“¡Juro a la patria y a mis compañeros que si a las tres de la tarde del día de mañana el virrey (Cisneros) no ha renunciado, lo arrojaremos por las ventanas de la fortaleza!”, exclamó sin metáforas Manuel Belgrano, en una reunión en casa de Nicolás Rodríguez Peña, el 24 de mayo de 1810, según dice Tomás Guido en su Reseña histórica de los sucesos de Mayo, del Senado de la Nación, Tomo V, 1960. Pero, la voladura del virrey no explica el carácter de esos sucesos. El historiador Norberto Galasso se pregunta: “¿Cómo es posible que los miembros de la Primera Junta de Mayo jurasen por Fernando VII? ¿Si el movimiento nacía por odio a España, como señala Mitre, por qué los españoles Matéu y Larrea integraban la Junta? ¿Cómo es que ningún testigo vio cintas celestes y blancas que nombra Mitre, sino, en cambio, cintas blancas, los primeros días, en señal de paz y cintas rojas, el 25, amenazando sangre? ¿Por qué la bandera española siguió flameando en el Fuerte?”.

La teoría de la “máscara”

“¿Eran enemigos de España los hombres de Mayo, o los probritánicos inventaron que la jura por Fernando VII era sólo «una máscara» para evitar que España se diera cuenta del propósito de los revolucionarios y los reprimiera”, se pregunta Galasso. “Las ciencias sociales explican que ningún grupo revolucionario llegado al poder puede jurar por la contrarrevolución, pues si así contenta al enemigo, en cambio, enfrenta a su base social, que se ocupará bien pronto de derrocarlo por traidor. O a la inversa, si su base social sabe que se trata de una picardía, es un secreto a voces que también conocen los enemigos y carece de sentido instrumentarlo”.

Misioneros y paraguayos

En tanto, el investigador misionero Jorge Francisco Machón (1935-2013) indica: “En 1810 pareciera que los hermanos paraguayos se alejan definitivamente de Misiones. Al no reconocer Asunción la llamada Revolución de Mayo, Buenos Aires mandó al abogado Belgrano a convencer a nuestra región de los ideales de la revolución”.

En de diciembre de 1810 arribó a Paraná, tras cruzar con su tropa, que llegó a ser de 1.100 hombres provenientes de Buenos Aires y pueblos por donde pasó. Mientras la tropa paraguaya llegó a unos 7 mil hombres. 

Pero, las derrotas de Belgrano ante los paraguayos (19 de enero de 1811) en Paraguarí, y en Tacuarí (9 de marzo), lo llevaron a abandonar la campaña.

Humanista sin convocatoria

Para Pablo Camogli, historiador misionero, “Belgrano fue un gran humanista y en Misiones conforma la galería oficial de los próceres de la provincia. Pero, pese a su humanismo, no movilizó a las comunidades originarias”. 

En Paraguay “Belgrano tradujo al guaraní proclamas y documentos, pero no empleó como soldados a los naturales”, indica el autor de Batallas por la libertad (2005), Batallas de Malvinas (2007), Batallas entre hermanos (2009), Nueva historia del cruce de los Andes (2011), Asamblea del Año XIII (2013), Contame una historia (2014) y Andresito. Historia de un pueblo en armas (2015).

Remarca que “Artigas y Belgrano vivieron en un mismo contexto, pero el oriental y también Andrés Guacurarí, no tenían ese lógica y privilegian lo comunitario, base de la filosofía guaraní. Vivieron en los pueblos originarios, los incorporaron a las tropas y sus mandos, respondían a las ideas de autonomismo y no a la centralización porteña.

Además, acota sobre “su amplia mentalidad, fue pionero en el cuidado del ambiente, como defender los bosques. Y, a diferencia de otros porteñistas tenía contacto con los originarios”.

Reglamento sin comunidad

La expedición de Belgrano al Paraguay, como miembro de la Primera Junta tuvo un carácter político además del fracasado objetivo militar. Además de solucionar conflictos jurisdiccionales, en su campamento de Tacuarí redactó el Reglamento para los Naturales de Misiones.

Le preocupó la situación de las comunidades y entró en contacto con ellas. En 30 artículos insiste en la libertad total pero fracasó por no reconocer la esencia guaranítica: la vida en comunidad.

Indicaba el documento: “Todos los naturales de Misiones son libres, gozarán de sus propiedades y podrán disponer de ellas como mejor les acomode”. Además impulsaba el reparto de tierras en propiedad, la libertad plena para el comercio e impulsaba el afincamiento de población blanca en los pueblos. Suprimía el pago de tributos, eximiendo por diez años todo impuesto a los habitantes de Misiones. Preocupado por la educación, ordenaba que cada pueblo contara con escuela.

Y afirmaba: “No está en mi ánimo desterrar el idioma nativo”, pero estimulaba el bilingüismo. En el tema sanitario, sugería que las familias vivan en lotes separados. Y, en lo militar apuntaba a la formación de milicias.

Por otra parte, este texto fue agregado por Alberdi en 1853 como una de las bases de la Constitución Nacional. Mientras, Paraguay ya se había aislado política y económicamente de las provincias del Plata.

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Un comentario

  1. Guillermo Yaquinto

    19/05/2020 en 11:15

    Conocer la historia nos hace mantener viva nuestra cultura y a valorar aún mas nuestras raíces. Muchos, por no decir todos los habitantes de la cuenca rioplatense (desde Santa Fe a Misiones) tenemos corriendo por nuestras venas un chorro de sangre guaraní, dichosos de nosotros de tan honrado legado. Poco sabemos de esta civilización ancestral que bajo la tutela de los padres Jesuitas la convirtieron en la más próspera que haya existido en la región en todos sus aspectos (cultural, artístico, religioso, militar, urbanístico, arquitectónico, etc.)…Es un orgullo tener al Dr. Alfredo Poenitz y al Lic. Mgter. Pablo Camogli como profesores de Historia en el IMES, eximios conocedores e investigadores de la cultura Guaraní, que con gran pasión y mucha didáctica nos transmiten clase a clase todo su saber y experiencia; gracias a ellos aprendimos a mirar la historia con otros ojos y a comprender que no sólo la escriben los que ganan.

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