El impacto del coronavirus a nivel mundial está provocando un desconcierto tal que comienzan a caer viejos preceptos liberales que hasta el momento funcionaban con carácter de dogma. Alemania es uno de los países más complicados del mundo. Hasta el último jueves se habían registrado 2369 casos de personas infectadas y seis muertos. El mayor sindicato del país pidió al gobierno de Angela Merkel que brinde ayudas a los ciudadanos mediante cheques de consumo para estimular la economía.
A raíz de la incertidumbre económica y el horizonte signado por una posible recesión generada por la propagación del virus, el gobierno alemán analiza la posibilidad de llevar adelante una nacionalización temporal de empresas de sectores energéticos que puedan verse afectadas. Como primera medida paliativa, la canciller Angela Merkel destinará créditos sin límites para respaldar a las empresas que sufran las consecuencias negativas de la epidemia. La inyección de dinero podría ascender a medio trillón de euros.
El ministro de Finanzas, Olaf Scholz, y el ministro de Economía, Peter Altmaier, anunciaron que el gobierno dispondrá inicialmente 20 mil millones de euros para el banco estatal KfW, a través del cual se concederán los préstamos. El objetivo es darle liquidez a corto plazo a las empresas nacionales como una forma de protección y para evitar una ola de despidos. Además, esas empresas gozarán de exenciones y aplazamientos impositivos.
El propio ministro Altmaier no descartó la posibilidad de que el Estado intervenga en compañías en crisis para cubrir los efectos de la caída del mercado asiático y consideran crear nuevos centros de producción en Europa. De cualquier manera, el funcionario planteó que las nacionalizaciones no serían en gran número.
Al mismo tiempo, Merkel se manifestó a favor de flexibilizar la política de disciplina fiscal de déficit cero, uno de los principios con los cuales el gobierno alemán se hizo fuerte en la Unión Europea y constituyó una herramienta para presionar a los gobiernos del resto de la comunidad.
La idea de ablandar las restricciones presupuestarias se extendería a todos los países de la Unión Europea permitiendo que se apliquen las medidas “necesarias” para frenar el crecimiento de la epidemia y que no colapsen los sistemas sanitarios. De esa manera, la situación derivada por la pandemia derrumba los pilares de la ortodoxia económica e instala un nuevo escenario en la economía global.
