La centralidad de la experiencia audiovisual en las sociedades contemporáneas es innegable. Sin embargo, existe una distancia importante entre la riqueza y diversidad de la experiencia visual y nuestras habilidades para analizar esas observaciones y hacer algo con ellas.

Aprender a leer esas imágenes y analizar la carga que contienen, abriéndolas hacia contextos más amplios y poniéndolas en relación con otros relatos y discursos que interpretan esa realidad, es una tarea educativa de primer orden.

Una mirada “desprevenida” podría solo ver a una mujer usando un celular. Hay mucho más en esa imagen tomada hace poco más de un mes en las ruidosas, multifacéticas y sobreabundantes calles de La paz.

Hay orgullo y respeto a un legado. Hay pertenencia. Las mujeres son las mejores representantes de esa herencia, se diferencian claramente el vestuario de mujeres potosinas, orureñas, paceñas, cochabambinas, chuquisaqueñas o tarijeñas.

Hay una lengua inaudible en una imagen pero que resuena viva en ese teléfono. Es una de las 36 lenguas reconocidas en Bolivia. Español, quechua, aymara y guaraní son las más habladas. Ocho de ellas, araona, mosetén, movima, sirionó, yaminahua, yuqui, tapiete y machineri están en riesgo de extinción.

Hay dignidad. La dignidad que con el recientemente depuesto gobierno de Evo Morales habían logrado celebrar.

Es una hermana boliviana que podía hace poco más de un mes caminar tranquila las calles paceñas. Hay respeto a lo diverso.

Hay tecnología actual. Hay acceso a la misma. Hay derecho a tenerla. Hay condiciones para obtenerla. Hay inclusión en la vida política, económica y cultural.

Hay alfabetización. Un Estado que entendió a la educación como derecho, con una tasa que bajó de ser de 2 dígitos a 0.Un acceso a la escolaridad que respetó y puso en valor lenguas, vestimentas y costumbres.

Otra imagen. Una bandera quemada por un grupo de personas. No cualquier bandera. Es la Whipala. Es ese símbolo que representa todo lo que aquella mujer cree y respeta.

La Wiphala es bastante más que una bandera, es la representación de la filosofía andina, simboliza la Pachakama (principio, orden Universal), y la Pachamama (madre, cosmos) que constituye el espacio, el tiempo, la energía y nuestro planeta. La Wiphala es un todo.

Hay odio y desprecio en esta imagen. No hay polleras largas, ni bombines, ni aguayos. Aún sin sonidos en la imagen se escucha el grito despiadado de quienes no reconocen su origen ni historia. Celebran simbólicamente la exclusión de esos otros y otras que sienten y enarbolan la Whipala.

No observé eso hace poco más de un mes en La paz.

La mirada iba desprevenida, gozosa, vibrante de los encuentros con la infancia y la docencia en las proyecciones de cine y los talleres de Alfabetización Audiovisual.

En conversaciones con educadoras y educadores no se habló de intolerancia sino de necesidades de formación… para todos y todas, los de la Biblia y los de la Whipala, los que apoyaban a Evo y los que no.

La mirada no pudo ver los intersticios por donde se habrían de colar la violencia y el golpe de Estado. Estaban ahí. Esperaban agazapados. ¿Estaban solo en Bolivia?

 

 * Profesora a cargo de talleres de Alfabetización Audiovisual para niñas, niños y docentes de nivel primario y secundario en Kolibrí – Festival Internacional Audiovisual para la niñez y adolescencia en la La Paz, Bolivia, entre el 7 y 13 de octubre de 2019.

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