Fuimos a buscar a una escritora para hablar de su libro y nos encontramos con una mujer que tiene mil vidas. Nadia Isasa nació en Rosario en 1979. Fue actriz, budista, vivió en Buenos Aires, se casó, volvió. Es judía y no por vientre materno. Le encantaba el guefilte fish, pero desde hace un tiempo es vegetariana. Estudió Letras en la UNR y con mucha convicción dice que esa carrera, en Rosario, es un agujero negro, pero no de la facultad, sino del mundo. Ella pudo salir con el título de licenciada y profesora de Letras, pero además, está diplomada en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y en la Universidad de Villa María. Aunque se dedique a la investigación, su vocación es la docencia que ejerce en escuelas secundarias de Rosario, y también coordina talleres de lectura en esta y otra ciudades. Dirá que el aula es su lugar en el mundo y desde ahí, con su práctica cuestionará “las lecturas autorizadas”. Con sus amigas Laura Rossi y Carolina Musa, impulsan el sello editorial Brumana, en homenaje a Herminia Brumana, educadora, escritora, periodista, dramaturga y activista feminista argentina. Uno de los primeros títulos será la reedición de Yo bastardo: Derek Walcott, literatura y decolonialidad (2018), su tesis de grado. Recientemente, en el fanzine de poetas locales, La Pasquina, Nadia publicó unos poemas del poeta caribeño que ella misma tradujo al castellano. “De Walcott me fascinó que, con una gran destreza poética llegó a formular la categoría del bastardo, del sujeto colonizado”, explicó. Además, Isasa colabora con contratapas en Rosario/12 y participó de la muestra permanente de narrativa Déjame que te cuente, del Museo de la Memoria de Rosario.

Foto: Candela Robles

 

Nadia Isasa no se considera escritora, sino alguien que a veces escribe y prefiere cuestionar ciertos lugares de autoría. A fines del año pasado ganó la convocatoria Baltasara en la categoría narrativa (Cuentos) con su primer libro de ficción Boab. “Si uno escribe de la mano de alguien generoso y con talento para saber lo que uno no sabe, capaz que escribir está bueno entonces”. Nadia Isasa se refiere a Andrea Ocampo y a Laura Rossi: ambas en diferentes momentos la acompañaron con taller, clínica y curaduría, en el proceso de escritura de Boab. Junto a Ocampo y Rossi y la editora Liliana Ruiz, Isasa presentará Boab el próximo viernes 20 de marzo a las 19, en Mal de Archivo, Moreno 477.  “El boab es una flor de Bach que opera sobre el universo de lo familiar, de la tribu, del grupo de herencia, es la forma botánica que tiene de funcionar el árbol, que los frutos caen y de ahí crecen otra vez en un nuevo ciclo”, ilustró Nadia, que practica aromaterapia desde los 25 años. “Dicen que es una flor de Australia, pero se refiere a la flor del árbol sagrado de la sabana. Las tribus africanas ancestrales hacían rituales alrededor del baobab”, agregó. Quizás el nombre sintetice un poco el espíritu de las cinco historias reunidas en Boab: la poderosa fuerza de los vínculos primeros, cultivados en la llanura, en el encierro de los pueblos en el campo. Como escribe en el prólogo la escritora española, Luisa González, Nadia en sus cuentos logra “un tono mítico que, por fortuna, profana la ficción contemporánea”. 

Si no sos escritora ¿entonces qué es un escritor/a para vos?

Yo no soy escritora, escribo a veces. No me identifico con ese lugar. Lo que importa cuando el libro llega a manos del lector es el texto, no la persona real que lo escribió, yo estoy convencida de eso. La muerte del autor de la que habla (Roland) Barthes, que en los claustros y en las tarimas se proclama como vanguardia, fíjate cómo se lo ha careteado que seguimos queriendo ser el centro de nuestras producciones. La escritura es un bastión, y el “yo” la caga siempre. Por eso soy un poco barthesiana en eso de pensar que una vez que el libro se publicó ya no me pertenece, y soy más curiosa por saber qué les pasa a los demás con ese texto que podría llevar mi nombre como cualquier otro, porque sino, no salimos nunca del círculo de la lectura autorizada.

¿A qué te referís con lectura autorizada?

Yo trabajo mucho la decolonialidad, y que es para mi la clave para poder leer nuestros tiempos y de corrernos de este lugar de subalternos desde 1492 en adelante. La pedagogía de la lectura sostiene que el libro quiso decir algo, el autor quiso decir algo, entonces el lector tiene que encontrar lo que quiso decir el autor, y eso es colonizar la lectura. Porque no le da autonomía al lector en tanto instancia creativa, porque el que termina de construir el texto es el lector. Hay muchos escritores que no quieren que la gente se apropie de sus textos, a mi me encanta pensar que puedan hacer eso con los textos que escribo, aunque por su puesto, el límite siempre es la mala leche. En mi caso, mis referentes son mis alumnos, me parece más importante lo que pasa en el aula que en cualquier otro lado.

¿Cómo trabajas la lectura en el aula o en tus talleres?

Yo doy taller de lectura y hay una instancia colectiva donde se construye un sentido. Por su puesto que primero es individual, pero cuando se comparte salen lecturas suplementarias, complementarias, idénticas o no, y a mí eso me parece maravilloso y es todo lo que me interesa de la literatura. Y ese es mi trabajo en el aula, en este pequeño espacio llamado lengua y literatura donde leemos, pluralizar la lectura es revolucionario. Pero no porque lo haga yo, sino porque los sujetos se empoderan frente al texto, y uno sabe que cuando se empodera frente a algo, eso después se hace transitivo, porque sabés que ese gesto lo podés sostener. 

Foto: Candela Robles

¿Lees lo que se está escribiendo en Rosario? 

Sí, leo muchísimo. Tenemos re buenas poetas como Gaby Mendez y Gabby de Cicco, y narradoras como Lila Gianelloni o Laura Rossi, por dar algunos nombres. También creo que hay una crisis del escritor varón, sobre todo si tiene más de 50 años, mucha misoginia ¿no? Bueno, también está el trío que hacen Ferroggiaro, Colacrai y Nuñez, ahí yo creo que hay una matriz narrativa que está funcionando. No se si es el río o qué, pero hay una literatura rosarina, yo digo que es una magia, debe ser el río Paraná. Hay improntas estéticas que uno puede reconocer en la literatura como en lo teatral, ahí yo lo vi siempre. En la Biblioteca Argentina di un taller que tenía como eje lo geográfico, porque ahí se juegan relaciones de poder, pero no de Rosario como escenario porque para eso ya está Rosario Ilustrada que es el libro que sacó la editorial municipal, bueno. Eso es lo descriptivo, en la literatura es bastante menos importante Rosario como escenario, que Rosario como posibilitador de una escritura. 

 

¿Cómo ves la escena literaria local?  

Está buenísimo que las escritoras y escritores de Rosario produzcan, publiquen y circulen, lo que no está bueno es que nos encerremos, que armemos ghetto. Tampoco hay que irse a Buenos Aires para legitimarse, yo lo hice por otra cosa y Buenos Aires no legitima ni al porteño. Pero me parece que tiene que circular en los espacios donde la gente se convierte en lectora que es en la escuela. Bueno, algo así era el proyecto de Fede Ferroggiaro Rosario se lee, y fue una buena idea. Como identidad local deberíamos hacer al revés, deberíamos partir de los textos locales, arrancar por lo que tenemos más cerquita

Está bien, pero la literatura de Rosario ni siquiera es objeto de estudio en la facultad

La carrera de Letras es un agujero negro, no dentro de la facultad, sino del mundo.  La regentean como una lógica propietaria, y si, Hay una vacancia de literatura de Rosario. Por ejemplo, en Literatura argentina 2 ¿Rosario no está dentro de Argentina? Esa es la lógica colonial que sigue funcionando dentro de nuestras instituciones educativas. Desde la docencia nos dimos cuenta que no nos interesaba correr esa carrera porque es improductiva, no se llega a nada, y no se juega nada del orden de lo vital. En cambio, sí se juega en una escuela secundaria, si se juega en la primaria, sí se juega en el nivel inicial, porque estamos hablando de lectura y de lectores ¿pero dónde se forman como tales?.  

 

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