En “Ensayo sobre la ceguera”, el famoso libro de José Saramago, una pandemia de ceguera deja sin sentido de la vista a toda una población. “Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven”, dice Saramago en una de sus páginas. A la cuestión de la pandemia y la ceguera de la que habla el escritor portugués, esta nota viene a sumar las voces de un colectivo: el colectivo Travesti/Trans.

Aunque el verdadero virus sea el Covid-19, aunque la ceguera no se transmita como la gripe, y aunque el texto de Saramago no se trate más que de una ficción, hay quienes luchan contra una pandemia de “ciegos que, viendo, no ven”. Son los, las y les activistas travestis trans que, desde el año 2009, cada 31 de marzo festejan el Dia de la Visibilidad Travesti Trans, desparramando la cura contra esos invidentes que se esfuerzan en no reconocer sus cuerpos, sus voces y sus reclamos.

Irrumpir en la historia: una mecánica de visibilización

“Se habla de visibilidad justamente por eso, porque queremos hablar de nuestros cuerpos, de nuestras vidas, queremos contar nuestras historias, queremos contar que fue lo que nos paso en todos estos años y que es lo que nos pasa actualmente”, dice el audio que Michelle Vargas Lobo envio a El Eslabón. Michelle, “la Miya”, como se define, tiene 38 años. Milita hace 10 en la Comunidad Travesti/Trans, es asesora de la concejala Alejandra Gómez Sáenz (Bloque Frente de Todos – PJ) y estudia enfermeria en la Universidad Nacional de Rosario. Considera que su transito en la universidad y el Concejo es un “privilegio” y aprovecha esos ámbitos como un espacio estratégico para “contar la realidad de nosotras”.

Michelle atribuye la ceguera a “la sociedad” que “todavia tiene un manto en los ojos”. “La gente no entiende. Piensa que porque nos podemos casar o tener documento esta resuelto todo y la verdad que no. Todavía seguimos muriendo jóvenes y pasando hambre. Seguimos sin poder soñar con una casa, sin poder soñar que vamos a trabajar de lo que queremos”, se explica. “Lo que la sociedad no ve es nuestras muertes, nuestras vidas, nuestras tristezas, nuestra desesperación, nuestra angustia, nuestra hambre, nuestra falta de techo, nuestra falta de salud”, afirma.

Para romper con eso, Vargas milita diariamente creyendo que la organización popular, las organizaciones libres del pueblo, la lucha colectiva, el amor y la política van a ser los propulsores de una realidad más justa. Además, considera que la mejor forma de hacerse visible es irrumpir nuevos espacios con su historia. “Ser como soy. Ir a donde vaya con mi vida, sin negar que fui expulsada de mi casa, que sufrí violencia, que fui trabajadora sexual, que tuve una relación violenta y que tuve que estar presa”, señala.

Militar para rehabilitar el amor

Morena García tiene 48 años. Trabaja en el Área de Internacionalización de la UNR. Milita en el Colectivo Travesti/Trans y prefiere no ponerle años de antigüedad a su militancia porque considera que “las travas somos una militancia per se. No llegamos a casa y nos olvidamos por un momento, nuestro cuerpo es una trinchera y con él cruzamos la sociedad”, justifica.

“El día de la visibilidad travesti trans es importante no por el reconocimiento de que exista un colectivo o se lo acepte, nosotras no necesitamos reconocimiento ni aceptación de nadie. Necesitamos la reivindicación de los derechos y el amor que nos han negado”, dice a El Eslabón. Y agrega que para ella no hubo closets, “entonces estuvimos ahí, siempre a la vista”.

Entre líneas, las palabras de Morena insisten en la importancia de la unidad y el reconocimiento mutuo. Ante el desamparo y la desidia del Estado, ante la ceguera de los actores políticos, el colectivo Trans/Travesti empuña las armas del amor, dispara desplegando lazos afectivos y lleva a la praxis la consigna que refiere a que la patria es la otra. “El encontrarse con otra trava es como confirmar que no sos un espejismo, una dolencia como te hicieron creer. Una trava habilita a otra”, remarca García.

Respecto a la visibilidad, Morena admite que fue su paso por la secundaria EEMPA lo que le otorgó un giro a su vida. El agradecimiento es hacia sus profesores, que  “desde el amor, la consciencia política, y un montón de herramientas que brindaron me mostraron que quedarse en las postrimerías de la victimización no iba a cambiar nada. Me dieron esa chispa inicial que detonó lo que soy hoy”, comenta.

Históricamente en cuarentena

Jackeline Romero dice su lucha tiene dos enfoques puntuales: ser trans y VIH positivo. Trabaja en el Área de Género y Sexualidades de la UNR y su trayectoria como activista data desde 1984. A pesar de su militancia perseverante, explica que uno de los espacios donde se siente invisible es la política. “Casi todas, todos y todes somos militantes políticas y sin embargo es ahí donde somos invisibilizadas totalmente. No nos respetan, no nos incluyen, no tenemos voz pero si tenemos voto”, alega.

Jackie tiene 49 años y dice que está acostumbrada a estar en cuarentena. “Históricamente nuestra vida es una cuarentena porque vivimos aisladas y  segregadas en una sociedad donde no nos aceptan ni nos incluyen”, remarca. “Yo pensé que en 2020 la vida iba a ser mejor, que una iba a poder estar en su casa, ya retirada de la lucha y de la militancia para poder descansar. Pero a pocos días de cumplir 50 años veo que la lucha se agranda, se hace más extensa, más dura y mucho más dolorosa”, evalúa.

A Romero también se la escucha insistente con el tema de la unidad. Dice que durante estos días los vínculos se fortalecieron porque “nos encontramos tan vulneradas que necesitamos la una de la otra continuamente”. A falta de vacuna contra el coronavirus, el movimiento Travesti/Trans ya inyectó su remedio temporal: unidad, unidad y más unidad. Jackie dice que su satisfacción diaria es recibir un mensaje de audio de alguna compañera que le agradece por hacerle llegar un pollo, un pedazo de queso, unos huevos o un paquete de fideos. “Hicimos una red entre todas las compañeras de los pueblos, de las ciudades y de la provincia para ver qué nos falta y si nos están asistiendo los estados. Si una de las compañeras no está siendo asistida nos encargamos de llamar a los diferentes gobiernos para que se puedan cubrir esas necesidades”, explica.

La solidaridad como vacuna

Si hay algo en lo que las tres entrevistadas por El Eslabón coinciden es en denunciar que la presencia del Estado frente al colectivo Travesti/Trans es escasa. Además, consideran que las leyes no bastan para modificar la sociedad. La pandemia del coronavirus vino a acentuar lo que las, los y les trans tratan de decir hace mucho: que la ESI, el matrimonio igualitario, la ley de Identidad de Género y el todEs sirven, pero no alcanzan. Que las luchas a las cuales les pusieron el cuerpo dieron sus frutos y hoy llevan el nombre de derechos conquistados, pero que no bastan para curar las heridas de un colectivo que históricamente fue perseguido y castigado.

“Claramente hay un montón de leyes que deberían mejorar la calidad de vida de las personas travestis trans y eso no funciona porque cada vez nos morimos más jóvenes. Tenemos un marco legislativo super enriquecedor en cuanto a contenido pero ese marco está vacío porque no se cumple”, dice Michelle Vargas. Y agrega: “Si bien tenemos leyes de cupo laboral en casi todo el pais, cuesta muchisimo que nos podamos insertar por fuera del cupo. Hay un montón de compañeras que están dentro del mercado, pero son muchas más las que están por fuera”.

A su turno, Morena García señala que “las leyes como la de Identidad de Género y Salud Integral son leyes que amplían derechos. Pero sin ESI y una sociedad educada para comprender que nosotras somos huérfanas de ellos y del Estado no tienen gran incidencia, resultando esto en que nuestro promedio de vida sea de 32 años”. Además, considera que es imposible tomar medidas inclusivas si no existe representatividad travesti/ trans en las mesas de discusión política: “¿Cómo se pueden construir políticas que nos contemplen sin nosotras? ¿Cómo puede algo ser eficaz sin nuestra mirada?”, se pregunta.

A la vulnerabilidad diaria de un movimiento desprotegido se le suma la presencia de un virus que está al acecho de cualquier cuerpo al que puede adherirse. El temor se hace moneda corriente en un contexto donde “la política tardía y de retazo no alcanza” y  “acceder al alimento en una sociedad que privilegia «la familia» y lo «normal» se nos vuelve imposible”, dice García. Y remata: “Es esa zozobra de sabernos el último orejón del tarro lo que nos tiene con mucho miedo”.

Por su parte, Jackeline Romero coincide en que el dolor y la incertidumbre están a la orden del dia. “Ese dia lo pase muy angustiada porque saber que hay compañeras del otro lado que no tienen para comer o que están enfermas y una no le puede alcanzar un plato de comida es dolorosísimo”, aclara refiriéndose a cómo paso el Día de la Visibilidad Travesti Trans.

Coincidiendo, Michelle dice que en estos momentos es imposible quedarse en su casa. Es el momento de “salir a bancar la olla y a buscar recursos para hacerle llegar a las chicas”, comenta. “Hay algunas compañeras que están ocupando cargos a nivel nacional que se estuvieron comunicando con nosotras y nos hicieron llegar mercadería, pero por parte de otros eslabones del Estado todavía seguimos esperando algún tipo de respuesta” dice y recuerda que con la voluntad no alcanza cuando lo que falta es compromiso del gobierno.

“Aún así, el laburo de compañeras travas/trans y de gente que se pone al hombro no como obligación sino como parte de su militancia es lo que nos permitirá mantenernos vivas y calmas para que cuando esto pase  podamos restablecer nuestros lazos, nuestras actividades, nuestra vida, que de cuarentenas sabe demasiado pues la sociedad siempre nos tuvo aisladas”, valora con orgullo Morena García.

Fuente: El Eslabón

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