Yo no sé, no. Pedro se acordaba cuando en la primaria incorporamos la carpeta, que de a poco desplazaba al cuaderno. Primero unas de plástico a cordones, que al tiempo fueron reemplazados por anillos, y luego llegaron las de tapas negras. Estas últimas eran las que usaban unas pibas mas grandes que nosotros, y que pasaban mostrando como diciendo: esta tamaño oficio es de la secundaria. Ese primer año de carpeta terminó como tenía que terminar: con una banda de ojalillos sosteniendo las hojas y pasando de 4 carpetas a una, con todas las materias amontonadas.

En el barrio, los pibes que se incorporaban a las changas, una de las cosas que tenían que aprender era hacer carpetas, esas que iban después del contrapiso (3×1 o 2×1, según el caso), para luego sostener las baldosas o el cerámico. O las más delicadas, como aislantes de la humedad en paredes y techos.

Un día, cuando desmalezamos unos terrenos para hacer una cancha, uno de los nuestros, que sabía de pisos, nos la dejó como si fueran tamaño oficio gigante, color tierra. Y nos dijo: para el año que viene, si la regamos y cuidamos, aparece el verde césped.

Cuando fuimos al Superior a la noche, rápidamente de cuatro carpetas que nos exigían, pasaron a dos. Una, con casi todas las materias; y la de dibujo, que por razones obvias tenía que estar.

Cuando nos quedábamos en el bar, Pedro miraba los rastros de las tapas de la carpeta negra tamaño oficio que en el primer año tenía recortes de jugadas del Chango Gramajo, con algún  nombre de aquellas pibas que nos gustaban y, al tiempo, con consignas políticas. Alguna con una mano con los dedos en V (✌) y una P enorme. Esta carpeta, decía Pedro, que tiene más de tres años, es como los pisos y paredes: perfecta. Más allá de que la tuvimos que forrar, y a veces ocultar, sabíamos que en esas compañeras (las carpetas) estaba nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro cargadito de sueños.

El otro día vimos a unos pibes y pibas pasar temprano para el cole, con carpetas casi a estrenar, y nos acordamos de nuestros diciembres, cuando para no llevarnos más materias a marzo, nos subíamos al cole con por lo menos 4. Decíamos siempre que el número de carpetas en diciembre, corresponde a las materias más importantes.

La otra mañana, cuando veíamos a Cristina frente a los jueces con un montón de papeles y un par de carpetas, nos imaginamos a una de las nuestras (para muchos, la mejor) en una mesa de diciembre. Y en esas últimas palabras, como diciendo: ¡A Marzo, a Marzo van ustedes, no yo! Y en ese ustedes, nosotros sabemos que no era sólo para los jueces, sino para la corporación mediática, el poder económico, y los sectores políticos que tuvieron y tienen siempre en carpeta restaurar el coloniaje.

Y estos que se van del gobierno, nos presentarán en su retirada una ejemplar carpeta con dibujos más irreales que las nuestras de aquellos años, donde una manzana era una manzana y un jarrón era un jarrón.

¿Y, sabes qué?, me dice Pedro, estos se van y está bueno. Y lo que más me entusiasma es que tenemos el desafío de encarar una etapa como si fuera con carpetas a estrenar, y más para el piberío, sabiendo que esas carpetas se llenarán de rostros, de fotos, de algunas consignas, con otras historias y nuevos sueños, iguales o parecidos a los nuestros. Y por último, Pedro toma una vieja carpeta y me dice: Sentí el ruido de los anillos al cerrar, es fantástico.

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