La cuarentena dejó un paisaje desolado. Los pocos que andan por la ciudad son aquellos que cumplen tareas de servicio o realizan trabajos imprescindibles: la máquina viva que cubre las necesidades de todos y tapa los huecos de una situación excepcional. La cuarentena no es uniforme. Se vive de formas distintas de acuerdo al barrio y a los imperativos que recaen sobre el cotidiano.

Aquellos con un canuto, ahorros y trabajos fácilmente transportables a casa, pueden retraer posiciones y aguardar novedades en casa. Los buscadores del mango diario, los que dependen de la changa y el rejunte para sobrevivir, no pueden: el acatamiento al aislamiento social obligatorio expone como una radiografía a trasluz la composición socioeconómica de la ciudad. El ejercicio de cuidarse muestra con mayor aspereza su condicionamiento de clase.

¿Y cuidar a los otros? Cristian, uno de los cadetes de CoopExpress, la cooperativa de cadetes de Rosario, cuenta que están trabajando mucho y que perciben que el plazo de cuarentena se va a extender. Ellos abarcan toda la ciudad con su servicio, que tiene el punto fuerte en la mensajería y en el traslado de medicamentos. Explica que, desde el momento que se decretó la cuarentena, muchos comercios decidieron cerrar o reducir sus horarios. Otros trabajan solo con el delivery. Para cubrir esa demanda, desde la cooperativa se organizan para brindarse los insumos de protección. Son los que le llevan la comida a aquellos que, pese al estado de excepción, no tienen ganas de cocinarse o deciden darse un gustito. Los privilegios del deseo, como tituló uno de sus libros el cubano Antón Arrufat.

Las bondades de la cuarentena son exclusivamente de clase media. Para los que viven en las periferias, ¿es mejor la calle o el hacinamiento? El presidente Alberto Fernández dispuso un giro de fondos para las provincias y se reunió con los curas villeros que habitan los territorios bonaerenses. La inquietud: ¿cómo rescatar a los que están peor?

El Aislamiento Social Obligatorio fue adoptado a partir del crecimiento exponencial de la paranoia en los sectores medios que suelen desentenderse de la realidad de las periferias. Como medida sanitaria y para cuidar la salud mental. La pregunta puede ser: ¿de qué vivirá la Argentina después de esto? O también: ¿cómo viviremos las y los argentinos?

La urgencia aparece desde las zonas blandas de la riqueza (mal) distribuida: la glándula sensible de la economía sin canuto. ¿El hambre y el dengue no existen más? ¿Qué mata a los que mueren y no se ven?

Esquivando virus con mi bicicleta

Un trabajador de las aplicaciones como Pedidos Ya o Rappi pide reserva por no tener fueros de delegado. Trabaja para una cadena de supermercados armando pedidos en una sucursal del macrocentro. Es shopper. La empresa repartió los insumos para la protección de los trabajadores sólo en Buenos Aires. Fueron al paro porque están sindicalizados. En el resto de las provincias no lo están y, por lo tanto, tienen que trabajar en esas condiciones.

Uno de los principales problemas es que los shoppers no están exentos de la cuarentena porque, según el convenio laboral, son personal administrativo. No deberían trabajar, pero la empresa los obliga. “Estamos expuestos a todo y la gente no toma consciencia”, dice, y explica que los pedidos que confeccionaron incluyen Nutella, chocolate, helado o packs de cerveza. “Es poca la gente que pide cosas de necesidad básica. Y los que lo hacen, son cosas para comer en el día. Tipo antojos. Somos 50 personas en planta. Podríamos estar en cuarentena sin poner en riesgo a todo el mundo”, comenta.

Ellos estuvieron de paro hasta el miércoles, resguardados por el artículo 75 de la ley de Contrato de Trabajo. La medida de fuerza de los empleados de planta duró hasta que llegaron los insumos. Aunque lo único que enviaron fue alcohol en gel: una botellita de 220 ml para cada uno. Los monotributistas -los freelances que anda con la bici o la moto- están a la deriva porque la empresa no les garantiza nada. El sábado pasado hicieron un ruidazo: reclamaron que la primera noche hubo 20 robos y 2 baleados. Tampoco el Municipio interviene -dicen- a pesar de que el intendente haya dicho que son un servicio esencial.

En las redes sociales uno puede decir lo que es, pero no tiene necesidad de practicarlo. La condición ciudadana parecería suponer un mínimo de confort innegociable: esto es la democracia. Hay un límite del “tampoco es para tanto” que supone una prioridad personal: en todo caso, a mí no me va a pasar nada. Los cómodos y los incómodos, nueva categorización de clase.

“La gente todavía no tomó consciencia, nosotros porque tenemos que trabajar para sobrevivir. Hacemos lo posible para que se queden en casa. Y todavía hay gente que no entiende”, explica Cristian, de CoopExpress. En cuanto al patrullaje, distingue una lógica de distribución: en el centro hay muy poco, casi no se ven policías en la calle. “En cambio, en zona sur, hay mucho movimiento de patrulleros”, indica.

Estamos ante uno de los mayores pánicos que experimentó la humanidad. Suspensión de los movimientos. Detención de la producción. Clima de guerra. Recesión mundial. Nada volverá a ser lo mismo, un cambio fuerte. El misterio del virus. La sospecha del virus. La peligrosidad del virus. Lo que se pide es: no salir salvo para mandados mínimos y específicos. Arreglarse -por una vez- con lo que hay. ¿Cómo sobreviven los comercios y cómo se resguardan los trabajadores que andan por las calles? “¿La economía o la vida?”, preguntó el presidente.


Fuente: El Eslabón

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