El refuerzo en los controles a la compra de dólares no logra calmar la presión cambiaria y sus efectos en los precios. Mientras el presidente ganador refuerza su discurso productivista, el mandatario derrotado deja recesión, alta inflación, sequía de reservas y megaendeudamiento.

Agotada la experiencia Cambiemos, Mauricio Macri se despide con una economía en recesión, estancada, con pésimos indicadores sociales y laborales, y con altísima inflación: se estima más del 4 por ciento para octubre, con resabios de la devaluación pos Paso, y se proyecta cerca del 60 por ciento anual, más del doble que en 2015. El mandatario electo Alberto Fernández encaró la “transición ordenada”, después del gran desorden ajustador. Además de ponerse la gorra de Brian, agitó otra vez lo del acuerdo social, resaltó la “urgencia” de aplicar un plan contra el hambre, visitó fábricas y prometió recomposición productiva y envión al consumo, entre varias cuestiones, como atender el temita de la renegociación de la deuda externa, el postergado y último desembolso del FMI y las presiones cambiarias, que no se detienen pese a la puesta en práctica del súper cepo macrista.

Tras ganar las elecciones presidenciales, el futuro gobierno del Frente de Todos deberá enfrentar las gravísimas consecuencias de la macrisis. Las esperanzas de un mejor vivir anheladas por las mayorías populares, que acompañaron con el voto a la fórmula Alberto-Cristina, conviven con los trances que genera el megaendeudamiento externo que impulsó el gobierno de Cambiemos. Después de pulverizar reservas con objetivos electorales y tras morder el polvo de la derrota, el macrismo endureció políticas de control cambiario (necesarias, pero tarde y mal aplicadas) que antes aborrecía, para tratar de despedirse, si se quiere, un poquitito mejor, evitar un estallido financiero, posicionarse a futuro como referencia opositora, y de paso dejarle latente otro problemón a resolver al gobierno que llega.

Cerca de la medianoche del mismo domingo 27 de octubre, con el resultado puesto de las elecciones presidenciales, el Banco Central endureció restricciones a la compra de dólares, al reducir de 10.000 a apenas 200 dólares el límite de compra mensual por persona, después de quemar 22 mil palos de reservas entre las Paso y los comicios generales. También se especulaba con un posible desdoblamiento del mercado cambiario que, por el momento, no encuentra cabida. El súper cepo, según la mirada de diferentes economistas, puede profundizar lo que se conoce como brecha cambiaria (diferencia entre la cotización oficial e ilegal del dólar), situación que tiene efectos sobre las expectativas de inflación.

La suba del tipo de cambio de 48 a 60 pesos el día después de las Paso como castigo macrista a los “mal votantes”, aceleró los precios de agosto (4 por ciento), septiembre (5,9) y también de octubre, mes donde se espera un 4,5 por ciento de inflación, con fuerte incidencia en alimentos. En una economía dolarizada, se mueve el dólar, se mueven los precios. En la era Macri hubo megadevaluaciones con estampida de precios, mientras el salario no paró de caer y registró, por lejos, la baja más pronunciada de toda América latina y el Caribe, menos 17 por ciento el último año. La suba de 60 a 65 pesos del valor del dólar en la semana previa a las elecciones generales (estaba a 9,50 cuando asumió Macri) también impactará en los precios minoristas, como lo harán la eliminación del programa Precios Esenciales y aumentos estipulados para los dos últimos meses del año, como el caso de combustibles.

El Frente de Todos supo canalizar el descontento con las políticas antipopulares del macrismo de los últimos cuatro años. Café con leche y medialunas mediante, se abrió el período de transición hacia el 10 diciembre, que desde el punto de vista económico ya había comenzado después de las Paso. La economía, como se dijo, viene muy cascoteada. La actividad y el consumo están en niveles de 2001, con aceleración inflacionaria y una presión sobre la cotización del dólar que no cede pese al “cepo hard”, como dice el diario Ámbito Financiero. La pérdida de divisas tampoco había parado con el primer cepo macrista, vale recordar, decidido a los apurones después de las elecciones primarias.

“Se vienen tiempos complejos. Hay que volver a poner en marcha la Argentina en un escenario de alto endeudamiento, que condenó a la pobreza a muchos argentinos”, dijo AF desde Tucumán, el día después de ganar las elecciones en primera vuelta con casi el 50 por ciento de los votos, con casi diez puntos de ventaja, al tiempo que aseguró que para eso es necesario alcanzar el tan mentado pacto social y federal.

El derrumbe político de Cambiemos tiene entre los antecedentes la crisis económica y financiera derivada de su propio plan de gobierno, en tándem con el FMI, que arrastró lo arrastró a un callejón sin salida en términos económicos, pese a permitirle contar con una fuente extra de dólares como salida frente al cierre del crédito internacional. Desde el acuerdo con el FMI, la pobreza, según números oficiales, creció diez puntos en el país, y la pérdida de reservas superó los 50 mil millones de dólares. Un trabajo del Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda contabilizó que, en lo que va del año, el gobierno se fumó más de 3 millones por hora en reservas, 50 mil dólares por minuto.

Desregulación cambiaria y libre movimiento de capitales para “los mercados”, sus aliados, fueron las primeras medidas en la era de la alianza PRO-UCR, que termina su mandato con todos los indicadores en fase negativa, incluso aplicando políticas que antes criticaba, como lo del súper cepo para frenar la hemorragia de reservas del Banco Central y tratar de domar el precio del dólar y sus impactos en la economía real.

La política económica adoptada por el gobierno del empresario Macri profundizó los problemas existentes y generó nuevos. A fin de año la actividad económica será un 5 por ciento menor comparada con 2015; la cantidad de argentinos con ingresos por debajo de la línea de pobreza se incrementará un 35 por ciento, y el nivel del endeudamiento será de tal magnitud que volverá a dejar a país en una situación de extrema fragilidad para avanzar en un sendero de desarrollo.

“Si la situación no se desbanda, nuestras proyecciones de reservas al realizarse el cambio de mando se ubican cercanas a los 40.000 millones de dólares. De modo que si se descuentan los préstamos del BIS (Banco de Pagos Internacionales), el swap chino, el oro y los encajes por depósitos en dólares, las reservas operativas a ese momento serán alrededor de 8.000 millones de dólares. Pero aún en un escenario de transición estable, la actividad económica y el empleo continuarán en contracción, dado el deterioro del consumo por una inflación que le gana a los salarios, una inversión real paralizada por la incertidumbre cambiaria y la elevada rentabilidad financiera, y el escaso margen fiscal para la implementación de políticas contracíclicas”, advirtió el economista Andrés Asiain, director del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (Ceso).

Macri logró reducir el “costo” laboral, apadrinó despidos, dejó caer el poder adquisitivo de los salarios, recortó el gasto público, hizo eje en la especulación financiera. El plan sirvió para unos pocos privilegiados, pero fracasó para buena parte de la sociedad, que respondió en las urnas al intento de reelección. Ahora, en la vuelta al gobierno del kirchnerismo y de Todos, será necesario, entre muchas otras cosas, contener precios y recomponer ingresos para poner a la Argentina otra vez a carretear.

Las tradicionales recetas de ajuste auspiciadas por el Fondo Monetario Internacional, las mismas que generan turbulencias en varios países de la región, como en el “oasis” chileno, aceleraron el cantado final de una nueva etapa del neoliberalismo en la Argentina. Mientras, el presidente en retirada dice en tono “conciliador” que todo este descalabro fue para “ayudar” a los argentinos.

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