Lucrecia se para en un banco y ofrece leer un poema. Dice que considera que es la mejor forma de cerrar el Taller de Activismo Gordo del 34º Encuentro Plurinacional de mujeres, lesbianas, bisexuales, travestis, trans y no binaries. Con fuerza, para que su voz alcance a todo el patio del Bachillerato de Bellas Artes, recita por qué ya no pide perdón por ser gorda. La acompañan en silencio. Algunas lloran, o, mejor dicho, sanan. El sol calienta cuerpos gigantes y no tanto. No pega fuerte, pero siempre es un alivio. Cuando Lucre termina, un vitoreo colectivo pone un punto final –suspensivo también hasta el año que viene– al tercer taller que politiza la gordura y traza redes de activismo. Circulan papeles donde se anotan quienes comenzarán a trabajar en Educación Sexual Integral y gordura; quienes iniciarán denuncias masivas a profesionales de la salud que les arruinaron la vida; quienes son de la misma ciudad, acaban de conocerse y comenzarán a activar en sus territorios. Otra vez, la organización ganó y la catarsis colectiva se transformó en herramienta de construcción. No sólo se cambian las vidas de las que están ahí, se aspira a llegar a todas las que faltan.  

El de Activismo Gordo fue uno de los 114 talleres que protagonizaron las más de 200 mil asistentes al Encuentro y que se realizaron en simultáneo en toda la ciudad de La Plata, ocupando cada escuela, cada facultad y cada uno de sus alrededores. Cuando la organización no estuvo a la altura de garantizar los lugares indicados para cada taller, o de darle el espacio suficiente para la cantidad de personas interesadas, las asistentes se autogestionaron el debate en los bicicleteros, paradas de colectivo, pasillos, obras en construcción, en todos lados. Discusión. Intercambio. Debate. Gritos. Aplausos. 

Los talleres son, fueron y serán la columna vertebral de un Encuentro que ya es de hecho y desde hace años plurinacional, de mujeres y de lesbianas, de travestis, trans, bisexuales, no binaries. La historia de cada uno de esos debates marca la historia del feminismo en Argentina y de la irrupción de nuevos sujetos políticos. Así como en 2017 emergieron las gordas, en 2019 se incorporaron 41 talleres que señalan la potencia de la época: taller de no binaries; de transfemicidios y travesticidios; de escrache y nuevas estrategias de visibilización de las violencias; de mujeres, disidencias y medios de comunicación; de ecofeminismo, de lenguaje inclusivo, de ciberfeminismo e inclusión digital, entre tantos otros. 

Pasadas por agua

Sábado 12 de octubre en La Plata. Llueve torrencialmente desde la medianoche. Cae granizo por un instante. En la plaza San Martín, en pleno centro de la ciudad porteña, cientos de pibas y de feriantes habían acampado la noche anterior. Estaban sin luz y ahora, inundadas. En colectivo, tren, auto, en caravana motoquera y en bici van llegando pibas y disidencias de todo el país y la región. Algunas aguantan en la ruta a que afloje el clima. Muchos hospedajes están inundados, pero no pasa nada: salen de todos lados redes de contención para sacar el agua de a cientos de manos, o para mudar cientos de cuerpos a otras instituciones. 

En las redes, muchos platenses dicen que es la única vez que van a festejar tanta tormenta y celebran que se aguó el Encuentro. Se nota que no tienen idea de lo que hablan. No va a haber forma de parar esto. ¿O acaso se pensaron que las travestis vienen a encerrarse en una escuela? ¿Alguien se imagina a las miles de adolescentes movilizadas sin poder marchar? Las cifras sobre la cantidad de personas que llegaron a La Plata el pasado fin de semana oscilarán –incluso al cierre de esta edición, una semana después– entre las 200 y 500 mil. 

Se sabe, con anticipación, que el domingo será el día en que todo estalle. La marcha del 13 de octubre será –y fue, efectivamente– la más multitudinaria de la historia de los encuentros y, aunque quede aún el acto de clausura pensado para el lunes, será el broche de oro de tres días luego de haber copado una ciudad. Y es que el Encuentro es ese momento del año en que la ciudad se vuelve feminista, soñada. En cada esquina, vereda, calle, diagonal, plaza, bar, se cuenta con una mirada cómplice. Hay también una feria infinita con productoras de todo el país y colas para ayudarse a saltar un charco. Están las vecinas infaltables que abren la puerta de su casa para pasar al baño y los automovilistas que acompañan la marea con bocinazos. Contra la especulación amarga de algunos, respuesta feminista. Es decir, una fiesta.

Del Abya Yala a Kurdistan

¿Cómo nos nombramos? ¿Sigue siendo un Encuentro Nacional de Mujeres o es un Encuentro Plurinacional, con las originarias adentro, y con las travestis, las trans, las lesbianas, las bisexuales y no binaries? Si ya es de hecho, ¿por qué la insistencia? ¿Quién puede decidir quién son y quiénes no el Encuentro? La gran discusión que atravesó el 34º Encuentro de La Plata fue la del nombre. Una discusión que, para algunas, sigue todavía sin saldarse. 

Durante el 33º Encuentro, la consigna de plurinacional sonó y resonó con fuerza. Era Trelew, provincia de Chubut, tierras mapuches. La organización venía de Chaco, desde donde ya se había planteado la necesidad de ser más representativas. Ya se sabe, ya se aprendió: lo que no se nombra, no existe. Las representantes de los pueblos originarios entraron con fuerza a la agenda de los feminismos en Trelew, pero en el acto de clausura no se consiguió el cambio de nombre. El debate llegó así a la provincia de Buenos Aires. 

La ciudad de La Plata fue el escenario de una comisión organizadora que se partió en dos. Una, reconocida como la oficial, que no acordó el cambio de nombre. Otra, la campaña Somos Plurinacional, que impulsó la nueva denominación a lo largo del año y a lo largo del Encuentro. Para el sábado 12 de octubre se esperaba votar la nueva denominación. Sin embargo, el mal clima llevó a cancelar el acto y la comisión organizadora oficial propuso que cada taller discuta y concluya: ¿Quiénes somos? ¿Cómo nos nombramos? 

Que valga la redundancia: si algo se aprendió es que lo que no se nombra no existe. Eso quedó claro y si algo se nombró, cantó, gritó y peleó fue quiénes son el Encuentro: las originarias, las travestis, las lesbianas, las no binarias, las bisexuales, las mujeres, las trans, las gordas, las negras, las trabajadoras, las adolescentes, las madres, las aborteras, las que hacen a un etcétera infinito. Todo resumido en una canción que aún queda en los oídos de las encuentreras: “¡Plurinacional! ¡Y con las disidencias!”.  Por si no quedaba claro, el 34 Encuentro incluyó una multitudinaria y también histórica Marcha contra los Travesticidios y la asamblea de Abya Yala, que incluyó la voz, la música y los relatos de 36 representantes de toda América del Sur e incluso Kurdistán. Imposible no verlas, no escucharlas y sobre todo, no acompañarlas.

El cierre del Encuentro Plurinacional, en el Estadio Único de La Plata, no estuvo a la altura de la circunstancias y terminó siendo un papelón. Luego de votar la próxima sede, que será San Luís, las organizadoras hicieron oídos sordos a la multitud que pedía pronunciarse por el cambio de nombre. Incluso, desde el escenario se remarcó más de una vez, de manera absurda y prepotente, que se trataba del Encuentro Nacional de Mujeres. Sin embargo, desde el momento en que más de 200 mil personas llegaron a La Plata, se autogestionaron los talleres, se manifestaron pacíficamente por las calles de la capital de Buenos Aires y disfrutaron a pleno de la mayor fiesta del feminismo, quedó clara la principal premisa que hace a este Encuentro: que no tiene dueñas ni fronteras.

Un Encuentro continuo

Los Encuentros Plurinacional de mujeres, lesbianas, travestis, trans, bisexuales y no binaries son inabarcables. No hay forma de condensar en un texto, en una sensación o en un acto todo lo que sucede en simultáneo. ¿Vamos a los talleres históricos, a los que vamos siempre, a los que atraviesan la coyuntura, o a los nuevos? ¿Vamos a la Plaza del Frente de Todes o vamos a la asamblea Abya Yala o somos parte de la Primera Asamblea de Trabajadoras de Prensa? ¿Vamos a bailar o descansar para mañana?  No hay forma, tampoco, de encerrarlos en el tiempo. ¿Cuándo terminó el de La Plata y empezó el de San Luis? ¿Cuando se ovacionó o cuando empezamos a imaginarnos cómo será el recibimiento del gobierno de Rodríguez Saá? ¿Cuando armamos los bolsos y los desarmamos? ¿Cuando elegimos con quiénes viajar, dónde dormir, qué ropa llevar? ¿Y cuándo dejamos de estar en Trelew, en el Rosario de 2016 o en el Rosario de 2003? ¿O será que de verdad es un continuo de sensaciones, de ideas, de territorios, que permanece en todos lados, en el pañuelo verde y los apuntes, y sobre todo cada vez que salimos a la calle repitiendo como un mantra que no estamos solas?

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