Daniela Horovitz es cantante, compositora y actriz, toca la lira, la guitarra y el piano, y aborda la obra de la eterna poeta griega para recrearla en el espectáculo El dulce amargo, Canciones de Safo, un unipersonal que ofrecerá desde principio de febrero al público rosarino, en el Teatro de la Manzana, de San Juan al 1900.

Horovitz tomó fragmentos de la obra de Safo de Lesbos para musicalizarlos. “En principio musicalicé dos poemas que los grabé en un disco que salió en el 2016”, recuerda. Aquel disco se llamó Entre las piedras y los lirios y agrupa diferentes canciones con música propia creada en torno a textos de diferentes poetas y autores de la literatura. Sin embargo, le pareció que la poetisa griega merecía algo más y comenzó a darle forma a un espectáculo unipersonal.

Abordó el personaje basado en una persona real, la misma que Platón llamó “la décima musa”, aquella que inspira un arte particular, y logró el apoyo del Mecenazgo, un programa del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para que algunas empresas deriven impuestos en aportes a proyectos culturales. Así, la obra comenzó a construirse en el 2016 y al año siguiente se estrenó en el teatro El Extranjero.

La puesta teatral cuenta con cuadros y pequeñas introducciones o reflexiones en torno a múltiples aspectos posibles de la sacerdotisa/ poeta/ cantante/ heroína/ amante/feminista que preceden a las canciones.

Los géneros musicales van desde una ranchera a un tango, pasando por el bolero y huaino. Los ritmos latinoamericanos acercan temporal y geográficamente la poesía de Safo.

En el 2018, Daniela Horovitz recibió la invitación para llevar su pieza al Festival Internacional de Mujeres de Eresos, en la mismísima isla de Lesbos.
Eresos es la localidad en la que alrededor del año 630 AC nació la sacerdotisa que se encargaba de preparar mujeres para el matrimonio y que, por el profundo amor que profesaba a las aprendices, dio nacimiento a fines del 1800, a instancias de activistas francesas, a un nuevo uso para el gentilicio “lesbiana”.

Allí se celebró aquel año, el festival número 18 en el que mujeres de todo el mundo asisten a celebrar el amor entre congéneres. En torno a ese encuentro artístico-social, la imagen y el nombre Safo puebla todo el paisaje. “El aceite en el supermercado es aceite Safo”, comenta entre risas Daniela. La experiencia de aquel viaje, según cuenta, fue muy movilizadora.

En su presentación en Grecia, adaptó los cuadros entre canciones al inglés y mantuvo las obras musicales en castellano. En aquel momento, ya hacía tres años que venía investigando el personaje. Diez años atrás, había hecho las primeras canciones, y diecisiete años atrás, había encontrado un libro que le hizo recordar a la poetisa que había conocido en la secundaria, en sus clases de latín, en el Colegio Nacional de Buenos Aires.

Ninguna de sus compañeras de secundaria recordaba haber leído a la poeta, la misma Daniela Horovitz tampoco. La reencontró un día en la librería Edipo, en la porteña calle Corrientes, al encontrar un librito que reunía algo de su obra. Fue al leer: «Yo te buscaba y llegaste y has refrescado mi alma que ardía de ausencia». No pudo menos que comprar el libo y comenzar a andar un camino de investigación y producción en torno a la décima musa.

La obra y la persona de Safo son de una importancia sublime, una autora que a pesar de ser mujer, no responder a los mandatos y abordar cuestiones censuradas a lo largo de varios momentos históricos, sobrevivió en su obra al tiempo y la persecución.

Daniela Horovitz no encontró en Safo una lejanía en tiempo y espacio que se supone puede tenerse con alguien de hace 2.600 años. Según la cantante, las poesías hablan del amor y desamor, de lo dulce y lo amargo sin caer en el tango, sino con alegría, recuerdan el derrotero del amor y también la misma figura de Safo, que tiene una gran potencia.

Luego de tantísimos años de ser denostada, de que sus obras fueran recopiladas en nueve libros en Alejandría –que sobrevivieron hasta el año 1075 cuando el papa Gregorio VII ordenó que fueran quemados–, fragmentos de los textos de Safo llegaron a nuestros días para ser usados en libros como ejemplos gramaticales por su belleza y perfección. Esa supervivencia parece haber sido predicha por la propia poetisa. En el poema con el que Daniela Horovitz decide cerrar su espectáculo, dice: “Te aseguro que alguien se acordará de nosotras”.

El año pasado Horovitz estuvo presentando la obra en un formato café concert pero también para colegios secundarios y universidades. En ocasiones tiene una gran puesta escenográfica y otras veces se torna más minimalista. Puede presentarse de numerosas formas para adaptarse a posibilidades, lugares y públicos diferentes.

“La obra tiene mucha vida y todavía tiene muchos lugares a los que ir”, dice la compositora. En algunas oportunidades la obra precedió charlas y debates, y en el caso de Rosario la impulsora fue Cecilia Kolic, una profesora de literatura, “fanática” de Safo, que dicta charlas sobre diferentes personajes de la literatura.

Horovitz dice que la obra generó cierto acercamiento en la comunidad LGBTTIQ+ pero no tanto como se había imaginado. La obra es muy literaria y poética y aún no se ha encontrado con todo el público que conforma esa comunidad. Si bien no aborda el tema de las disidencias sexuales trata directamente de poesías de amor lésbico.

La autora del unipersonal comenta su recorrido artístico musical: cantó desde muy chica, fue a coros y clases de canto, estudió un breve período en el Conservatorio de Música y huyendo de aquel ambiente ortodoxo cursó en la carrera de folklore en la Escuela Popular de Música de Avellaneda. Además, estudió y cantó jazz, y estudió folklore brasileños en el vecino país. En cuanto a lo teatral estudió con con Miguel Guerberoff.

En su faceta de intérprete estuvo en tríos, quintetos y orquestas. Durante cuatro años participó del grupo Los Amados y hace una década que forma parte de La impertinente Señorita Orquesta, un cuarteto de mujeres que hace música francesa mezclada con tango, folklore y humor. Dice que disfruta mucho del humor y recuerda en este sentido que compartió escenario con Leo Masliah.

El dulce amargo, canciones de Safo se puede encontrar tanto en youtube como spotify. Ahora, en una transformación de su trabajo, Daniela Horovitz está haciendo arreglos sinfónicos para esas canciones y componiendo música en torno a textos de Nosis de Locri, una poetisa 300 años posterior a Safo, para lo cual logró el apoyo del Fondo Nacional de las Artes y del Mecenazgo.

Lira, piano y guitarra
El viernes 7 de febrero a las 21 Daniela Horovitz mostrará El dulce amargo, canciones de Safo, en el Teatro de la Manzana (San Juan 1950). A lo largo del espectáculo transitará por la lira, el piano y la guitarra para traer a escena a la milenaria poetisa. Para reservas comunicarse al teatro 3415694617.

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