El reconocido historietista y narrador Renzo Podestá fue el primer ilustrador de El Eslabón. Recuerda los caóticos pero divertidos comienzos y los teléfonos intervenidos por una nota a un funcionario reutemista.

Por la Redacción*

Renzo Podestá, historietista y narrador, miembro fundador de la Asociación de Historietistas Independientes de Rosario, fue el primer ilustrador de El Eslabón. Hoy mantiene su oficio de dibujante y colorista freelance para clientes y editores de Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Noruega, Dinamarca, entre otros tantos países. Además, lleva adelante con su compañera Mariela Viglietti el sello editorial Lenoise, y un colectivo audiovisual denominado BS. En el marco de las notas por los 20 años de este periódico, recuerda: “Arranqué bien en el primer número «El eclipse del modelo». Me acuerdo del momento de estar esperando que llegue el paquete con los ejemplares”, cuenta entre anécdotas graciosas y otras más serias, como “los teléfonos intervenidos” luego de una polémica nota al entonces ministro de Gobierno de Santa Fe, Ángel Baltuzzi.

“Éramos todos compañeros conocidos de la facultad de Comunicación Social, era sabido que muchos tenían una militancia en el (Frente Santiago) Pampillón, yo siempre fui autoconvocado (se ríe). Yo siempre fui de la biblioteca Ghiraldo de todo ese palo rojo y negro. Pero también, por ejemplo, le dibujaba los flyer a los del Pampillón, y a la hora de generar y cranear la estética del periódico yo estuve desde el principio como dibujante editorialista, como ilustrador de notas. Creo que nunca en mi vida dibujé tanta manifestaciones”, dispara con una carcajada y define aquellas primera épocas como “un quilombo, pero muy divertido”.

“Todas las primeras notas, de (Carlos) Del Frade, (Alfredo) Montenegro, de Manolo Robles, las dibujaba yo. Silvio (Moriconi, fotógrafo) no llegaba a cubrir todo, porque era todo a pulmón, lo que no se podía cubrir con foto de archivo o con las ilustraciones de Luis Scafati, el ilustrador mendocino que había permitido que usemos sus dibujos, bueno, lo hacía yo. Y estaba para rellenar huecos estéticos y ese tipo de cosas”, rememora el ex integrante de El Eslabón.

“De la ilustración editorial pasé a tener en el periódico una tirita, que era muy mediocre, yo nunca fui humorista gráfico, sino más bien historietista gráfico, más de hacer libros”, aclara el autor de obras emblemáticas del cómic nacional como Warpaint, Perro, y El aneurisma del chico punk, entre tantas otras publicaciones.

“En Contrapunto llegué a tener secciones escritas. Una era como de biografías apócrifas, en ese momento estaba metido en el periodismo ficción. Creo que se llamaba Renzografía, así, un nombre triste. Me echaba notas a colectiveros, que estaban circulando, que daban digamos un alegato de lo que estaba pasando, mechados con autores clásicos, y después la clásica sección llamada «No leas esto», donde ahí ya vomitaba cosas más ardientes”, rememora Podestá, y subraya: “Estamos hablando de una época pre internet, pre facebook, nos manejábamos por mail, era una cosa cuasi artesanal”.

Entre la tinta china y lo digital

Como herramientas de trabajo de aquellos años enumera: “Siempre trabajé con tinta china, pincel, estilógrafos, son los clásicos. Y en ese entonces aprendí a trabajar mucho las herramientas digitales, otros insumos que sirven para responder a ciertas ideas. Trabajamos el fotomontaje. La gran herencia del Página/12 en El Eslabón eran las tapas irónicas”.
“En el caso específico de la ilustración editorial es ir en consonancia con la estética del periódico. En esa época era super caótico El Eslabón, a nivel estético. Estaba bien en un punto porque era ir viendo, creciendo, escuchando. Yo participaba en redacción. Yo iba como mi kit y decía, qué tengo que hacer. Me llegan a pedir otra manifestación y los mato”, se ríe el autor de Taxidermista y Steve Ditko, investigador privado.

“Aparte era un época súper convulsa, imaginate el 99, estaba todo el coletazo de la ley de educación superior, era una ley de recorte y avalada por organismos que decían hay que cortar esto, era la época donde se estaba instalando el Polimodal, y había mucho rechazo, eran los último estertores del menemismo. No estaban las cosas para nada bien, estaba todo mal trecho”, sentencia el ilustrador rosarino, que luego vivió durante más de una década en Córdoba.

De servilletas y otras yerbas

“Cuando saltó lo del «ignoto pasquín» (como lo definió al principio el diario La Capital), lo de (el ministro de gobierno de Carlos Reutemann, Ángel) Baltuzzi, empezó a joderse la cosa (había sucedido una manifestación en su contra por no haber separado de sus cargos a cuatro policías apuntados por los organismos de Derechos Humanos como parte del grupo de tareas de Agustín Feced). Todos teníamos el teléfono intervenido, es algo que no nos acordamos a veces”, sostiene Podestá y añade “Había servilletas en la facu, eran épocas muy convulsas, y tratábamos de surfear la ola haciendo diferentes cosas”.
“En lo particular, me alegra mucho que hayan sostenido el proyecto, de hecho me sorprende (se ríe), hubieron ciertas crisis, enamoramiento, desencantos, procesos que fueron ocurriendo y el factor humano de manera colectiva es un logro en sí mismo. Después, podemos discutir los criterios, el acercamiento, el foco, el tono, todo lo que vos quieras”, define Podestá. “Como la posverdad inunda todo, si vos estás hablando con criterio y con datos, hacés la diferencia, es algo que vale tomar en cuenta, y es bueno seguir insistiendo con eso”, concluye.

* Entrevista: Juan Pablo de la Vega. Edición: Ernesto Ávila

Más notas relacionadas
Más por Juan Pablo de la Vega
  • Solidaridad de clase

    Beatriz Introcaso, titular de Coad, habló de la “desazón” en las universidades por las pol
  • Para sembrar la semilla de la memoria

    El Museo municipal de Córdoba y Moreno cuenta con un nuevo espacio destinado a las infanci
  • Alto guiso

    Yo no sé, no. Casi todos esa semana de abril teníamos puesta la cabeza en cómo formar el e
Más en El Eslabón

Dejá un comentario

Sugerencia

La inmunidad del negacionismo

Cacerola en mano, sin barbijo y amontonándose en festicholas o en clases, la muerte resist