“Mañana tendremos tiempo de sacar lecciones, de interrogarnos sobre el modelo de desarrollo que aplica nuestro mundo desde hace décadas y que ha revelado sus fallos, nos tendremos que interrogar sobre las debilidades de nuestra democracia. (…) Pero lo que ya ha revelado esta pandemia es que la sanidad gratuita, sin condiciones de ingresos, de profesión, nuestro Estado de bienestar, no son costos o cargas, sino bienes preciosos, unas ventajas indispensables (…) y que este tipo de bienes y servicios tienen que estar fuera de las leyes del mercado”. Dijo en su discurso el presidente de Francia, Emmanuel Macron.

Hubo un tiempo en que el presidente Mauricio Macri se miraba en el espejo de Macron, deshaciéndose en elogios sobre la reforma laboral que convulsionó al país europeo, mientras sostenía que en la Argentina «necesitamos abrirnos a una legislación más moderna para generar empleo».

Los franceses ya no le creen a Macron y volvieron a ocupar las calles para manifestar su repudio contra las políticas de ajuste y hubo incidentes en las principales ciudades del país, que continúan al momento de escribir estas líneas.

Sospechan que detrás de las medidas anunciadas de un “escenario a la italiana” se esconden fines electoralistas inconfesables, a pocos días de los sufragios municipales, cuando el partido gobernante se encuentra en una mala situación.

La credibilidad en el ajuste serial y el remate del sistema jubilatorio están a la baja para el antiguo banquero de inversiones de la banca Rothschild devenido en dirigente político, que ahora con este discurso “progresista” parece convertirse en el nuevo ídolo socialdemócrata del progresismo liberal.

“Podés haber conseguido aprobar tu ley, pero no escuchaste al pueblo”, responden los franceses. ¿Cuánto podrá durar esta nueva aventura en estas condiciones? El apelativo más delicado que cosechó después del discurso fue lacónico: cínico. ¿Qué dirán ahora Macri y sus pregoneros meritocráticos de la cerveza artesanal con sus sueños “macronicos”, frustrados luego del regreso del peronismo al poder?

El gobierno de Macri vació la salud pública en Argentina. El dinero dirigido a las áreas que antes estaban dentro del ministerio fue un 1,7 por ciento del Presupuesto Nacional, mientras en el el último ejercicio aprobado en la gestión anterior destinaba un 2,3 por ciento. Tres años más tarde la reducción de las partidas fue de un 25 por ciento.

Macri asumió con el dólar rondando los 10 pesos y alcanzaba los 63 pesos al dejar la gestión. La mayoría de las vacunas y medicamentos están dolarizados. Lo que redujo la capacidad de compra seis veces sólo por la devaluación, que hay que sumar al 25 por ciento de reducción presupuestaria.

Se redujeron y paralizaron los sistemas de prevención y promoción impulsados en la gestión anterior como el Programa Argentina Sonríe, destinado a combatir enfermedades bucodentales; el Plan Qunita de el acompañamiento para madres y recién nacidos; programas capacitación en distintos territorios del país, y hasta el reparto gratuito de preservativos.

La tasa de mortalidad materna sigue siendo muy alta. El aborto inseguro es la primera causa. Hay 3,2 muertos cada 10.000 nacidos vivos, según el último informe estadístico del ministerio de Salud. Los datos son difíciles de verificar, pero diferentes organizaciones médicas coinciden en que se practican 500.000 abortos clandestinos por año, 80.000 mujeres deben ser hospitalizadas por complicaciones en esos procedimientos, y 100 mueren.

Faltaron medicamentos y vacunas para enfermedades como el sarampión, meningitis, hepatitis A y B y varicela, no sólo por la reducción en la compra, sino por fallas en la distribución y la aplicación.

Ante la epidemia de hantavirus en Epuyén en 2018 la respuesta del gobierno fue pedir que se evitara viajar a la zona, pero nunca se enviaron equipos médicos y biólogos a estudiar los animales del lugar ni los indicios de contagio interhumano. Fueron 11 los muertos.

Quedaron abandonados en galpones los camiones hospitales que antes viajaban al área metropolitana y pueblos chicos del interior para consultas ginecológicas, odontológicas y oftalmológicas, vacunación, mamografías, y controles pediátricos.

Como se abandonaron alrededor de 160 mil dosis de vacunas contra el sarampión, vencidas y abandonadas en un olvidado depósito por la gestión de María Eugenia Vidal, mientras el brote de la enfermedad sumaba más de 85 casos en la provincia de Buenos Aires.

Se derogó la resolución 1484 de septiembre de 2015 que propiciaba “asegurar el derecho a la protección de la Salud Mental de todas las personas y el pleno goce de los derechos humanos” establecido por la Ley 26.657.

La destrucción del PAMI tiene en la quita de la entrega de medicamentos en forma gratuita a los jubilados su rostro más inhumano y miserable. El saldo de cuatro años de gestión macrista es la inequidad en el acceso a las prestaciones, la privatización de servicios, y la precarización de los trabajadores. El Estado se desentendió de su rol para convertirse en financiador de los negocios de los prestadores privados de la salud.

La eliminación del ministerio de Salud para convertirlo en Secretaría, no sólo tiene un valor simbólico, representa toda una concepción del rol del Estado y la importancia que le dio el gobierno de Macri a la sanidad pública. Tuvo efectos perversos en la práctica concreta porque la estructura no es la misma y aún los procedimientos de emergencia dependen de la decisión de un nivel superior no necesariamente técnico y especializado en el tema.

¿Qué ocurriría ahora con los brotes de sarampión y de dengue? ¿Y con la emergencia sanitaria global declarada por la pandemia del coronavirus? ¿La hubiera coordinado un presidente que no sabía ponerse un barbijo?

Si algo diferenció históricamente a la Argentina en la región, entre otras cosas, fue su servicio sanitario gratuito y de calidad. Hoy la situación ya no es la misma que años atrás.

A la retirada progresiva del Estado en su obligación de garantizar el acceso equitativo a la sanidad para todos los ciudadanos, la falta de inversión y el desmantelamiento del sistema hospitalario, se suma la escasez de recursos materiales y profesionales. En Argentina hay 3,8 enfermeros por cada 10 mil habitantes, cuando el número mínimo debería superar los 4, según indica la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Para el peronismo nunca es tiempo de hablar de “pesadas herencias”, mientras se hace urgente gobernar y “terminar con la grieta”, como dice el presidente Alberto Fernández. La grieta económica y social en que quedó sumergido el país. La Argentina tiene que enfrentar ahora la pandemia del Coronavirus, cuando empieza a tratar de reponerse de la peste del neoliberalismo.

“No hay enfermos sino enfermedades. Hay que sustituir la medicina de la enfermedad por la medicina de la salud”. Esto decía el doctor Ramón Carrillo, el primer ministro de Salud de la Argentina, nombrado por el general Perón en 1949. Setenta años de peronismo. Si pudiera leer a Carrillo, Macron tendría un mejor espejo que Macri en el que mirarse.

Le dicto estas líneas al teléfono mientras le doy de comer al perro. Lo acaricio y veo temblar sus patas traseras. Ya está un poco mayor y la artrosis empieza a afectarlo. Grace es una mujer muy fuerte, pero anoche la vi con los ojos humedecidos ayudándolo a incorporarse, después de haber estado un largo rato tirado, descansando.

Ya está bajo tratamiento con un buen veterinario que lo sacó de otro apuro. Seguro que pronto estará mucho mejor. Sin embargo, no puedo evitar pensar en cuánto tiempo tardaremos en discutir sin prejuicios un marco legal al cultivo de cannabis para la salud, atendiendo los resultados que esta terapia ha conseguido en tantas personas, e incluso en los animales.

No quiero para mi país el triste destino de la dulce Sonya, la joven prostituta castigada por tantas injusticias, pero capaz de infinitos sacrificios dispuesta a mantener a su familia y entregarle su amor a Rodia hasta en su destierro. La enfermedad no es un crimen. El acceso a la salud no puede ser un castigo.

Miguel Núñez es periodista. Fue Vocero Presidencial de Néstor Kircher (2003-2007) y de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2009)

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