Producir jabones o barbijos para la comunidad. Regalarle al hospital más cercano. Comprarle a cooperativas y fábricas recuperadas. Armar un fondo de emergencia. Aportar a ese fondo de emergencia. Hacer el laburo que no puede hacer tu compañera porque tiene más de 65 años. Llenar una plantilla virtual para los que no tienen computadora. Llevar viandas casa por casa. Dejar a punto un hospital. La pandemia también sacó a relucir lo mejor que tenemos. Y afortunadamente quedó claro que no sólo de buchones está hecha la Argentina. Por el contrario, desde que se anunció la cuarentena, las redes de contención se multiplicaron casa por casa, barrio por barrio.

No se trata únicamente de un hashtag colectivo o una videollamada con la gente que más querés, sino también de lazos de solidaridad sindical y cooperativa, de compromiso militante, de prioridades más parecidas a un plato de comida y el agua limpia que a la calidad del streaming. Mientras los gobiernos nacional, provinciales y municipales despliegan medidas económicas que apenas oxigenan la cotidianidad, los sectores de la economía social, popular e informal se organizan como modelo de la sociedad que queremos ser cuando salgamos de ésta.

Jabones para todes

“Nunca me lavé tanto las manos”, aseguran los trabajadores y las trabajadoras de la Cooperativa de Trabajo Jabonera Cañada Rosquín. En la Jabonera, todas las personas que no forman parte de los grupos de riesgo siguen yendo a trabajar siguiendo reglas de cuidado personal y colectivo: a los barbijos y guantes que ya usaban, le sumaron limpieza con alcohol al ingreso y la salida, termómetros para tomarse la fiebre, entre otros. “Son nuevos usos y costumbres que estimo que se van a arraigar”, dijo al eslabón Magdalena Cabrera, su presidenta.

La fábrica recuperada de Cañada Rosquín realiza jabones en pan, detergente, viruta, jabón para la ropa, glicerina y derivados. Sin embargo, desde la crisis desatada por el Covid-19 solamente producen jabón en pan blanco, el más aconsejado en este momento. Una parte de esa producción va destinada al ministerio de Desarrollo Social de Santa Fe. También sostienen a sus clientes, aunque en ese sentido la situación es más bien compleja. “No estamos pudiendo despachar gran cantidad. Hay distintas variantes que no nos permiten, como camiones que no están viajando o locales que no pueden abrir”, indicó Cabrera.

“Cuando vimos cuál era la situación actual supimos que podíamos o quedarnos en casa como todos y esperar que pasen los días y enfrentar los problemas económicos más adelante, o ponernos a disposición con nuestra mercadería, sabiendo que los problemas económicos los vamos a tener igual”, explicó Cabrera. Para ella, la decisión no es casual. “Los cooperativistas en general tenemos ciertos valores innatos a la personalidad de cada uno, sino no podríamos ser cooperativa. Y suma siendo empresas recuperadas: sabemos lo que son las crisis, y que de no tener nada se puede emprender algo. Es una fuerza, una energía, extra y creo que a la larga vamos a ser más que ejemplos, no sólo para nuestro país, sino para el mundo”, destacó.

La Cooperativa de Trabajo Jabonera Cañada Rosquín limitó su producción a jabones blancos.

A disposición de la salud pública

“Cuando la situación empezó a ser crítica, nos preguntamos cuál era el rol que nos corresponde. Enseguida dijimos que tenemos que estar al servicio de las situaciones más críticas”, contó el Ingeniero Marcos Santicchia, presidente de la Cooperativa Textiles Pigüé (provincia de Buenos Aires). “Nos encontramos con que la secretaría de Salud de nuestra localidad no conseguía insumos en ninguno de sus proveedores, entonces empezamos a fabricar insumos sanitarios para el hospital de nuestra comunidad”.

Cabe contextualizar: la Cooperativa Textiles Pigüé (provincia de Buenos Aires) no fue la excepción a las medidas nacionales. La fábrica recuperada, donde trabajan 120 personas, tuvo que frenar su planta por completo e ingeniárselas para sostener un mínimo flujo económico. La salida que encontraron fue transformar el taller de fabricación de indumentaria deportiva en una fábrica de insumos médicos textiles: barbijos, camisolines y botas para terapia intensiva, cofias, entre otros.

Durante los primeros días de producción, los insumos se entregaron de manera gratuita al hospital de su localidad y la región: casi 2 mil barbijos y unos 500 camisolines. “A partir de esta semana, empezamos a organizar la línea de manera de poder tener mayor capacidad de producción y a partir de esto poder ofrecer estos mismos insumos a otros organismos públicos o instituciones que ya lo están requiriendo”, explicó Santicchia. “Gracias a esto, y al esfuerzo de 15 compañeros y compañeras que están en la línea de producción, estamos generando el único flujo económico que podemos generar, porque al ser textiles no tenemos actividad. De esta forma, podemos continuar y esperar que pase este contexto tan difícil, para después pensar en la recuperación”.

Unidad de las trabajadoras

La Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar) recibió desde el lanzamiento de la cuarentena 2200 pedidos de asistencia de compañeras y compañeros de todo el país. La situación en los sectores más informales es extrema: desde amenazas de desalojo hasta la imposibilidad de tener un plato de comida. “Los sindicatos están para las necesidades de sus bases, y si las compañeras nos piden comida, tenemos que estar para garantizarles eso: comida, remedios y un techo”, sintetizó Georgina Orellano, la secretaria general del sindicato de las trabajadoras sexuales.

“La semana pasada lanzamos un fondo de asistencia, sabiendo que para muchas de nosotras dejar de trabajar no es una opción, porque vivimos al día”, explicó Orellano. El escenario es turbio pero se repite en los sectores más informales: personas que tienen contratos precarios en pensiones u hoteles de familia, que tienen ingreso económico diario para poder pagar los alimentos, mujeres migrantes que no cuentan con documentación. Toda la plata que se juntó fue a parar a esas personas. A eso se le suma la asistencia para anotarse en los planes lanzados en estos últimos días. Para las trabajadoras y trabajadores informales, el acceso a Internet o una computadora es también un privilegio

Al momento de la entrevista con este medio, Orellano remarcó las amenazas de desalojo que caían sobre muchas compañeras mujeres, travestis y trans. Horas más tarde, el Presidente de la Nación anunció por la Tv Pública que los desalojos están suspendidos y se comprometió a denunciar él mismo al Inadi en caso de que no se cumpla.

“Lo que la cuarentena deja reflejado es la precariedad en la que estamos las trabajadoras sexuales y muchas trabajadoras y trabajadores informales”, remarcó Orellano. Y añadió: “El anuncio nos encontró reunidas en un plenario nacional y eso nos dio la posibilidad de poder desarrollar acciones que puedan contener a nuestras compañeras. Pero ahora estamos desbordadas del pedido de acompañamiento”. La situación excede porque muchas referentes del sindicato están contempladas dentro de las personas de riesgo en la pandemia y están en sus casas. Además, porque los pedidos llegaron desde provincias donde aún no tienen presencia gremial, como Chaco, Corrientes y Santa Cruz, y de municipios como Junín o Caseros.

Al frente 

“Sin dudas, afecta de la peor manera”, dice sin titubear Ignacio Rico, referente de la Unión de los Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (Utep) y Subsecretario de Planificación de Hábitat de Santa Fe. Se refiere a la cuarentena y a su gremio, el que nuclea a las y los vendedores ambulantes, feriantes, cartoneros, huerteros, cadetes, entre tantos más, que no tienen salario ni semanal, ni quincenal, ni mensual. “Sabemos que la cuarentena es el arma principal contra el virus, pero de esta forma se cortó el ingreso diario que con mucho trabajo y esfuerzo se inventan los y las de abajo”.

Según explicó Rico, la totalidad del trabajo de la Utep pasa por asistir a las familias de alimentos e insumos de higiene  “que permitan bancar la parada, como nos pidió el Presidente”. “También establecimos un protocolo sanitario para comedores y merenderos, para cuidar a los que ayudan en cada barrio, y cambiamos la modalidad de trabajo llevando la comida casa por casa, llevando la circulación al mínimo”, contó. La síntesis es clara: “Los movimientos sociales son protagonistas centrales en la batalla contra el coronavirus”.

“Por suerte hoy tenemos un Estado presente que está ayudando a los trabajadores y trabajadoras más humildes para que puedan contar con los recursos necesarios para quedarse en casa. Tanto el aumento de todas las asignaciones directas, de los programas sociales como la asistencia alimentaria y sanitaria en los barrios, decretados por Alberto Fernández y (el gobernador santafesino) Omar Perotti, están ayudando a que se sostenga la necesaria cuarentena con dignidad”, consideró Rico. Y destacó, en ese contexto, la tarea y el rol de la militancia social: abrazar, dar respuestas a las necesidades de los más humildes y colaborar con el gobierno en esta batalla. “Hoy jugamos todos en el mismo equipo”, remarcó.

 

Fuente: El Eslabón

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