La última vez que un acto presidencial en el Monumento no había estado vallado fue hace más de cuatro años. Lejos de manifestaciones populares, en los últimos actos del 20 de junio, el ex presidente Mauricio Macri hacía de la zona una espacio para unos pocos; fuertes operativos de seguridad y 300 metros clausurados a la redonda impedían la llegada del público que quisiera acercarse a la celebración del Día de la Bandera. Esta vez, por el contrario, el espacio convocó a rosarinos y rosarinas a conmemorar los 208 años del primer izamiento de la bandera argentina, en una ceremonia que tuvo al presidente Alberto Fernández como su orador principal y que no ofreció resistencia a la llegada del pueblo. Otra vez, un hito de la historia argentina se convirtió en una fiesta patria.

Calles cortadas, familias que descienden de colectivos con banderas, niños y niñas asomados a los balcones con la celeste y blanca en sus manos: el panorama de las calles aledañas a la vera del río Paraná, alerta lo que allí está por suceder. De a poco, el epicentro patrio de la ciudad recibe y abraza a las columnas organizadas que llegan, pero también a familias, amigos y parejas que se reencuentran dispuestos a permanecer ahí lo necesario para “hacer el aguante” a Alberto. Una multitud de gorras que protegen del sol, de cuerpos pegoteados que reciben en sus pieles los 31 grados de la tarde rosarina, ofrecen una nueva versión de los actos presidenciales. Nada de barreras, nada de vallas, nada de llenar el espacio con policías: de la multitud a la investidura presidencial, sólo unos pocos metros de distancia.

Banderas argentinas y escarapelas se mezclan con remeras de Perón, pilusos con la inscripción “CFK”, tatuajes con la cara de Evita, gorras del Che y banderines de Néstor. El Monumento se vuelve un santuario de iconos patrios y peronistas que aguardan el inicio del acto histórico. “Reserven lugar, vamos para adelante”, dice un pibe a sus amigos que caminan rápidamente esperando encontrar un espacio cerca del escenario. A medida que llegan las batucadas, el batallón de pies comienza a saltar y a moverse acoplándose a la euforia de los bombos: el calor no se aguanta, la alegría, tampoco.

Foto: Manuel Costa

“Es la primera vez que venimos. Me enteré anoche por el noticiero y hoy cuando le comenté a la abuela le dije «nos vamos a verlo»”, dice Laura, de 25 años, quien se acercó al Monumento junto con su abuela de 72, su marido y su hija pequeña que juega sobre una lona tendida en el asfalto. Angélica, la mayor de los tres, apunta a los drones con su cartel escrito a mano con la esperanza de ser capturada en alguna foto: “Vamos Alberto, tu pueblo te necesita y te acompaña”, dice la pancarta que sostiene. “Yo estoy muy contenta con Alberto Fernández. Lo amo y lo re quiero”, comenta entre risas. Y afirma: “Hoy es un dia feliz para nosotros”.

Arturo, de 62 años, se arrimó con su nieta Abril, de 12. Vestido con una remera que retrata a Perón y Eva abrazados y con la gorra del Che cubriendo su pelo, se define como “peronista y cristinista, sobre todas las cosas”. Explica que la iniciativa de participar del acto fue de la propia niña que lo llamó para “que la busque y vengamos juntos al acto”. “Hemos ido cuando Cristina presentó el libro (Sinceramente). La lleve y le compré la bandera (argentina). El año pasado, cuando estuvieron Alberto y Cristina no la pude traer y entonces, venir hoy, ha sido el día”, agrega.

Foto: Manuel Costa
Foto: Manuel Costa

Para las siete de la tarde, la locutora anuncia que se dará inicio al acto y la gente responde encaminándose hacia el frente del escenario. Una adolescente camina apurada agarrada del brazo de su madre diciendo: “Dale, a ver si lo vemos a Alberto”. Un padre sube a su hijo a los hombros, una pareja se abraza a la espera y unos niños se suben a los cañones que se encuentran frente al Río con la esperanza de ser más altos. Los aplausos, los cantos y las manos señalando la “V“ de la Victoria hacen saber que llegó el mandatario.

Los discursos de Pablo Javkin y Omar Perotti son escuchados atentamente, pero la ovación llega a la hora de Alberto. “Soy un rosarino más a la hora de reclamar más seguridad y más justicia”, valora el presidente y hace que el público estalle una ola de aplausos, bombos y asentimientos. “No es un discurso, compañero, estoy diciéndoles qué compromiso vengo a asumir”, explica, refiriéndose a su preocupación por la seguridad de los rosarinos y rosarinas. El discurso conmueve tanto porque entre los presentes se encuentran los familiares de Carlos Orellano, el joven desaparecido cuyo cuerpo fue encontrado en el Río Paraná este miércoles, que se acercaron al Monumento para reclamar justicia e intentar reunirse con el presidente. “Atrasé todo esto porque tuve que reunirme con la familia de Carlos, hoy ellos me necesitaban más que ustedes”, sostiene el jefe de Estado. Un grupo de amigas se codean y dicen: “Es cierto”.

Foto: Manuel Costa

Las palabras del presidente emocionan porque después de cuatro años Rosario vuelve a celebrar el primer izamiento de la bandera, símbolo olvidado por la gestión macrista. Con Alberto Fernández, regresa la politización de la historia y, con ella, la reivindicación de los próceres que durante el gobierno de Cambiemos habían sido eliminados de billetes y discursos oficiales y reemplazados por yaguaretés, ballenas, guanacos, horneros y tarucas y metáforas arquitectónicas que comparaban al país con un grupo cimientos y estructuras.

“Alberto Fernández es un hombre que sabe tocar los sentimientos, como ya es histórico en el peronismo”, dice Juan Carlos, quien escuchó todo el discurso al lado de su esposa Liliana, con la que lleva 52 años de casado y comparte su amor por la militancia. Hace tiempo militan en la Corriente Nacional y afirman que están orgullosos de respaldar al presidente en este acto histórico. “Vinimos todos juntos, estos son mis compañeros”, comenta mientras señala a un grupo que se acerca en busca de un abrazo.

El acto finaliza y los parlantes hacen un mix entre la Marcha a la Bandera, Juana Azurduy y Los Palmeras. La gente se retira cantando y bailando al ritmo de cumbia. Otros se quedan a la espera de alguna posible foto con algún dirigente. El Monumento fue, nuevamente, espectador de un summum de expectativas que se caldeó al calor del sol y a la sombra del gran edificio, aglutinando una multitud que llegó motivada a encontrar otros ojos que ahora sí pueden mirarlos y las palabras y voluntades políticas que cierren heridas y confirmen que otra vez “la patria es el otro”.

Fuente: El Eslabón

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