Romina Muchutti rindió su última materia en forma virtual y se recibió de maestra. El examen fue un trabajo reflexivo sobre las ciencias sociales y su didáctica. Se sacó 10. Es la primera alumna del Instituto Superior N°16 Bernardo Houssay de Rosario en recibirse de profesora en educación primaria a la distancia, en tiempos de cuarentena impuesta por la emergencia sanitaria. “Festejamos con videollamadas, mucha emoción sobre todo con mis padres y mis amigas”, dice Romina con su sombrero de graduada que ella misma confeccionó.

“Pensaba que no iba a poder rendir, porque cargaba con la ansiedad de que era la última materia más lo que está pasando a nivel mundial con la pandemia (de coronavirus)”, dice Romina en charla con Redacción Rosario. Su mesa de examen estaba programada para marzo, justo cuando se decretó el aislamiento social obligatorio. Allí pensó que no rendiría por lo menos hasta julio. Pero todo cambió cuando la profesora responsable de esta cátedra, María Alejandra Echeverría, se contactó con ella y otro par de estudiantes avisándoles que podían hacer un examen virtual. Y la joven lo celebró: “Me llené de alegría porque esperaba mucho esa mesa y también de incertidumbre porque nunca había rendido así”.

Para Romina no solo significó la oportunidad de recibirse sino también de poder “poner la cabeza en otra cosa, en esas lecturas del examen, en este momento de esta problemática que estamos viviendo a nivel mundial”. Sus palabras son de mucho agradecimiento a la profesora Echeverría. También a sus compañeras, al instituto en general, a las profesoras y profesores de su carrera, a la regente Ana Bugiolacchio y al director Pedro Dabin.

A diferencia de las pruebas orales o escritas más tradicionales, el trabajo de evaluación que les acercó la profesora fue “súper reflexivo, sobre los contenidos de la materia”. “La profe nos propuso reflexionar sobre lo cotidiano, lo que pasaba con lo que nosotras habíamos leído y visto en su cátedra”, repasa la joven graduada.

Tuvieron unos días para preparar el escrito que les demandó el examen, que les llegó por correo electrónico y devolvieron por la misma vía. El jueves 9 de abril pasado Romina recibió la nota de su evaluación final: un excelente, un diez.

“Recibirme para mí fue especial porque esperaba muchísimo el título, me costó mucho hacer la carrera trabajando. Desde el segundo año de cursado hago reemplazos, pero al no ser titular no tengo beneficios sociales, también estoy en esa lucha de poder cobrar”, dice la joven sobre el padecimiento que pasan en la provincia las y los docentes reemplazantes, quienes no sólo no tienen trabajo, sino que además les adeudan el proporcional de vacaciones y quedan afuera de la obra social.

Antes de volcarse por el magisterio, Romina estudió administración bancaria, aunque sabía que su vocación estaba en la docencia. La terminó de convencer una amiga, que es profesora de historia, y el trabajo voluntario de alfabetización y apoyo escolar que desplegaba en los barrios de la ciudad. Al final, en 2015, se inscribió en el profesorado de educación primaria en el Instituto 16. Trabajar, estudiar, hacer las prácticas y ser mamá de una niña de (ahora) seis años le demandó extenderse un año más en sus estudios. Sus docentes dirán que siempre fue una “alumna excelente”.

“Tengo vocación, mi base de trabajo es pensar que la educación es una herramienta de transformación social”, elige decir de por qué se volcó también por el magisterio. Un trabajo que define unido al amor, a entender la realidad social diferente que rodea a cada niño y niña.

Cuando Romina pensaba que debería –como dice- “postergar sus sueños” llegó el llamado de su profesora. Ahora es la primera maestra, por lo menos del Instituto N° 16, en recibirse con esta modalidad. “Mis padres lloraron muchísimo. Ellos no salen a ningún lado porque son personas en riesgo, estamos todos estresados por lo que se vive, Todos estamos con esa carga. Esto nos alivió a todos. Y yo me siento orgullosa por mis logros, de poder reanudar muchos sueños”, confía en la charla.

En silencio, sin decir nada a nadie, Romina se había confeccionado con unas cartulinas un gorro de graduación. El jueves 9 de abril pasado, luego de recibir la buena noticia, se fue hasta su cuarto, lo buscó y se sacó la foto que acompaña esta nota. “Me Recibí. Soy seño”, dice con letras de colores esa manera amorosa que las chicas y chicos eligen llamar a sus maestras.

De brechas y tensiones

“Yo no sabía que era su última materia, me enteré después que le entregué la nota. Ella nunca lo dijo, aunque a mí me llamaba la atención que no hubiese rendido antes porque siempre fue una alumna excelente”, elogia María Alejandra Echeverría, la profesora de historia que enseña ciencias sociales y su didáctica en el Instituto Superior N°16 y fue docente de Romina.

Hace 27 años que enseña y la primera vez que pasa por esa experiencia de que una estudiante se reciba a la distancia. María Alejandra sabía que no todas y todos los estudiantes disponen de conectividad, por eso propuso hacer un examen escrito diferido, con “preguntas de análisis, de reflexión y no de responder solo por los contenidos porque eso no tiene sentido. Y como así trabajamos en la cátedra no les iba a resultar desconocido”.

“No necesito tenerla enfrente para evaluar. Yo confío en el alumno, no estoy pensando si se copió, porque les propongo preguntas que tengan que ver con la reflexión”, valora la profesora de la experiencia. También que haya sido para quien fuera su alumna una posibilidad “de poner la cabeza en otra cosa” en esta situación de excepcionalidad que se vive con la pandemia.

María Alejandra asegura que todos salen enriquecidos con esta experiencia. A ella porque la obligó a pensar cómo orientar de la manera más clara posible el examen, y a sus estudiantes saber que una evaluación no es solo preguntar por los contenidos.

Pedro Dabin es el director del Instituto 16. También celebra los logros, que define siempre como colectivos, en especial porque en los 32 años que lleva como docente es la primera vez que una estudiante se recibe a la distancia. Pero también habla de las tensiones y contradicciones que como institutos los atraviesan, porque a la par que muchos estudiantes han podido rendir estos exámenes, otra buena parte queda afuera porque “no tienen computadora o solo acceden a un celular o no tienen conexión a wifi o datos”. “Para no seguir ampliando esas brechas” –justifica el director- en estos días resolvieron postergar las mesas de exámenes para cuando se vuelva a las clases presenciales.

La medida no le resta mérito a la oportunidad que tuvo Romina de graduarse a la distancia, más bien habla –asegura el director- de evaluar cada circunstancia, de ser inclusivos desde la práctica.

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