Los años de la educación macrista son para recordar. Sí, para no olvidar y hacer siempre memoria de las cuatro décadas donde aprender y enseñar dejaron de ser derechos, para proyectarse al servicio del mercado. Hubo una planificación consciente en cada decisión de Cambiemos en materia educativa.

La deshumanización de las relaciones, el desprecio por los más pobres y la descalificación permanente hacia el magisterio (y particularmente sus representantes sindicales) fueron patas principales para sostener este modelo de educación basado en el individualismo meritocrático. Algunas frases pronunciadas por los referentes principales de Cambiemos –hay más, muchas más– desnudan y sintetizan los objetivos de las políticas educativas de la presidencia de Mauricio Macri.

“Una revolución educativa”

La promesa de una “Revolución educativa” fue una de las más escuchadas en estos años. Desde antes de asumir como ministro de Educación y Deportes de la Nación, Esteban Bullrich la repetía en cada presentación pública. Le oponía la de “fraude educativo” para dar pie a la supuesta falta de evaluaciones en el sistema educativo. “¿Cuántos ministros de Educación renunciaron porque esa ley (secundario obligatorio) no se cumple?”, preguntaba en una conferencia realizada en la Universidad de San Andrés, en abril de 2016. También pedía que se le hiciera un juicio político de no cumplir con sus funciones.

Cambiemos no cumplió con ninguna de las leyes de educación vigentes: ni la de educación nacional, técnico profesional, de financiamiento educativo, de educación sexual integral ni la llamada de los 180 días (que obliga a la Nación a asistir a las provincias en caso de dificultades financieras para pagar salarios). Este incumplimiento se llevó las vidas de Sandra Calamaro y Rubén Rodríguez, en Moreno (por una explosión de gas en la escuela donde trabajaban) y de María Cristina Aguilar y Jorgelina Ruiz Díaz, cuando regresaban por una ruta en Chubut luego reclamar que les paguen sus sueldos.

De aprobarse el actual presupuesto (nacional) tal como fue enviado como proyecto (por Cambiemos), el presupuesto educativo del Estado nacional en 2020 será, en términos reales, un 34 por ciento más bajo que el de 2016”, advierte un estudio presentado en noviembre pasado y realizado por un Colectivo de Observatorios y Equipos de Investigación en Educación que integran diversas universidades nacionales. Es decir, la “Revolución educativa” prometida ni asomó, las leyes no se cumplieron y las escuelas, como en los 90, volvieron a ser comedores. Y el ex ministro Bullrich no sólo no renunció sino que ocupa una banca en el Senado de la Nación sin el menor pudor.

“Caídos en la pública”

Tenemos que trabajar, en terminar con la terrible inequidad entre aquel que puede ir a una privada y aquel que tiene que caer en la escuela pública”, dijo el presidente Mauricio Macri en uno de sus sincericidios más escandalosos. La infeliz frase la expresó el 21 marzo de 2017 cuando presentaba los resultados del Operativo Aprender, y mientras se concretaba un paro nacional de educadoras y más de 400 mil docentes se unían a la Marcha Federal Educativa, para reclamar por la paritaria nacional (dejada sin efecto por un decreto de Macri de enero de ese año). La ausencia de esta paritaria ha llevado otra vez a la fragmentación entre provincias “ricas” y “pobres”.

El jueves pasado, en su cadena nacional de despedida, otra vez Macri eligió las pruebas estandarizadas para hablar de educación y lo que piensa de los “caídos en la pública”. “Creemos en la educación pública y por eso iniciamos una serie de reformas para mejorar su calidad”, dijo para enfatizar las pruebas estandarizadas, ya denunciadas como verdaderos negocios de las corporaciones editoriales, entre otras. El mismo día que Macri deliraba sobre “los logros educativos” en estos cuatro años, un nuevo informe de la UCA revelaba que la pobreza en la Argentina alcanza al 40,8 por ciento de la población.

“Los pobres no llegan a la universidad”

«¿Es de equidad que durante años hayamos poblado la provincia de Buenos Aires de universidades públicas cuando todos los que estamos acá sabemos que nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad?», expresó la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal. Fue en un almuerzo del Rotary Club, el 30 de mayo de 2018. De alguna manera venía a reforzar la idea de “caídos en la pública”.

Tan repudiables como desafortunadas resultaron las expresiones de Vidal, planteadas a poco de cumplirse los 100 años de la Reforma Universitaria de 1918. No fueron tampoco casuales, en ese mismo año (2018), el gobierno nacional decidía un recorte de 3 mil millones de pesos para las universidades públicas.

El achicamiento en la formación docente, en el cierre de institutos superiores, en la creación de la Unicaba y en las becas estudiantiles reflejan claramente los dichos de Vidal de algo así como “para qué pensar una educación para los pobres si siempre van a ser pobres”. Pasó lo mismo con el desmantelamiento de todos los programas socioeducativos como los de coros y orquestas, de ajedrez o la entrega de netbooks, de libros, de laboratorios escolares. Entre ellos, otro decisivo programa como el de educación sexual integral, más ante el avance de los sectores antiderechos en la región.

En ese mismo año en que Vidal mostraba su desprecio por los pobres, Macri decidía terminar –1° de septiembre de 2018– con el Ministerio de Ciencia y Tecnología (creado en 2007), para convertirlo en Secretaría. En campaña, había prometido “mantener el compromiso con la investigación y ponerla al servicio del desarrollo del país”. Lo que hizo fue lo opuesto: desmanteló un sistema científico y tecnológico floreciente.

Campaña del Desierto educativa

Uno percibe la emoción que tiene este acto para todos ustedes. Hace muy poquito cumplimos 200 años de independencia, y planteábamos con el presidente que no puede haber independencia sin educación. Y tratando de pensar en el futuro, esta es la nueva campaña del desierto. Pero no con la espada sino con la educación”, expresó Esteban Bullrich cuando era ministro de Educación y asistía a la inauguración del nuevo Hospital Escuela de Veterinaria dependiente de la Universidad Nacional de Río Negro, en Choele Choel. Fue en septiembre de 2016.

Y sí, las políticas educativas de Cambiemos fueron un verdadero exterminio de la educación pública, tanto en materia de infraestructura y recursos, como en planes para garantizar el pleno derecho a los aprendizajes. No sólo no se crearon escuelas sino que se abandonaron las existentes. Un ejemplo palpable es la famosa promesa de construir “3 mil jardines de infantes” en estos cuatro años. En 2017 el anuncio se transformó en 10 mil nuevas salas, al final del mandato ni unos ni otras.

En esta “Campaña del Desierto para la Educación” también se inscriben la promoción de las neurociencias, de las pedagogías Cris Morena y del fomento del emprendedorismo para anular cualquier intento de pensamiento crítico. Y por otro, para reforzar la idea de mirar al semejante como enemigo, y sobre todo aniquilar la lucha de Madres, Abuelas y los organismos de Derechos Humanos por construir memoria, verdad y justicia.

En esta última materia, la ministra de (in)Seguridad Patricia Bullrich tiene su cuadro de honor en promover la pedagogía del odio, alentando “Chocobares”, a andar armados y a justificar el accionar represivo de la Gendarmería Nacional: la persecución y muerte de Santiago Maldonado es el ejemplo más claro. Además de la creación del Servicio Cívico Voluntario en Valores, a cargo de Gendarmería y con el visto bueno del ministro de Educación, Alejandro Finocchiaro.

Las políticas educativas de Cambiemos, con Macri y sus aliados de turno a la cabeza, resultaron una Campaña aniquiladora de la educación pública argentina y de sus valores más nobles.

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