Entre las historias poco recordadas, Manuel Belgrano fue depuesto y encarcelado en abril de 1811, por esas maniobras porteñas y la manipulación judicializadas y mediáticas. “Quiere el pueblo que el vocal, don Manuel Belgrano, general de la expedición destinada al auxilio de nuestros hermanos paraguayos, sea llamado y comparezca inmediatamente en esta capital a responder a los cargos que se le formen.”, se lee en las peticiones del 6 de abril de 1811 (Junta de Historia y Numismática Argentina, 1910).

El 19 de abril, la Junta, a raíz del supuesto pedido “popular” difundido por la Gazeta Extraordinaria del 15 de abril, “previno” a Belgrano para que regresara a la capital y dejase el mando del ejército al oficial que “corresponda por su empleo y antigüedad”, es decir a José Rondeau.

El oficio fue firmado por el abogado Joaquín Campana, redactor del petitorio y nuevo secretario de Gobierno de la Junta, aliado de Saavedra. Belgrano aceptó la orden para que no se pensara que lo hacía por “ambición” y no provocar, “tal vez”, un “nuevo movimiento” o “vaivén” que se debía evitar frente a los enemigos.

El 6 de junio de 1811, la Junta nombró Juez Fiscal al coronel Marcos González Balcarce, quien además de ser saavedrista firmó el petitorio, junto a otros militares. Además, como si fuera poca la manipulación, fue designado comandante del regimiento Estrella. Era quien debía armar la causa, registrando información y testimonios sobre el caso.

El 20 de junio, 16 oficiales del ejército en la Banda Oriental que viajó al Paraguay, resaltaron no haber hallado alguien que hubiera criticado a Belgrano,

El fiscal, el 26 de junio, tomó declaración al coronel Tomás de Rocamora. Al ser consultado sobre el comportamiento del jefe en las operaciones y la separación de unos oficiales, Rocamora admitió que se había fugado.

Durante julio se frenó el juicio y no se convocó a Belgrano. A fin de ese mes, diversos alcaldes afirmaron no tener cargos contra Belgrano por su actuación militar.

A la vez, los militares que lo habían seguido elevaron un oficio declarando «que no había un oficial ni un soldado que tuviera la menor queja que producir contra él». También remarcaron que había que valorar “el buen nombre de un patriota, a quien vimos sacrificarse en todas ocasiones en obsequio de la patria y de la gran causa que defendemos».

Finalmente, el 9 de agosto se lo absuelve y la Gazeta de Buenos Ayres, indica: “Belgrano ha servido bien a la patria… y se declara que ha conducido en el mando de aquel ejército con un valor, celo y constancia dignos del reconocimiento de la patria”.

Luego, el 11 de mayo de 1812 Belgrano le escribió a Rivadavia: “Los bribones del 5 y 6 de abril me perjudicaron y perjudicaron a la Patria; ¿Qué ventaja se saca de mentir?”.

Limpiando morenistas   

Estas tramoyas judiciales y tratamiento con métodos que hasta no hace poco fueron comunes en los Tribunales, obedecían a artimañas contra Belgrano, quien era considerado no sólo como morenista, sino como un peligro potencial por estar al mando de un ejército de aproximadamente 3000 hombres en operaciones. Además, no se olvidaba que fue “coautor” junto a Mariano Moreno del Plan de Operaciones, aquel furibundo documento que Mitre escondió por su concepción opositora al ideal del centralismo porteño.

El 6 de abril de 1811, también tropas de cuarteles “convenientemente convocadas”, presentaron al Cabildo otro petitorio dirigido a la Junta, en el que pedían la expulsión de los vocales morenistas y la destitución de Domingo French y Antonio Beruti, también seguidores de Moreno, del mando del regimiento Estrella.

En octubre de 1811 Belgrano va nuevamente al Paraguay, encomendado por el Primer Triunvirato. Allá, firmó con el gobierno paraguayo un Tratado de Amistad, Auxilio y Comercio para una Confederación. No se aplicó, y Paraguay se alejó de las Provincias Unidas.

Decencia subversiva”

La ética y moral de Belgrano, su honestidad, fue definida por el historiador Hernán Brienza, quien califica a don Manuel como “valiente, ingenuo, honrado hasta la torpeza, idealista, terco, inteligente, apasionado, vehemente, racional, severo, justo, quijotesco, cándido, brillante, negado. Belgrano es muchos hombres es un sólo cuerpo. Y la característica que más lo enaltece es que no fue un ser extraordinario sino un hombre demasiado humano. Por eso logró estar a la altura de los pueblos arribeños, peleándola de igual a igual”.

El politólogo, docente, periodista ensayista e historiador argentino, indica que Belgrano “No tiene el romanticismo militante de un Monteagudo o de un Dorrego ni el cautivante aventurerismo sanmartiniano. No produce la admiración desbordante y caribeña de un Simón Bolívar o la convicción revolucionaria y democrática de Artigas. Su fuerza –más allá de sus admirables ideas y su callado tesón de hombre político y de acción– está en sus convicciones morales. Belgrano es revulsivo para nuestra sociedad por su honestidad. Belgrano tiene una decencia subversiva”.

Y agrega Brienza: Manuel Belgrano tenía 42 años cuando tomó la decisión más importante de su vida. Reflexionemos un poco sobre lo que significa su renuncia a la comodidad de una vida “burguesa” en la ciudad para abrazar la aventura de andar por cerros y llanos, sucio y desaliñado con un ejército a cuestas intentando una patria a sus espaldas. Sin dudas Belgrano es un zonzo. Pero nadie podrá negarme la cantidad de belleza que contiene su zoncera”.

Fuente: El Eslabón

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