Yo no sé, no. Yendo para la carnicería del barrio, que era una de las últimas que vendía bofe con gañote sin pesar –lo primero para el gato y lo segundo para el perro–, antes de llegar había casi siempre una piba, escoba en mano, quizás para escaparle al encierro. No le esquivaba a las miradas y, más aún, contestaba con un “¡buenas!” a cualquier saludo. Una tarde, le sonrió a un pibe que tendría 11 años (la piba andaría por los 14) y que la había saludado con un “¡hola! ¡qué lila que sos!”. El pibito, que se llamaba Wuelvi, pasó a ser Kelila. Y la piba de la vereda también, pero con el “La” al principio.
Al tiempo, Wuelvi (Kelila), para poder sortear la dificultad que tenía al hablar, se ponía a relatar un partido de fútbol con un palito como micrófono (condición sine qua non para arrancar). Con esta particularidad, el equipo del relato era una mezcla de los mejores jugadores de Central, Ñul, Boca y River; pero eso sí, el gol siempre lo metia un tal Ramiro Blacut. Siempre terminaba así el comentario: “¡Qué lila jugada que terminó en el gol de Blacut!”.
Pasó un tiempo, y ya por los arrabales del Superior, en esas trasnochadas con los cumpas en el bar, cuando aparecía una para el meloneo, con Pedro nos imaginábamos una “quelila” jugada que terminaría bien. Por esos tiempos, quelila (que linda) era la Patria que queríamos. Igual pensábamos que el equipo debía ampliarse, como una gran selección de distintas ramas, desde la izquierda no gorila hasta la nacional no facha, para ir gambeteando a los poderosos del coloniaje, enemigos desde siempre de la Gran Patria, y que los goles los hicieran los Ramiro Blacut del momento, que habían bajado desde el Alto Perú para mandarla adentro.
Hoy, cuando vemos lo que pasa en el barrio de Bolivia, decimos barrio para tumbar fronteras que nos quieren imponer aquellos que desde los micrófonos del gorilaje boicotean los procesos populares (procesos que entre otras cosas sentaron a la mesa a muchos sectores y que el bofe y el gañote vuelva a ser sólo para el gato y el perro) con un relato de varios palitos (millones) de mentiras, la idea es formar la gran selección para disputar barrio por barrio hasta liberarlos.
Mirá que hay que gambetear, me dice Pedro, y tocar y recibir y devolverla lo más redonda posible. Esto me lo dice a unas cuadras de la Fiesta de las Colectividades, y sentados en un cordón comiendo un chori nos imaginamos a Wuelvi a pura gambeta y yendo a abrazar a su Blacut y los dos hacia la carpa de la Kelila Bolivia de Evo.
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