Silvio Moriconi fue el primer fotógrafo de la redacción de este periódico y recuerda que había que contar los clics para no desperdiciar material e improvisar en cualquier rincón un laboratorio para revelar. Lo único que sobraba era la voluntad y la mística.

Por la Redacción*

Silvio Moriconi es reportero gráfico y comunicador social, colaborador de distintos medios y agencias locales, nacionales e internacionales. Actualmente se desempeña en el área de prensa de la Municipalidad. Pero entre ese abanico de actividades ligadas a la crónica gráfica, tuvo el privilegio, o el karma, de ser el primer fotógrafo de El Eslabón en épocas de rollos, cuartos oscuros y reveladores. En el marco de las notas por los 20 años de este periódico, recuerda la épica en aquellos tiempos de escasos recursos, tanto económicos como tecnológicos, pero en los que la pasión saltaba todas las murallas.

Sobre cómo empezó todo, cuenta: “Nosotros (a finales de los años 90) nos conocíamos de la facultad (de la escuela de Comunicación Social, de la Universidad Nacional de Rosario), y militábamos juntos con algunos de los integrantes del periódico. Para el número cero me avisan que habían usado una foto mía, una que le saqué a Hebe (de Bonafini) y a Osvaldo Bayer, que habían estado en la Facultad de Humanidades y Artes dando una charla. Y yo, imaginate, orgulloso, alucinado, que hayan elegido una foto mía”, exclama y comenta: “Era apenas un aficionado, sacaba con una cámara que me había prestado mi viejo”. Era sólo el inicio, y para el segundo número, su primera cobertura ya como fotógrafo del periódico, fueron los comicios provinciales: “Había que cubrir la elección a gobernador. Ese día arrancamos bien temprano, fuimos con Rodrigo Miró (otro de los miembros fundadores) en dupla a cubrir la elecciones, lo hicimos en bicicleta por todas las escuelas”, dice con una sonrisa.

Laboratorio de aprendizajes
“Para mí El Eslabón fue una escuela. De a poco me fui formando y me fui informando. Recuerdo que la primera redacción, la casa de Rodrigo, tenía una compu y una impresora, y pasábamos horas ahí. Nos turnábamos para editar fotos. Después venía otro y terminaba una nota. Nos turnábamos hasta para la silla, era muy artesanal todo”, describe.

Del mismo modo que lo hacían periodistas de otros medios que brindaban colaboraciones a veces encubiertas con seudónimos, también los fotógrafos de medios locales se sumaban solidariamente al proyecto autogestivo eslaboniano que intentaba romper el duro cerco informativo de entonces. “Eran muchos los que se copaban, Héctor Río, La Negra Fernanda Forcaia, Francisco Guillen, Leonardo Vicenti, Alejandro Guerrero, nos habilitaban algunas fotos, el Turco Sarkissian también…bueno, ¡no quiero dar nombres!”, desliza y se ríe.

“Al poco tiempo, no sé si al año, se suma (como fotógrafo) Franco Trovato, mediante otro compañero, creo que era de la facultad de Veterinaria. Y empezó a laburar pero muy satélite. Después llegaron Guillermo Turín y la Negra Forcaia”, enumera el ex cronista gráfico de El Eslabón.

“Fernanda venía del El Ciudadano, entonces nos propone que nos juntemos como sección de fotografía, y desde ahí nos reunimos en la casa de Guille y empezamos a sugerir cosas muy interesantes. Entonces las tapas estaban más ideadas y era un trabajo más colectivo. La Negra nos dio ideas más globales y ahí quedó conformado el departamento fotográfico”, cuenta.

“La Negra un tiempito después se va, y quedamos los tres (Moriconi, Trovato y Turín). La plata no alcanzaba. Era diciembre de 2001. Ya nos habíamos mudado a la casa de Matías (Ayastuy, otro de los miembros fundadores) y después pasamos a un espacio en la casa del Javi (García Alfaro, diseñador). Una redacción que era una habitación gigante. Y pasó como en Casa Tomada de (Julio) Cortázar, al tiempo habíamos alquilado otra habitación, y después otra. Y una tarde noche, veo que arriba la casa había un altillo desbastado, y propuse que lo limpiaba para armar el laboratorio de fotos”, evoca el ex integrante de El Eslabón. Y sigue: “Con ayuda de otras personas allegadas, mi viejo colaboró me acuerdo con un mueble, le hicimos la carpeta al piso, revocamos, pinté con Guille, trajimos unas ampliadoras de él, otra que era creo de Luciana Seminara, cerramos, le pusimos vidrios porque faltaban, lo aislamos, compramos unas lonas negras, y ahí hicimos el laboratorio”.

Foto: Manuel Costa

Nadie ni nada se daba por vencido
“Empezamos a dar talleres, y con esa plata comprábamos las tortas de rollos de fotos y papel, y entonces cada uno tenía dos o tres rollos. Al principio Julián Lafuente (otro de los miembros fundadores) me daba un rollo, y me decía: andá a tal marcha y sacá cuatro fotos, andá a tal piquete y ahí sacá tres, andá a esta entrevista que va a ser más chica, y sacá una y dos, entonces yo ya me iba con la idea de diseccionar el rollo”, explica Moriconi y agrega: “En diciembre de 2001 mi viejo me había traído unos rollos vencidos re baratos y como El Eslabón era en blanco y negro, y yo sabía que cuando se vencían los rollos se viraban un poco los colores cuando lo revelás, entonces los usé en 2001 porque no teníamos un mango”.

Con el ingreso de más fotógrafos a la redacción, Moriconi comenta que se dedicó más específicamente a notas especiales: “Me acuerdo de hacerle entrevistas a (Víctor Rogelio) Condorito Ramos (histórico goleador de Newell’s), a (Claudio) Scalise (ídolo canalla de los años 80) y ¡notas sobre fútbol femenino! Ahora es una explosión hermosa, pero en esa época fuimos a una cancha en un barrio alejado y unas pibas hermosas nos recibieron, cuando recién arrancaba el fútbol femenino”, destaca.

También recuerda que junto a Franco Trovato escribía una columna de humor firmada por un tal Bill Carolo. “Era un personaje, un periodista hecho mierda que hacía investigaciones bizarras”, detalla. Pero además “¡Hacía una columna con recetas de cocina”. “Hice esas cosas, El Eslabón fue un lugar de aprendizajes diversos. El compañerismo, hacer las cosas desde cero, con mucho empuje y con mucha voluntad, cooperativismo… y poníamos lo mucho o poco que teníamos, equipos, movilidad, dinero, todo iba para que El Eslabón salga a la calle”, concluye.

* Entrevista: Juan Pablo de la Vega. Edición: Ernesto Ávila

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