La Argentina asistió en los últimos siete días a la forzada contraofensiva de un Gobierno derrotado en las urnas y horadado internamente por la certeza de la falta de todo futuro en la carrera política de casi todo el mejor equipo de los últimos 50 años.

El pavoneo patético de Macri en el escenario del Centro Cultural Néstor Kirchner no hizo más que mostrar el lado oscuro de la luna de la dirigencia PRO, que sentada en primera fila, no devolvió siquiera una sonrisa a sus expresiones vacías.

La única explicación para ese absurdo stand up debe buscarse en la exigencia que impone el poder extraterritorial de la embajada norteamericana: intentar la sobrevida de una fuerza política que conspire contra el “populismo” que está pronto a sucederlo.

La sede diplomática ubicada en la zona más coqueta del barrio de Palermo, el dispositivo de medios hegemónico, y los actores económicos más reaccionarios que se asociaron a la coalición que gobernó este cuatrienio apuestan a que no se desarticule lo que tanto le costó construir al establishment argentino.

A las grandes mayorías, por la imperiosa necesidad de subsistir, por la expectativa en que de una vez por todas se vaya este hato de depredadores, y por el hastío que ya generan la farsante gestualidad y el cínico discurso del maleante mayor, no les importa si “hay gato para rato”.

Héctor Magnetto, CEO del Grupo Clarín, arribando al festejo por los 15 años de La Nación. Foto: Infobae

El Ejército Republicano del Centro

“Argentinos exigentes, argentinos que no regalan nada; que evalúan antes de poner su voto, pero como hubo muchos «se pudo», dijeron que esto del cambio es posible. El primer «se pudo» es que se pudo gobernar con honestidad; todos nos vamos a casa con la conciencia tranquila y las manos limpias”.

Macri puede decir esas cosas porque aún en la derrota el blindaje mediático se lo permite. Es más, esos medios refuerzan ese relato falaz, otorgándole soporte periodístico, aunque esa verosimilitud esté en declive, porque poco a poco van saliendo a la luz las operaciones de inteligencia, judiciales y políticas para el armado de causas contra opositores cualquiera ques interponga en el camino del poder establecido.

La principal mentira del dispositivo de medios dominante es su presunta neutralidad, su declamada imparcialidad, su impostada ubicación en el centro de dos polos cuyo enfrentamiento ellos relatan, a menudo diciendo que son heridos por las esquirlas de esa conflagración.

La verdad es que son un ejército. Bien pertrechado. Letal, porque ha llegado a matar para quedarse con bienes de otros o para ganar una pulseada política. Es una fuerza armada que confiesa que hace periodismo de guerra. Es el Ejército Republicano del Centro.

Y es tan importante saberlo como desmontar ese velo que impide a millones de personas ver a ese ejército como tal, y no como –en el mejor de los casos– medios que sólo tienen intereses económicos como cualquier empresa, y que su “línea editorial” responde a eso. Ya no hay líneas editoriales, hay programas de gobierno y de ordenamiento social.

El título de Clarín “Vivir en 30 metros cuadrados, una tendencia que crece entre los porteños” no es una línea editorial. Es liso y llano disciplinamiento social. Y humillación al derrotado. A este ejército, como al nazismo, no le bastaba con derrotar al enemigo, necesitaba postrarlo y humillarlo. Ese medio, en el pico de desempleo, llegó a titular “Diez años en la misma empresa puede ser un fracaso personal”.

El pretendido ingenio de La Nación al publicar un artículo titulado “El helado en palito empieza a tomar impulso”, debe ser traducido como un aporte al modelo que Macri quiso naturalizar, recibiendo por parte del 48 por ciento de la sociedad un cross en la mandíbula.

Macri, Awada, R. Larreta, Legrand y su hija Marcela Tinayre rodean a Bartolomé Mitre, tataranieto del fundador de La Nación. Foto: Patricio Pidal | La Nación

¿Cómo mantener la llama encendida?

Para los ingenuos que creen que alcanza con declarar el estado de no beligerancia para que termine la guerra periodística, la transición –salta a la legua– obsesiona al Grupo Clarín, y su poder de fuego intenta condicionar al futuro Gobierno.

Su novedoso newsletter –que llega a los correos de sus usuarios pasadas las 21 de cada jornada– lleva como chapa principal, en letras mayúsculas, la leyenda “El Nuevo Gobierno”, una breve bajada donde se lee “Todo lo que hay que saber sobre la transición al 10 de diciembre”, y de allí en más, el puñado de notas seleccionadas que recomienda leer.

El envío del boletín de Clarín permite practicar un ejercicio interesante: comparar el sumario sugerido por el diario con las notas que el mismo medio, al día siguiente, asegura que son “Las más leídas”.

El lunes 4, el listado de notas sugeridas a una hora en la que se infiere intenta marcar agenda para el día siguiente, fue esta:

  • Alberto Fernández, sobre la continuidad del cepo al dólar: “El 10 de diciembre cambia un Gobierno, no la realidad económica”.
  • El viaje de Alberto Fernández despertó un interés récord entre los periodistas de México. La Secretaría de Medios acreditó a 84 cronistas, 48 fotógrafos y 64 camarógrafos y técnicos para la reunión con López Obrador.
  • El Gobierno preparó un informe para defenderse y promocionar “la herencia” económica que le deja a Alberto. Lo prepararon entre el jefe de Gabinete, Marcos Peña; y el ministro Hernán Lacunza.
  • El gremio de empleados públicos anticipó que no reclamará un bono de fin de año a Alberto Fernández. Andrés Rodríguez, titular de Upcn, adelantó que el presidente electo participará el viernes del plenario de la CGT.
  • Felipe Solá: “No vamos a modificar nuestra visión sobre Venezuela por la deuda con Estados Unidos”. El diputado nacional destacó el encuentro entre Alberto Fernández y el presidente mexicano López Obrador.
  • Mauricio Macri a sus funcionarios: “Hay Gato para rato”. El Presidente habló en el CCK ante los miembros del Gabinete ampliado. Clima de despedida y arenga política.
  • Conadep del periodismo. Hugo Moyano pide investigar a periodistas: “Tienen que pagarla”. El líder de Camioneros dijo que se debe “revisar” la tarea que tuvo la prensa durante el gobierno de Macri.

El martes, en el segmento que Clarín asigna a “Las más leídas” de la sección Política en ese día, figuraban las siguientes notas:

  • Transición en llamas: revanchas, cantos y aprietes de militantes K.
  • Rubén «Pollo» Sobrero, contra todos: insultó a Mauricio Macri y dijo que Alberto Fernández está armando un Gabinete de “menemistas”.
  • Obsesivo y mirando “área por área”, Axel Kicillof define su Gabinete.
  • Alberto Fernández sugirió que el cepo seguirá y adelantó la desdolarización de las tarifas.
  • La advertencia de Juan Grabois a Alberto Fernández: “Hay mecha corta en la Argentina, no hay margen para nuevas decepciones”.

El simple repaso de ambas nóminas indica que de todas las notas sugeridas, ninguna rankea entre las más leídas. Los motivos pueden ser infinitos, y podrá ser materia de análisis semiológico, e incluso otras disciplinas podrían arribar a conclusiones varias o inagotables.

Existe un hecho inobjetable. El Ejército Republicano del Centro tiene que mantener viva la llama del neoliberalismo en clave bélica, pero con su rostro de libre expresión amenazada por la “dictadura K”.

En la Argentina es K, pero está claro que en Bolivia es “A” de Aymara o “E” de Evo Morales, en Brasil la denominan PT, en Ecuador le cuelgan ese sayo a Rafael Correa, en Venezuela el dictador es Nicolás Maduro, en Chile son vándalos y delincuentes saqueadores, y así hasta el infinito que cree ver el poder establecido, el polo de poder dominante que inventó las democracias condicionadas como reemplazo a los golpes puros y duros.

Pero ya no les alcanza, porque los pueblos encuentran su forma de burlar los cazabobos que deja sembrado el sistema y desde hace un buen tiempo gana elecciones y gobierna reconociendo derechos, redistribuyendo la riqueza, apostando al desarrollo, a la educación gratuita, a la ciencia, a la tecnología, al valor agregado a las materias primas, todo el corpus de prácticas que el neoliberalismo condena por “populista”.

En ese contexto, si hay “gato para rato”, ¿a quién, si no al poder más oscuro le importa? ¿Qué puede significar para los grandes afectados por las políticas pervertidas de Cambiemos que el cínico saliente conduzca o no a la oposición?

Los medios en guerra contra el Pueblo son un peligro mucho más concreto, asequible, palpable, que la disputa pedorra entre Macri, Vidal, R. Larreta o algún desvergonzado radical por conducir a la oposición.

“Conducir la oposición” debe conjugarse con otros verbos: sabotear, boicotear, impedir, estorbar, mentir, operar. Y esos infinitivos tienen calibre: el de las municiones con que se cargan las armas del periodismo en guerra contra las grandes mayorías.

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