Hace dos meses un amigo me escribe por uasap: “Estoy en el parque, acá al lado está Nicki Nicole”. Y me manda de una foto de una piba que nada que ver. Claramente era otra persona. Pero ese es el tipo de fiebre que provocó la pseudomisteriosa aparición en Youtube de cuatro temas en este orden cronológico: Wapo Tracketero, la session 13 con Bizarrap, Años Luz y Fucking Diablo. Fueron más de 100 millones de vistas en total y saltaron todo tipo de especulaciones y chismes sobre la artista –esto es lo crucial del asunto– rosarina. Que iba a la Gurruchaga y dejó la escuela cuando le faltaba poco para terminar, que le pidió a no sé quién 150 mil pesos para un show, que si vas a no sé qué boliche está siempre. Cosas inevitables en este pueblo grande cuando la información es retaceada deliberadamente para generar una expectativa propicia para un lanzamiento global.

Era obvio que, más allá de haber arrancado con productores locales (Cocodrilo P&B), se estaba cocinando algo más grande con Nicki y está bien. No hay todavía ningún software que pueda inventar el fraseo, la forma de cantar y el carisma frente a la cámara. Tiene 19 años y es un monstruo, en el mejor de los sentidos.

Pero entonces, el 8 de noviembre pasado, sale el disco. La tapa promete y yo me entusiasmo: un dibujo con aires hiphoperos de ella sosteniendo el frente de la casa donde vivió (o vive, no sé) en Valparaíso 1618 (es igual a la real, lo comprobé en google maps, acá chequeamos todo). Recuerdos, ese el nombre del disco, tiene nueve canciones producidas en su mayoría por Mauro de Tomasso y editadas por el sello Dale Play, ambos referencias argentinas de lo que se conoce como “música urbana” en toda América Latina. Salvo Shorty, el duo con Duki (hay otro tema compartido con Cazzu), que recupera un poco el espíritu auténtico y salvaje de Wapo Tracketero, el resto de los tracks son canciones que se podrían haber escrito en cualquier estudio del mundo, explorando esa mezcla de R&B, dance, hip hop, trap y soul que hizo triunfar a Lali, Jimena Barón o Paulo Londra, por poner tres ejemplos cercanos de cientos de artistas. Acá tengo que aclarar: no me voy a hacer el inocente, entiendo que toda esa inversión de capital apunta a vender a Nicki Nicole en mercados donde no tienen la menor idea sobre la ubicación geográfica de la calle Valparaíso. Pero la enorme distancia que hay desde ese punto de la cercana zona oeste de Rosario al resultado final de Recuerdos permitía más grises, sin dudas. Ojo, el disco suena bien y no hay autotune ni colchoncitos de teclados que puedan con la fuerza natural que habita ahí dentro de Nicole Cucco. Escuchenló, van a ver. 

En fin, lo que vengo acá a decirles es que más allá de prejuicios y subjetividades de vejetes como yo, está claro que estamos ante un fenómeno sin precedentes: está todo dado para la aparición en el firmamento de la primera estrella pop global rosarina. Es como un cometa, pasa cada cientoypico años y no hay que perdérselo.

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