Yo no sé, no. Pedro recordaba el abrazo que le daba su tío y padrino en aquellos diciembres de principio de los 60, en aquel barrio cerquita del Parque de la Independencia, del Cristo Redentor. Eran unos abrazos un poco más fuertes, con los años Pedro se enteró que su padrino, para esa época del año, deseaba que la posibilidad del regreso del General se concretara. Y, a veces, en algún que otro domingo, le decía: ¡Venga un abrazo que ganó el Nuestro!
Cuando el viejo lo acercaba en bici, a la mañana tempranito, a la Anastacio Escudero de Barrio Acindar, le daba un abrazo como una protección llena de afecto. Y de los primeros abrazos que se dieron en aquella escuela, y los de diciembre, algunos eran reconciliadores, otros con alguna piba, pensando lo malo que terminen las clases es que no nos veremos durante el verano. Y como con Pedro siempre veníamos contentos, las y los vecinos del barrio nos decían: ¡Se ve que pasaron de grado, venga un abrazo!
En un diciembre teníamos que jugar un partido (andaríamos por los 11 años) y el nueve y el ocho de nuestro equipo estaban peleados. Pedro, entonces, unas semanas antes los empezó a juntar, para limar asperezas, y les dijo que lo mejor seria un abrazo, que aparte de hacernos bien, al rival, que conocía nuestros enojos, lo desconcentraría.
Una noche, entre abrazos de los que rendían bien en diciembre en la puerta del Superior, Pedro y las y los cumpas sentían que en ese abrazo iba el afecto, el compromiso a unos sueños que ya venían desde la historia de gran parte del pueblo.
Con el pasar de los años, hubo mucho abrazos, de reencuentro, de despedidas, de festejos, de dolor, y en casi todos: la sensación de protección. Se sentía, y aún se siente.
Hoy, con Pedro estamos sintiendo que esos abrazos recientes, los de las plazas, son el presente y el pasado, como para encarar un futuro inmediato cargado de sueños, de logros,de lágrimas y sonrisas, y sobre todo de una memoria colectiva que nos trae a los que ya no están, dispuestos a acompañarnos en futuros abrazos. Con los logros del Nuestro, que serán para todos, aun para aquellos que todavía no nos acompañan.
¡Mirá esos pibitos y pibitas que ganaron la calle del barrio, en cada gol cómo se abrazan! Siento que son nuestros abrazos, que volvieron en ellos.
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