Hace pocos días empezó a vagar por la ciudad Lobo, el sexto título de la colección Tarumba, de la editorial Libros Silvestres, y el último de la serie que será impreso con la técnica de la risografia. Está escrito por la narradora Lila Gianelloni (Rosario, 1959) y muy bien acompañado por las ilustraciones de Cris Rosemberg (Caba, 1987). Es el más breve y también el más elíptico (y taciturno) de los cuentos de la serie fanzine. Una secuencia de dos o tres escenas (como si habláramos de una película) en las que, en apariencia, no pasa gran cosa (no hay abuelitas que son devoradas) sin embargo acontece un encuentro entre un lobo y un perro de caza, dos naturalezas que descubren, al enfrentarse, que no son tan distintas. Algo así como la sutileza del roce. Ya lo dijo la mismísima Liliana Heker, la narrativa de Lila Gianelloni se puede leer como un gran poema, y Lobo es una muestra clara de esta habilidad estética de la autora rosarina. Lobo, además de un relato es un poema redondo, como la luna cuando no nos deja dormir. “Intenté entablar una conversación, de contar una historia con pocas palabras y bastante silencio”, confesó la docente, escritora y actriz que, aunque escribe desde hace mucho, recién ahora empieza a publicar. Lobo es el segundo libro de Lila Gianelloni luego de Mapamundi, publicado en 2018 con la editorial Paisanita. 

En el texto, la voz narrativa advierte que aunque los lobos viven en manada, los hay también solitarios, como el protagonista del relato. También hay un indicio: si el perro es el mejor amigo del hombre, el lobo, es su peor cara. Ya lo dijo Patricio Rey: “¡Tu careta es injusta, Lobo!”.  El lobo es la bestia furibunda y melancólica que habita en todos los hombres y mujeres que conocemos. “El lobo no goza de buena reputación en la literatura, es siempre el malo, el feroz, el despiadado, que son todas características moralizantes. Me atrajo un lobo que no desee ser molestado, que habita un territorio que le corresponde a la naturaleza, de la que él es parte, que sea respetado por lo que es: un ejemplar de una especie que está en el planeta hace miles de años”, agregó la autora.

Pensemos en los tres chanchitos y en todas las rondas que hicimos en el bosque mientras el lobo no está, porque se está empilchando para salir a comernos a todos. Todavía los supersticiosos se andan con cuidado de no mirar al cielo cuando hay plenilunio, por románticos o distraídos, se pueden volver locos, y nadie (o casi nadie) quiere terminar solo aullando a la luna. Lo mismo que le pasó al Nazareno Cruz de Leonardo Favio está escrito en la leyenda guaraní: el séptimo y último hijo varón está condenando a convertirse en lobisón en las noches de luna llena. Según esta creencia correntina, cuando el maldecido empieza a sufrir la transformación de hombre a fiera, huye, se aparta y se interna en el monte, lejos.

“Me preguntas sobre la soledad del lobo, bueno. Este lobo andaba solo. Creo que tal vez esa búsqueda solitaria sea para reflexionar, para mirar la luna que está ahí desde el principio de todo, y para pensar un poco porque el mundo va muy rápido”,apuntó Gianelloni sobre el corazón del relato. La autora también indicó que su compañera de equipo, la ilustradora Cris Rosenberg, “acompañó esa búsqueda con mucha belleza y talento”. 

La parte que le tocó a Cris fue hecha primero de manera analógica.“Papel, lápiz o lapicera que uso bastante para hacer bocetos, sobre todo de personajes, y una vez que encuentro lo que me gusta, lo paso a digital y lo empiezo a trabajar en vectores. En este caso quise dejarle el efecto del lápiz”, detalló la diseñadora gráfica e ilustradora.   

Sobre Lobo, Rosenberg valoró: “Es un buen texto de la colección, porque refleja que no tiene un fin último ni único, ni pedagógico,  ético o moral, sino más bien lo estético y lo entretenido. Si bien es un relato corto me parece super rico. Como ilustradora enseguida se me vinieron imágenes a la cabeza”. 

Cris ya ilustró otros cuentos para las infancias, incluso algunos de esos trabajos forman  parte del catálogo de Libros Silvestres, pero desde hace tres años, mediante “prueba y error estoy aprendiendo el oficio de imprimir con una minerva tipográfica y una duplicadora”, contó la artista. Cris Rosenberg, junto a su socia Victoria Gomez Hernandez, está a cargo del Taller Capitana, y en sociedad con la editora Carolina Musa, dirigen la artística de la colección Tarumba. Capitana trabaja en risografia, una vieja técnica de impresión que fue desplazada por el mercado y la impresión láser. “La técnica tiene sus limitaciones, que como imprentera puedo decir que son lo mas hermoso que tiene. Y como ilustradora, estas limitaciones técnicas implican un proceso re diferente, que no creo haber descifrado del todo, aunque sí lo disfruté todo”, explicó Rosenberg, sobre la experiencia doble de ilustrar e imprimir un mismo objeto artístico. 

Tarumba: cuentos que fueron fanzines 

Lobo es el sexto y último cuento de la serie Tarumba que se imprime en risografía, sin embargo, la aventura recién empieza porque a los cuentos tarumberos les queda un largo viaje por delante. La colección surgió, como explicó Carolina Musa  responsable de la editorial rosarina Libros Silvestres “para llevar los libros a la calle y provocar el encuentro con otros posibles lectores que no son habituales clientes de librerías, incluso que no son lectores de literatura y menos de literatura local”. Sobre la impronta y el estilo de la colección, Musa detalló que “son libros de pequeño formato y de pocas páginas, impresos a dos tintas en risografía, que es una técnica que tiene mucho de artesanal, por lo tanto son prácticamente fanzines para niñes. Fanzines por su modo de producción y circulación alternativo, y por su contenido también, por su desfachatez”. De esta manera, estos libritos fanzine, salieron junto a este periódico durante varios meses. En total son seis títulos que a partir de ahora estarán en librerías, bibliotecas y ferias de todas partes, listos para empezar otro recorrido. Del primero al último, los cuentos de Tarumba son Gato enojado no caza ratones de Laura Vilche e Ilustrado por Josefina Preumayr; Gerarda la mutante de Wachi Molina, con ilustraciones de Diego Rolle; MALDELMEIL de David Wapner con los dibujos de Tati Babini; Platillos volantes escrito por Diego Colomba e Ilustrado por Meli Lovera; El amarillo de Carolina Musa, con las ilustraciones de Rouse de Zavaleta. El último, Lobo, escrito por Lila Gianelloni, acompañado por los dibujos de Cris Rosenberg, está disponible a partir de este sábado (con compra opcional) en todos los kioscos de diarios y revistas de Rosario, junto a el eslabón.

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