Sillas espectadoras de una clase, dispersas por el aula o amontonadas en un rincón al final de un recreo. Pizarrones con oraciones sin terminar, borrados a media, impecables. Bancos sin marcas, intervenidos con colores, que preguntan por Santiago Maldonado, escritos con memoria. Afiches escolares ilustrados con un pañuelo verde o un castillo de Disney, convocantes, donde asoman las adolescencias, en plural. Diplomas y próceres que miran desde sus cuadros inmutables a todas las épocas. Aulas despojadas de toda presencia humana, testimonios de un tiempo, habilitantes de preguntas y narradoras de historias de los “caídos en la pública”. Esto es lo que registró con su cámara María Helena Hechen, durante cuatro años (entre 2015 y 2018), y volcó en su libro de fotografías “Escuela pública”, editado por Francisco Medail y con prólogo de Cora Gamarnik.

María Helena Hechen es fotógrafa, docente y psicóloga. Actualmente es profesora en las carreras de fotografía y publicidad del Instituto Superior de Educación Técnica (Iset) 18. Es en una de las aulas del Iset donde elige desplegar muchas de las fotos tomadas para este trabajo y recorrerlo. Nunca se queda quieta, siempre de pie transita el espacio de un lado a otro. “Es así como trabajo, como me gusta mirar la clase”, confía mientras sigue tendiendo imágenes.

Entre 2014 y 2018, María Helena dio clases en el profesorado de nivel inicial del Normal Nº 1 (Entre Ríos al 1100). Cada vez que terminaba su clase, antes de empezarla o cuando caminaba por los pasillos de la escuela centenaria, sin estudiantes ni docentes, descubría escenas del transcurrir cotidiano de la escuela. “Son como distintas capas: al principio la fotografía, luego algo del orden de lo poético y también lo político, que siempre está”, dice del resultado de esa búsqueda, que enmarca siempre en un sentido pedagógico.

¿Por qué sin estudiantes, ni docentes, ni nadie de quienes andan por una escuela? “Porque al despojarla de la presencia humana aparece en primer plano lo que siempre es telón de fondo”, dice sobre dónde eligió poner el foco de su mirada. “El paso del tiempo, lo cotidiano, un laboratorio, los afectos… es tan bello”, celebra de cada foto en la que se detiene a nombrar en voz alta. Fueron cientos en todos estos años. Solo 33 (incluyendo las dos de la tapa) conforman ahora el libro.

Reconoce que es un trabajo centrado en una escuela pública particular, centenaria, emblema de la ciudad, donde conviven distintos tiempos históricos de la educación, y niveles de enseñanza. “Es muy interesante –marca- porque tenés en un mismo edificio los cuatro niveles: inicial, primaria, secundaria y terciario. Y conviven, lo llevan adelante muy bien. Desde compartir un salón de actos, que ahora está muy arreglado, a participar de la kermesse anual, o ser parte de una cooperadora que trabaja mucho”.

A María Helena siempre le fascinó el espacio, la cuestión arquitectónica del edificio, después los fenómenos áulicos. Es cuando reitera que sin presencia humana “lo que aparece es el aula, cobra vida ese escenario”. Extiende su explicación a una de las fotos donde aparece parte de una gran lámina de un castillo de Disney, colgada sobre la pared del fondo de un salón de clases, delante las sillas y bancos vacíos. “Siempre me llamó la atención este aula donde el docente se para mirando el castillo. A esa foto, que me parece tan valiosa, la llamé Adolescencias y es la que ganó un premio (Fondo Nacional de las Artes, 2018). Es el aula que ocupaban las que justo cumplían los 15”.

Foto: Yazmín Quiroga

Además de ese premio, fue becada en dos oportunidades por el FNA. También se formó en los talleres de Alberto Goldenstein, Eduardo Gil y realizó Clínica de Obra con Gabriel Valansi y Rodrigo Alonso. Expuso en forma individual en el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa, en Centro Audiovisual Rosario y en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires.

La arquitectura de la clase

“Yo daba clases, miraba y decía ‘esto es bellísimo’, pero estaba ocupada dando clases. Entonces cuando terminaba me quedaba un ratito, daba vueltas, miraba las aulas, no terminaba nunca de conocer el Normal. Notaba que era interesante recorrerlo, pensar los cambios que trae cada año, lo que pasa en el día a día, porque en la escuela pasa todo”, cuenta María Helena sobre cómo arrancó este ensayo fotográfico que terminó de cerrar en un libro tan bello como cuidado. Ese repaso lo acompaña con las imágenes que tomó de sillas blancas, nuevas, que contrastan con las de madera en distintos tonos de marrones; los papeles afiches comunes a los profesorados, los cuadros de marcos dorados, recargados; las de un esqueleto para ser estudiado y hasta de una víbora en formol. La convivencia entre la escuela más sarmientina, propia de los Normales, con lo contemporáneo. “Ese espíritu de escuela pública que ahí se ve”.

Al principio tomaba las imágenes con su celular, después siguió con su cámara: “Ya había visto los espacios y sabía lo que me iba a gustar. Entonces era empezar a pensar los encuadres y en los rincones, en qué aulas. Ya tenía un plano de lo que quería ir haciendo. Hay ciertas aulas que me interesaban más que otras. Volver recurrentemente y ver si había pasado algo, si había algún cambio y por qué. En general, son las aulas del secundario y del terciario, a la primaria no volví, quedaron dos o tres fotos. No era lo que estaba buscando”.

Las fotografías de María Helena habilitan a tantas historias como pasos personales hay por la escuela. Los diálogos posibles son así infinitos. Instalan una pedagogía de la pregunta a partir de las imágenes. “Las fotografías sirven para acompañar las preguntas, que éstas queden; no quiero una respuesta sino muchas respuestas, todas son como hipótesis, que queden ahí”, afirma de un propuesta que elige dejar abierta.

“Era interesante entrar al aula y mirar la posición de las sillas, pensar qué clase había habido allí. O cuando recién se había dado el cambio de turno, entrar de golpe y sentir las presencias. Y así como estaba todo, sin tocar nada, hacía el registro. Me interesa pensar no solo lo fotográfico sino también lo que tiene que ver con la arquitectura de la clase”, cuenta sobre otra punta de su obra.

Fotografía del libro Escuela Pública/María Helena Hechen.

Muchas de las fotos que iba tomando las compartía en las redes, y los comentarios se multiplicaban aún de quienes no habían pasado por el Normal 1. “Todo el mundo vuelve a su infancia, a su adolescencia, algo les pasa con algunas de las imágenes, con algunas de las escenas, porque hay un mundo interesantísimo en las escuelas”, dice con razón.

Marcas en los bancos

Las marcas en los bancos de la escuela secundaria es otro de los registros donde María Helena eligió prestar atención. “Es donde aparece otra capa de este trabajo: la cuestión política actual, actual para ese momento, y en aulas del secundario. En este mismo salón donde está el castillo encontré lo de Santiago”, señala sobre la foto del banco claro (o quizás respaldo de una silla), con una leyenda escrita con fibrón negro que dice: “Es por los 30.000 y los pueblos originarios masacrados. No vamo’ a parar y vamos a luchar y a vencer en tu nombre SANTIAGO!”. Otra de esas marcas subraya que a “María de los Angeles Paris la mató la policía”.

“Los propios adolescentes de esta época, de los últimos tres años, han tenido una modificación importante en su subjetividad. Un compromiso mucho mayor. Ellos tienen un centro de estudiantes, preocupaciones, van a las marchas, están politizados, estaban preocupados por la problemática del aborto. Tenés adolescentes preocupados por Bariloche pero también comprometidos socialmente y activos”, dice la profesora y se apoya en dos fotografías para esta afirmación. Una es la de un afiche colgado en un salón que muestra el dibujo de una joven en tetas y con un pañuelo verde. Además de definirlo como bello, valora que las profesoras de arte hayan habilitado adaptar el aula a lo que transcurría en esa actualidad.

La otra es la de un aula con un almanaque realizado mes a mes con dibujos de botellas de bebidas alcohólicas, donde están marcados los días que faltan para las vacaciones y el viaje a Bariloche. Las representaciones miran a la clase, pegadas sobre el pizarrón.

Fotografía del libro Escuela Pública/María Helena Hechen.

María Helena no conoce la razón ni quién lo hizo. Pero un día entró a un salón de secundaria y se encontró con un banco intervenido con un collage colorido, de papelitos recortados de revistas. “No lo podía creer. Alguien se pasó días trabajando. Y ¡ojo! porque eso lo ves en las clases, por ejemplo, cuando mientras estás hablando hay quienes dibujan. Eso a mí me encanta. En aquel banco había algo del orden del deseo en alguien, que es lo que una espera de la escuela: que pase algo, que la gente se active”.

En ese desafío de retratar cómo se habita el espacio escolar, María Helena también le prestó atención a los pizarrones: “El pizarrón es el objeto por excelencia. Siempre traté de darle mucho protagonismo. También forman parte de una serie de cosas propias de las aulas, como las mesas y las sillas”.

Una de las fotografías muestra los típicos trapos que reemplazan a los borradores. María Helena dice que hay de los dos, que conviven. “Hay algo muy interesante que es el cambio de turno, termina el turno mañana e ingresa el turno tarde. Ves que cada asistente escolar tiene una manera muy particular de limpiar los pizarrones. Ese es un momento muy lindo: cuando visualmente va desapareciendo todo el material de la mañana”, describe.

Las sillas y bancos dispuestos en grupos, de manera circular, ordenados unos tras otros o bien corridos del salón de clases invitan a pensar cómo se dan la enseñanza y los aprendizajes: “Me importa pensar el espacio como posibilidad de poder dar clases de otra manera, que el cuerpo pueda intervenir, que no estemos tan estáticos, que no estemos tan cerrados, creo que sería el aula ideal. Lo que pasa es que asusta que no estén los bancos y las sillas, o se puedan sentar en el piso, y por el contrario se pueden hacer tantas cosas en el espacio”.

Una vez más observa que la intención de su iniciativa es hablar de “una escuela habitada”, que muestre eso: “Se fueron recién, se fueron ayer, en diciembre… pero pasó algo y me quedo pensando en eso”. Imágenes que de paso les dan pelea a las más conocidas de escuelas “vacías” y que los medios eligen para hablar de los paros docentes. “Aunque el aula esté vacía, siempre hay información”, rescata la fotógrafa.

Una gran herramienta

Opina que “la fotografía es una gran herramienta para mostrar el transcurso del tiempo, en este caso en una escuela pública; cómo va cambiando físicamente el aula, las modificaciones que van dando en el exterior y cómo eso repercute en la escuela. No nos olvidemos que – aunque no lo haya previsto así- este trabajo abarca el período macrista. Por eso también decidí cerrarlo (en febrero 2018), intuía que iba a ser otro momento después. Esta es una buena representación de un momento histórico de la educación”.

Foto: Yazmín Quiroga

Además de las fotografías, filmó algunos videos, todos forman parte de un mismo registro. Aún no hay fecha de presentación de su libro, pero será en el inicio del año entrante. Se trata de una edición limitada y numerada, de 50 ejemplares, un poco por el costo, otro porque la idea era darle un cierre al trabajo. El libro es un objeto precioso. Uno ya está en el Normal 1. Y tal como anticipa su autora, también estará digitalizado, porque “la idea es hacerlo circular”. El proyecto tiene continuidad en la cuenta de Instagram @museo.escuelapublica. 

María Helena había pensado un prólogo posible, que después quedó atrás, cuando generosamente Cora Gamarnik –doctora en Ciencias Sociales- aceptó escribirlo. “El libro de fotos de María Helena Hechen mira la escuela como por primera vez. Con una mirada que vuelve dúctil un mundo de aparente firmeza. Muestra algo familiar que a fuerza de repetirse deja de verse, de pensarse. María Helena toma distancia para ver más de cerca”, se lee en ese texto que Gamarnik tituló “Con uñas y dientes”.

En aquella presentación que no se publicó, su autora propone “Rondar la escuela, explorar los espacios áulicos y los objetos que los habitan, en esos intersticios de tiempo en que las presencias humanas desaparecen… Desnudar el cuerpo de una escuela pública para sentir su respiración…”.

Fuente: El Eslabón

Colaborá con el sostenimiento de Redacción Rosario y El Eslabón por 300 pesos por mes, y recibí nuestra info destacada todos los días y nuestro semanario todos los sábados en tu casa. Suscribite en este enlace: Redacción Rosario + El Eslabón

 

Más notas relacionadas
  • La lucha por la igualdad

    La pelea docente para que se restituyan el Fonid y la paritaria nacional va más allá del s
  • Un festival en defensa de la ciencia

    El evento federal invita a “no quedarse con los brazos cruzados frente a la destrucción de
  • El oficio que perdura

    El film Abandono de cargo rescata la historia del profesor Luis Lacoste, desaparecido por
Más por Marcela Isaías
Más en El Eslabón

Un comentario

  1. Mariana Caballero

    21/12/2019 en 21:03

    Gracias María Elena por registrar la belleza de la escuela publica. La que distribuye conocimientos y garantiza derechos. La que enseña, resiste y sueña.

    Responder

Responder a Mariana CaballeroCancelar respuesta

Sugerencia

En Diputados no hubo quorum para tratar el presupuesto de las universidades

Unión por la Patria había pedido una sesión especial para tratar el tema junto con la rest