Hace casi un año atrás, un equipo de el eslabón viajó hasta la localidad cordobesa de Bell Ville para dar cuenta de la crítica realidad del sector en ese lugar conocido como la Capital Nacional de la Pelota de Fútbol, por la cantidad de pequeñas industrias del elemento principal con el que se practica el más popular de los deportes. Aquella vez, la denuncia de Mariano Privitera –quien estaba bajando las persianas de Priball– era que el gobierno de Mauricio Macri abrió el juego a la importación desmedida de su principal producto, a través de la petrolera estatal que compraba balones chinos y se los ofrecía a sus clientes, todo en desmedro de la producción local.
Pero de a poco, el partido se va dando vuelta. Es que con la llegada del nuevo Gobierno, la flamante conducción de YPF se puso la camiseta de la industria nacional, adquiriendo unas 1.500 pelotas a pymes del Bell Ville. “Esperamos que esto sea el principio de nuevas compras”, señala en diálogo con este medio Fernando Fuglini, titular de Dalemás (así, todo junto, aclara), una de las históricas empresas de la ciudad cuna de la pelota, que en campaña fue visitada por el entonces candidato presidencial Alberto Fernández, hoy Jefe de Estado. “Los últimos 4 años han sido los peores de la historia para nosotros”, afirma el empresario pyme.
Mercado de pases
El 2020 arrancó con una buena noticia para siete fabricantes de la redonda, que firmaron un acuerdo para venderle entre todos unas 1.500 a la compañía del Estado. “Esto es una compra chica pero muy importante, primero porque es una compra que abre puertas. Es decir, tenemos la puerta abierta de YPF y esperamos que esto sea el principio de nuevas compras”, celebra Fernando, y aclara las diferencias del producto que ellos comercializan con las coloridas pelotas con las que la petrolera se promociona en este verano: “Las que ellos compran, que todo el mundo ya está viendo este verano en playas, en Rosario y en todos lados –y en cualquiera de sus estaciones de servicio– es una pelota de muy mala calidad, es promocional, publicitaria, que no es lo que nosotros hacemos. La nuestra se cose a mano, es retro, marrón, de cuero, que no sirve para jugar al fútbol, sino como regalo empresarial”. Y sigue: “La que está en las estaciones son un millón de pelotas que vienen del sudeste asiático, de China y de Pakistán. No queremos que la gente se confunda y piense que la pelota que va a entregar este año YPF son las que se fabrican en Bell Ville, porque el precio y la calidad son distintas”.
Este hombre de 56 años, un verdadero apasionado del laburo que mamó de su viejo, explica que “hoy, al estar todo muy industrializado, la gente no sabe que la pelota de fútbol tiene el 80 por ciento artesanal, no hay máquinas. Si las tuviésemos nos pareceríamos a las de China o Pakistán. Acá las cosemos a mano, no a máquina. Y una compra importante de YPF o de cualquier firma, requiere de muchísima mano de obra, muchísima costura. Estamos hablando de 5 a 10 mil costureros a los que se les puede dar trabajo, dependiendo la demanda”.
El rompe pelotas
“Al margen de los partidos políticos, porque acá sólo nos interesa que se trabaje, los últimos 4 años han sido los peores de la historia para nosotros”. Así de tajante y claro define Fuglini a la gestión de Mauricio Macri, quien la pifió feo al tirarle todos los centros a compañías extranjeras. “Aca hay 30 fábricas de pelotas y nosotros somos de los más viejos, tenemos 54 años de trayectoria y hemos pasado todas las tormentas, pero como los últimos 4 años nunca jamás nos pasó, nunca estuvo tan flojo”, añade el dueño de Dalemás, que sobrevivió a los nefastos modelos económicos de Martínez de Hoz y de Domingo Cavallo, pero que tambaleó más aún con el macrismo en el poder.
Con un dejo de tristeza, Fernando cuenta que “lamentablemente tuvimos que despedir gente, no fuimos la excepción de esta crisis”, y utiliza una máxima de boxeo para definir el dolor que les produjo la saliente Alianza Cambiemos: “A las pymes nos pegó en el mentón”.
“No hemos podido darle trabajo a los costureros, que es el que viene a la fábrica, retira las bolsitas con las pelotas, va a su casa a coserlas, las trae y las cobra”, comenta el fabricante, y da más detalles del laburo que suelen hacer los vecinos de Bell Ville para tener unos mangos extras: “Los costureros no tienen días ni horarios, ni obligaciones de hacer un número determinado de pelotas, hacen las que quieren, las que pueden. No se vive de la costura pero ayuda ante una economía tan golpeada como ésta. Es un ingreso extra”. Y remata: “En estos 4 años hemos estado en el piso histórico de las fabricaciones”.
Bravo por el tío Alberto
En plena campaña electoral, el ahora presidente Alberto Fernández eligió Dalemás para parar la pelota, y aprovechar así de una jornada un poco más distendida de las que se suele tener en la previa a una elección tan importante como la que sucedió en octubre pasado. “Conoció todo el lugar, su historia, que al final todo confluye en el fútbol. Fue tremendo”, rememora Fernando, que revela algunos detalles del paso de este visitante ilustre: “Lo recibimos y le hicimos hacer el trabajo que hacen habitualmente los empleados. Y se prendió, fue muy divertido. Lo traté de «vos», nada de «usted» y ese tipo de formalidades, y hasta se me escapó un «culiao», y el tipo se cagaba de risa”.
Fuglini admitió que la idea era descontracturar un poco la visita de Alberto y su numerosa delegación, que estaba integrada, entre otros, por el actual Canciller, Felipe Solá, más varios intendentes de la zona. “Buscamos sacarle un poco la tensión al momento. Lo pusimos a coser. Se tenía que ir a otros lugares pero se demoró mirando y preguntando cosas. Todo con el mayor respeto, pero con buena onda. Para nosotros fue como un amigo, casi no hubo formalidad”, sostiene.
Claro que al tratarse de un reconocido simpatizante de Argentinos Juniors, el por entonces postulante del Frente de Todos se fue a su casa con una pelota del Bicho de La Paternal, con su nombre grabado, y otra de tiento, que luego exhibió en su despacho en las oficinas que tiene en Puerto Madero. “No se lo esperaba y se emocionó”, dice.
Pero la cosa no quedó ahí, porque la reliquia de tiento y cuero que Fernández se llevaba como regalo, se le extravió en el avión. “Al día siguiente –comenta el fabricante– llamaron por teléfono. Yo no creía que me llamaba Alberto, pensé que era una joda, y me pidió que le haga otra y que se la lleve al hotel en el que estaba en Córdoba. Me dijo que la iba a poner en el despacho cuando fuera presidente, y ahora tengo la foto de él con las dos pelotas. Y después me llamó Felipe Solá, que quería una para el nieto”.
Una vida redonda
Don Roberto Ángel Fuglini era tornero mecánico en la década del 60 cuando un amigo suyo le hizo un encargo especial: que fabricara una máquina para hacer pelotas de fútbol. “Mi viejo era un tipo muy capaz, muy inventor”, aclara Fernando, y recuerda que a los 6 meses de realizado ese encargo, el emprendedor volvió resignado ante la imposibilidad de usar el flamante aparato, y se lo ofreció a su padre: “Mi viejo les compra las máquinas que él mismo había fabricado y se pone en paralelo con la tornería y la fábrica de pelotas de fútbol”.
Así nace, en 1965, Dalemás, que de manera ininterrumpida –y gambeteando todo tipo de gobiernos neoliberales y crisis– hasta hoy sigue rodando, ahora bajo el mando de la segunda generación, capitaneada por Fernando y su hermano. “Gracias a Dios que mi viejo se quedó con la fábrica y no con la tornería, porque es lo que me apasiona”, asegura, y agrega al respecto: “Nada que no hagas con pasión puede tener éxito. Yo a esto le pongo mucha pasión, pero claro que a veces no alcanza, como en los últimos cuatro años en los que no había mercado. Pero la pasión tiene que estar siempre”.
Orgulloso de lo que hace, este hombre se golpea el pecho a la hora de contar que su fábrica es dueña de un récord Guinness: en el museo que lleva el nombre del oriundo de Bell Ville, Mario Alberto Kempes, se exhiben unos 5 mil balones distintos. “Tenemos la mayor colección de distintas pelotas del mundo, de todos los deportes. Desde 2008 venimos revalidando ese título. Esto no sólo es un orgullo propio, sino un orgullo argentino”, destaca.
Entre réplicas y originales, ese espacio dedicado a la redonda cuenta con todas las pelotas de los mundiales de fútbol, incluso las dos con las que se disputó la final del primero, en 1930, cuando el local Uruguay y Argentina decidieron jugar un tiempo cada uno con sus respectivos balones. Y entre las verdaderas se destaca la que desvió con la mano el Matador en el nefasto Mundial 78’, para impedir un gol en contra ante Polonia. Claro que el árbitro de aquel encuentro marcó penal, y luego fue el Pato Fillol el encargado de impedir la caída en su valla. “La tenemos, y además está autografiada por Mario”, subraya Fuglini, quien afirma tener “una gran relación” con quien le da nombre a su museo, que “además de las pelotas, tiene un millón de cosas de colección relacionadas al fútbol, que traemos cuando andamos en algún lugar del mundo”. “Yo junto todo lo que veo relacionado al fútbol o a cualquier deporte”, admite este fanático, que de pibe jugó como lateral por izquierda en el Club Atlético River Plate de Bell Ville, equipo que curiosamente se presenta en cada partido luciendo la camiseta de Boca. “Es increíble. No existe en el mundo algo igual, no hay un Real Madrid con remera del Barcelona”, se ríe este culiao hincha del Millonario, que se las ingeniaba para evitar que la azul y oro tenga contacto con su piel de Gallina: “Cuando usaba la camiseta de Boca me ponía la de River abajo”.
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