La primera jornada del lock out convocado por la Mesa de Enlace refleja la grieta interna del sector agropecuario. El viernes último, la Federación Agraria Argentina (FAA) tomó la decisión de dejar a sus bases con libertad de acción para la protesta, dada la falta de consenso entre los afiliados a la entidad.

Las resistencias a la determinación de plegarse al paro movilizado por Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) y la Sociedad Rural Argentina (SRA) surgieron inmediatamente después de que el presidente de FAA, Carlos Achetoni, expresara la decisión de sumarse el cese de comercialización de granos y hacienda para faena dispuesto entre el 9 y el 12 de marzo.

La composición de la medida anunciada por el gobierno nacional daba cuenta de que el ministro de Agricultura, Luis Basterra, había recogido las demandas presentadas por los federados en las reuniones que mantuvieron en la previa, como la diferenciación en base a una segmentación en la aplicación de los derechos de exportación. La compensación alcanza a 42 mil productores de soja, que implican un 74% del total de productores, pero el 23% de la cosecha. Una expresión fiel de la concentración.

De esa manera, el argumento de la cúpula de la entidad para sostener el lock out chocaba de frente contra la realidad y se lo hicieron saber desde las bases. Tanto las Bases Federadas, donde milita el expresidente de la entidad Omar Príncipe, y la Federación de Cooperativas Federadas (Fecofe), señalaron el carácter “netamente político” de la medida y negaron que sea representativa del mandato de las bases.

Por su parte, las grandes empresas exportadoras, la Bolsa de Comercio de Rosario y la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, hicieron público su rechazo al incremento de las retenciones. Ésta última publicó un informe en el cual afirma que como consecuencia al impacto de las retenciones habrá una caída del área sembrada de alrededor de 636 mil hectáreas. A su vez, explica que el nuevo esquema supondrá una recaudación adicional de 330 millones de dólares, derivando en que el aporte total de las seis cadenas de cultivos extensivos sea de 5.936 millones de dólares. Para la entidad bursátil el valor de las exportaciones se reducirá en 843 millones de dólares y el valor agregado en 813 millones de dólares.

La posibilidad de una reedición del escenario de conflicto del 2008 queda despejada a partir de variables que trazan diferencias fundamentales. Por un lado, se trata de una medida adoptada en función de las atribuciones consignadas por una ley votada hace dos meses en el parlamento nacional. Por otro lado, la Argentina se encuentra en una crisis profundísima marcada por la recesión y la carestía de divisas en medio de una enorme incertidumbre global a raíz de la guerra comercial entre Estados Unidos y China reimpulsada con la expansión universal del coronavirus que derrumbó el precio del petróleo y amenaza con efectos similares para el resto de los commodities, un panorama directamente opuesto al ciclo de expansión económica y auge de precios internacionales previo a marzo del 2008.

Pero hay un tercer factor que pesa sustancialmente: la existencia de núcleos activos al interior de CRA y SRA que responden orgánicamente a la Coalición Cívica, al PRO y al radicalismo cambiemista. Son los sectores que están motorizando tractorazos y asambleas desde los primeros días del gobierno de Alberto Fernández y cuyo interés no está vinculado a tres puntos más o menos de retenciones. Ninguno de ellos está discutiendo la idoneidad de una herramienta de política económica. Se trata, más bien, del asentamiento político sobre una base social que permita confrontar con el gobierno y apunta a consolidar un foco opositor con una delimitación geográfica, económica y política.

Las divisiones internas en la Federación Agraria manifiestan una contradicción de largo aliento, una de las herencias del conflicto por la Resolución 125: los grados de autonomía y juego propio que la FAA pueda tomar para sostener los intereses de sus representados, evitando ser arrastrada por la dependencia y subordinación a los objetivos tácticos de las entidades que agrupan a los productores de mayor escala. El propio Achetoni debió reconocerlo de manera oblicua al afirmar que “muchos productores de escala pequeña se sienten albergados en las medidas” del gobierno.

Con sensatez y astucia, el gobierno abandonó rápidamente el enfrentamiento directo contra las entidades agropecuarias y adoptó una posición que reafirma la decisión política, pero se desmarca de los bríos épicos que por debajo agitan una nueva cruzada contra la “oligarquía” agraria que solo se vivencia en los radios céntricos de las principales ciudades del país. La intención parece ser que el frente agropatronal se desgaste sólo por la propia dinámica del conflicto y quede aislado de las preocupaciones más urgentes del resto de la sociedad.

De todas maneras, el error de creerse en medio de la batalla definitiva contra los grandes terratenientes puede llevar a confundir el clivaje de un conflicto vertebral para la sustentabilidad política de cara al futuro si se advierte que el sector produce un 60% de las exportaciones. En 2008, el gobierno interpretó una contradicción entre pueblo y oligarquía agropecuaria que lo condujo a reforzar el agrupamiento alrededor de la Mesa de Enlace y a borrar sus diferencias históricas. La situación derivó en una tensión entre el interior subestimado, acusado de retrógrado y gorila, contra las ciudades progresistas incapaces de asumir el origen rural de sus comodidades.

Alberto Fernández, el exjefe de Gabinete que en aquel entonces renunció por su disconformidad con el manejo del conflicto, parece haber comprendido la lección y desistió de las declaraciones que puedan enardecer un contexto más que delicado. Las segundas y terceras líneas, y de ahí hacia abajo, no siempre parecen en sincronía con esa estrategia, o bien, son las encargadas de llevar adelante la versión hostil. La feria Expoagro que se realiza en San Nicolás será un escenario inmejorable para notar los ánimos contrapuestos en el sector, hoy enredado en una disputa embalada desde su propio seno, y tener una primera impresión del rumbo que puedan tomar las contradicciones.

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