Pasó el show televisivo del “debate” presidencial entre los seis postulantes a las elecciones del 27-O. Cada candidato tuvo unos minutos frente a las cámaras para parlotear sobre su proyecto de país desde diferentes aristas, tirar alguna que otra propuesta, arremeter contra el adversario, cruzar acusaciones, chicanear un poco, atenerse a libreto, con mensajes teledirigidos a sus respectivos electorados. En pocos días volverán a hablar las urnas, como quien dice, y el debate quedará atrás. En el cuarto oscuro se ven los pingos, mi amigue.

Mauricio y Alberto bailaron debate cruzado dentro del “gran debate”, donde los periodistas designados, por suerte, pasaron a segundo plano. Lavagna, con tono pausado, expuso su mirada como economista, machacó con la idea de reactivar la economía primero y después atender los otros problemas, buscó golpear al macrismo y al kirchnerismo por igual (tercera vía), aunque fue más duro con las políticas de Cambiemos, mientras Macri intentaba tirarle algunas flores y posicionarlo de su lado. Lavagna, hombre mayor, tiene un discurso productivista parecido al de Alberto. El ex ministro de Economía de Néstor Kirchner, con Urtubey, Barrionuevo y el socialista Lifschitz hoy entre sus principales aliados, estuvo sensato, algo tibión, incómodo por momentos.

Gómez Centurión fue el más cavernícola, lejos, siempre a contrarreloj. Mucha mano dura y pro dictadura. Espert, tonito provocador (amenazó al dirigente de la Ctep Juan Grabois), corridito bien a la derecha, pidiendo más cárceles, discurso anti piqueteros, anti trabajadores, por momentos parecido a Macri, menos cool, pero igual de liberal y represivo. También parecido al infumable de Milei, pero sin la peluqueta anarco-liberal-punk.

Del Caño les habló a los suyos, repitió consignas históricas de la izquierda (“no hay que pagar la deuda”), mejoró sus intervenciones con respecto al primer debate, tuvo buenos pasajes y algunas cosas de quien sabe que no va a ganar, le dijo Micky Vainilla a Pichetto, también intentó saltar la polarización, pero le pegó mucho más a Macri que a Fernández. Siempre hablándole a trabajador@s y jóvenes, propuso algo concreto para atender el problema del desempleo en alza, más allá de la discusión sobre su efectiva y posible aplicación, como repartir horas de trabajo disponibles entre empleados y desocupados. Podría decirse, en términos lúdicos-futboleros, que Espert jugó para Macri (ya había dicho que apoya a Larreta en Capital) y Del Caño para Fernández.

En los dos rounds que duró el Debate Argentina 2019 (fuaaa…), los cruces más picantes fueron protagonizados por Mauricio Macri, presidente en busca de la reelección pero en postura de opositor, y Alberto Fernández, del Frente de Todos, a quien la mayoría de las encuestas, sino todas, lo dan ganador en primera vuelta, estirando la ventaja que obtuvo en las Paso. Habrá que ver, votar y esperar el resultado del escrutinio. El debate, se dijo, no dejó “ganadores”. Aunque, Alberto, da la impresión, cayó mejor parado, incluso mejor que Mauricio, alias Gato. En las redes, el debate lo “ganó” Alberto, parece.

MM estuvo mejor en el segundo debate, que tuvo lugar en el salón de actos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Como el alumno que pasa al frente, practicó más la lección, estudió más. Sus repetidas mentiras marketineras, verdades falseadas, números engañosos, promesas incumplidas e incumplibles, hasta sonaron más contundentes. Usó la estrategia de salir a atacar a su principal contrincante. Buscó arrinconar a AF con el tema corrupción (“¿no vio nada?”, hablando del publicitado “se robaron todo”), pero quedó pedaleando en el aire o esquivando dardos en el capítulo de economía.

Alberto recogió el guante y ante la denuncia de Macri de corrupción en obra pública, le dijo: “Usted se pregunta cómo yo en mis años de jefe de Gabinete no vi la corrupción de la obra pública y usted en el clan Macri ¿no vio la corrupción de la obra pública Presidente?, ¿no vio lo que pasaba en su familia?, después nos contó cuando su padre murió que su padre era responsable.

Presidente hablemos en serio, a mí no me va a correr”, se le plantó moviéndole el dedito y mirándolo a la cara, para luego, en otro tramo, recordar que él nunca fue citado por la Justicia y que, en cambio, Macri debe afrontar más de cien causas judiciales en su contra por negociados espurios (Correo, peajes, parques eólicos, Macair, entre muchas otras).

Al ratito, Macri le devolvió: “Es de muy mal gusto citar a una persona que ya no está en este mundo y no se puede defender”, en alusión a Franco Macri, acusado por su propio hijo pos mortem de haber cometido delitos. Mauricio, el mismo que ha dicho pestes de Néstor Kirchner.

Más: un ratito después en el mismo debate Macri habló de Santiago Maldonado, dando a entender que la causa por la muerte del joven artesano en medio de una protesta y represión de Gendarmería a pueblos originarios que reclamaban por tierras cerca de Esquel, estaba cerrada.

“Macri es un hipócrita y mentiroso”, le respondió este lunes después del debate Sergio Maldonado, hermano de Santiago.

Macri no habla como presidente, expone como si fuese opositor, como si estuviésemos en 2015.

¿Su gestión no sucedió? Vaya si sucedió. Lo cierto es que no tiene mucho para mostrar ni defender de sus cuatro años de gobierno, que dejan desastres en el plano económico, financiero y social de alta gravedad. Recesión, inflación y desempleo duplicados, caída del salario.

Se notó que estuvo más guionado por el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba, que reapareció y estuvo presente en el debate del último domingo. El “nosotros” y “ellos” que uso Macri durante el segundo debate es de pura cepa duranbarbeana. Profundizar la grieta mediática K-anti K, fue la estrategia del presidente que venía a “unir” a los argentinos.

“Que en la grieta se queden ellos”, le tiró AF desde el atril contiguo a Macri, reperfilando un poco su postura inicial de ferviente suturador de grietas. Es decir, la grieta está, pero vamos más allá, a resolver problemas, a sacar al país adelante. A cierto tonito de porteño arrogante (“vistes”) de Macri (perdón por los porteños de bien), Alberto, también porteño pero con mirada federal y respaldado en los gobernadores, le contrapuso una voz más comprometida con la realidad, más reflexiva, más firme, más conciliadora, aunque con cuerdas vocales desgastadas, aguardentosas, algo cansadas en el final de la campaña.

Macri, que ya fue, buscó polarizar con el “kirchnerismo” (nunca nombró Frente de Todos) y Alberto no se quedó atrás a la hora de marcar toda la diferencia que lo separa de Macri.

“Definitivamente no nos parecemos en nada, presidente. Y cuando entramos al tema de la pobreza es donde menos quiero parecerme a usted. Prometió llegar a la pobreza cero y mintió: la multiplicó. Pero lo más grave es cómo multiplicó el hambre”, le espetó Alberto a Mauricio.

Macri hizo arriba del escenario lo que vino haciendo en la calle con la gira del #Sísepuede y la, ponele, marcha del millón (o millonarios, como dijo alguien) del día previo al debate en el Obelisco. Aquella marcha fue multitudinaria, no hay dudas. La marcha del “hay Gato para rato” o “Mauricio la da vuelta” (a la elección, claro, porque a la Argentina ya la dio vuelta hace rato) es una “advertencia”, dijo desde el llano un periodista oficialista, para les Fernández y la etapa que viene. Macri se vende como populista de derecha, bien fervorosamente antikirchnerista como sus seguidores, con declaraciones difusas, de autoayuda, no haciéndose cargo de nada, ni del ajuste, ni asumiendo su proyecto neoliberal en tándem con el FMI y el desmadre que esto provocó.

El abogado y profesor AF se encargó de remarcar que el que gobernó los últimos cuatro años fue el ingeniero Macri, por si acaso. “Los índices que importan son el de desocupación, pobreza e inflación”, dijo AF, haciéndose eco de la discusión que agitó el macrismo por la utilización del dedo índice de Alberto en el primer debate en la Universidad del Litoral de la ciudad de Santa Fe.

En otro tramo del último debate, el candidato de Todos resaltó: “Este gobierno pasó todos los límites: está haciendo pasar hambre a la gente. Tenemos que ocuparnos de esa gente. El presidente no lo hace”. Cuando le entraron al tema seguridad, en rigor, AF relacionó la problemática de la inseguridad a la desigualdad social y la falta de oportunidades, situación que empeoró durante la gestión de la alianza gobernante, y pidió abordar el tema con “seriedad” dada su complejidad.

AF fue el que le puso algo de pimienta a tanta habladuría desabrida y reglada por los “tiempos y formatos de la tele”. Alberto aprovechó bastante bien su tiempo. Se encargó, muy por arriba por el poco espacio disponible, de señalar las calamidades que nos deja el experimento neoliberal que volvió a atravesar la Argentina, y que, pese a sus resultados, todavía es respaldado por muchos.

“Macri uberizó la economía”, resumió AF sobre la sostenida caída de la actividad productiva, los cierres de empresa, los despidos, la precarización laboral y el deterioro del mercado de trabajo.

“Tenemos un presidente que piensa que el trabajo es un costo y, por lo tanto, no se preocupa. Los emprendedores son monotributistas que se suben a una bicicleta y reparten pizza, presidente”, le dijo Fernández a Macri.

En el debate Mauricio dejó varias servidas para que Alberto defina. El desmanejo de los créditos UVA para la vivienda y la cuestión energética. Macri se metió en el enredo de los UVA y quedó más enredado. “Parece que Macri se acordó del problema de la vivienda en estos últimos 5 minutos (…) Los créditos UVA iban a ser una solución y hoy son un drama para miles de familias”, sostuvo AF.

Macri habló de la “revolución de la energía” y de que la luz ya no se corta, más allá que en junio de este año toda la Argentina, literal, se quedó sin luz. Y Alberto, de paso, le recordó a Macri los tarifazos y la transferencia de recursos que eso significó para (volvieron al debate) “los amigos del presidente”, como Caputo y Mindlin, dueños de compañías energéticas que “se llenaron los bolsillos”, declaró Alberto.

Para terminar. Tantos periodistas sedientos de show, queremos show, sean del formato chimentel o panelistas provocadores reconvertidos en analistas políticos, seguirán debatiendo el debate por TV día y noche y dejarán… los huevos de la teleaudiencia, ay, bien de batidos. Los quilombos de la Argentina se agravaron fiero en la era Cambiemos y rompieron un país entero. Hará falta poner huevo para reconstruirlo… o resucitarlo, como graficó AF en el cierre del debate (episodio final) citando a María Elena Walsh.

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