención por “desviar, condicionar o impedir que se puede esclarecer ese hecho”, como dijo el fiscal Matías Edery, lo convirtió también en acusado.
Entre otros elementos, los fiscales del caso descubrieron que antes del tiroteo a la altura de Villa Constitución, Valdés detuvo su auto en una estación de servicios de Ramallo.
Un video muestra al jefe policial descender de su auto y caminar hacia un lugar donde la cámara de seguridad ya no puede tomarlo.
“Se puede ver cómo va a un lugar donde no hay nada, está un minuto veinte y luego sale de ese mismo lugar una camioneta igual a la que él describe que lo atacó”, precisó el fiscal.
Eso hace suponer a los investigadores que hubo un “encuentro pactado con esas personas” que serían las mismas que lo hirieron unos kilómetros más adelante.
El comisario declaró que detuvo la marcha del auto para cambiar yerba del mate. En ese momento una camioneta negra o gris 4×4 paró delante de su vehículo, bajaron tres personas “encapuchadas” y les dispararon. Para el ex jefe de la Federal en Santa Fe, se trató de “un robo al voleo”.
Su acompañante, la suboficial González, realizó una primera declaración judicial en ese sentido. Sin embargo, algunas “inconsistencias” entre ambos relatos despertaron las dudas de los investigadores.
Finalmente, González contó que Valdés detuvo el auto en cercanías de Villa Constitución para hablar con tres personas que ella no conocía. La plática derivó en discusión y luego en tiroteo. Eso se produjo, según las pericias balísticas y el relato de la suboficial, detrás del Ford Focus que conducía el comisario.
Allí aparece una contradicción con el testimonio de Valdés, que ubicó a sus atacantes delante de su vehículo. También se vuelve inexplicable, en la teoría del caso del comisario, un disparo en el vidrio trasero del Focus.
El jefe policial sufrió dos heridas: una en el brazo derecho y otra en la ingle. Una pericia determinó que la segunda fue consecuencia de un disparo a corta distancia, originado dentro del automóvil y con su propia pistola.
El fiscal Edery conjetura que al guarecerse del ataque en el coche e intentar sacar su arma –con la que “repelió” la agresión– se le escapó un tiro.
“Lo que sí es seguro es que Valdés sabe más de lo que cuenta”, dijo el miembro del Ministerio Público de la Acusación (MPA). “Sabe quiénes eran las personas con las que se encontró y al hacer una declaración que para nosotros no se ajusta a la realidad deja claro que hay alguna situación que está tratando de encubrir”, completó.
Embolsado
Luego del tiroteo, Valdés condujo el auto con su acompañante hasta una estación de servicios próxima, desde donde pidieron ayuda. Pero, ¿a quién?
“Hay inconsistencias en algunos llamados, entre ellos se comunicaron por teléfono varias veces antes de que Valdés llegue a la estación de servicio herido, pero nunca llaman al 911”, sostuvo el fiscal Edery. Entre “ellos” representa las llamadas registrada entre el comisario y su segundo, Bellagio, quien una hora después del incidente armado llegó al lugar.
“Entonces se entiende –dijo el fiscal– que de lo que se trataban esas charlas no era el estado de salud del comisario Valdés”.
Al llegar a la estación, Bellagio le pidió a la suboficial González que le dé el bolso que Valdés le había pedido que retirara del auto. Y se lo llevó.
“Se sustrajo un bolso de la escena del hecho, que estaba en el auto baleado, que a la postre termina en un allanamiento que se hace en la delegación Santa Fe de la PFA”, dijo Edery, y aclaró que cuando fue secuestrado estaba vacío.
Explicó que los involucrados “son dos miembros de una fuerza de seguridad con mucha experiencia y saben que no se puede sacar ningún elemento de una escena donde se cometió un delito”. Entonces, ¿por qué lo hicieron? En la respuesta a ese interrogante parece estar la clave del ataque.
“Lo que había adentro de ese bolso es por lo que se comete un delito”, sostuvo el fiscal sobre el presunto desvío de la investigación e inutilización de pruebas. “Difícilmente podremos saber qué había adentro”, agregó.
Si bien sostuvo que “hay estudios que detectan partículas, perros rastreadores que detectan si había algún material prohibido ya sea pólvora o estupefacientes”, explicó que de esas pericias “el resultado es incierto, porque ninguna es cien por ciento segura”.
Si en el bolso había ropa, como dijo el ex jefe apartado de su cargo, probablemente estuviera sucia.
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