Hace algunas semanas, e intensificado durante y a partir de la asunción de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, junto al calor estival y a pesar de los índices de hambre y pobreza récord que deja Cambiemos, se percibe en el ambiente una sensación térmica de inmensa esperanza entre las grandes mayorías de compatriotas. Un palpable estado de fe y optimismo popular. Ese ánimo que surge cuando asoma como alcanzable lo que se necesita y desea. 

Macri, su gobierno neoliberal de ajuste, industricidio y endeudamiento feroz, ya fue. Esos cuatro duros e interminables años explican tanto el triunfo del Frente de Todos como la altísima expectativa con lo que viene, y eso es lo que se expresó frente al Congreso de la Nación y en Plaza de Mayo en la fiesta inolvidable de este 10 de diciembre. Entreverados en esa atmósfera –respiramos el mismo aire que nuestro pueblo–, con el eslabón volvimos al color, para sumarnos a la celebración de un fin de época e inicio de un nuevo tiempo, que también sabemos, no será nada fácil. Pero como dijo otro Alberto (Luis) cantando al futuro: “Mañana es mejor”.

Nadie que haya estado en esas plazas o seguido la fiesta popular por la tele pudo evitar sentir sobre el rostro ese soplo cálido de la historia, ese clima de cambio de época. Ríos de pibas y pibes, familias completas, larguísimas columnas de organizaciones políticas, cientos de miles de hombres, mujeres, laburantes, militantes de los últimos y de todos los tiempos, putos, tortas, travas, “gente suelta”, de todas las edades, con remeras de Néstor Kirchner, Juan Domingo Perón y Evita o tatuajes del pañuelo de Madres, con banderas de Alberto Fernández y Cristina Fernández –ver notas de páginas 8 y 9–, le dieron carnadura física a ese renacer de esperanza colectiva que se anticipó en la cibersemiósfera de las redes sociales en horas y jornadas previas al supermartes. 

Desde la unción de Alberto como candidato –a través de aquel mensaje de youtube de Cristina–, pasando por la campaña, hasta toda la simbología puesta en juego durante el acto de traspaso presidencial, no se ha hecho más que alimentar esa ilusión. No será tarea sencilla estar a la altura de esa inmensa expectativa de reconstrucción nacional y restauración de derechos para el pueblo.

En el también icónico discurso del flamante mandatario frente a la asamble legislativa, al igual que en el tramo post Paso, se remarcó repetidas veces la compleja situación económica en que se encuentra el país, devastado por el neoliberalismo –ver nota Dale arranque, Alberto–, al punto de pedir un esfuerzo a todo el mundo para jerarquizar prioridades –comenzar por los últimos de la fila– señalando el hambre como lo “más urgente”.

La empresa colectiva por delante es titánica, de proporciones épicas. Estará minada de obstáculos puestos por adversarios con gran capacidad de daño: poderes fácticos locales, regionales y mundiales. El gran frente electoral que construyó el peronismo junto a los espacios políticos, sindicales y sociales aliados para derrotar al macrismo deberá mantener y ampliar sus niveles de unidad, y tramitar con inteligencia las lógicas diferencias que coexisten en un movimiento nacional, popular y diverso.

“El ochenta por ciento de los argentinos y usted entre ellos, coincidimos en lo fundamental: la liberación nacional, la justicia social y la soberanía del pueblo. Unos marcan más el acento sobre una de las consignas y otros sobre otras”, escribió Arturo Jauretche a un “progresista amigo gorila” ante el desastre que dejaba la Revolución Fusiladora que había derrocado a Perón en 1955. Y agregaba: “Nuestras diferencias en este momento dramático son adjetivas con respecto a lo fundamental, pero entretanto una mano extranjera organiza el cipayaje y los vendepatrias”.

“Volvimos estallados de esperanza”, dijo en la redacción de la cooperativa La Masa alguien que pogueó de lo lindo con la masa alegre y sudorosa que copó la plaza de mayo. “Pero volvimos gracias la unidad lograda, a la idea de que era con todos y todas”, dijo otra voz. Por ahí andará una de las claves del tiempo por venir. Y como siempre, será importante recordar las enseñanzas de Don Arturo.

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Un comentario

  1. Adhemar Principiano

    15/12/2019 en 16:55

    La oruga fue obligada a dejar su proceso, la mariposa que nacio, deje sus luces de colores, para no enceguecer y alumbre con luz natural al pueblo,. SERA JUSTICIA.

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