Otro texto contra la autodenigración, con perfiles distintos. La Argentina, gran generadora de contenidos. Realizadores, público, Estado, empresas. El crimen cultural liberal. La negación de los propios. Qué sucederá cuando el mundo se abra.

Arranque. Calentando los motores

No todo es lo mismo. La necesidad de racionalizar y explicar nos lleva, a veces, a identificar niveles y actividades. Hay quien piensa que una buena gestión en una institución deportiva conlleva, necesariamente, al éxito. Es saludable creerlo, es probable que las posibilidades se incrementen, pero a veces el balón ingresa en el arco y otras no, más allá de los aciertos directivos. Esto es sólo una aproximación para calentar motores. Para definir algunos criterios. Vamos más lejos.

Los recientes textos sobre Pensamiento Nacional, con las consideraciones referidas a Educación y Medios han tenido buena repercusión. Desde diversas vías y opciones se admite que ayudaron a reflexionar sobre temas que perviven y son admitidos cual naturales pero necesitan y deben ser modificados. Sin embargo la circulación de los mismos ha originado en algunas personas bienintencionadas aunque generalizadoras, interpretaciones que involucran a la totalidad del mundo cultural argentino. Y eso puede ser bien injusto.

En algún momento, alguna vez, superaremos este presente de casas trinchera contra el coronavirus. El mundo se abrirá, aún con modificaciones, y muchos argentinos podrán disfrutar de los espectáculos y las creaciones variadas que surgirán por aquí y por allá. Actores y actrices se dirigirán normalmente a los estudios de grabación y a los teatros, se anunciarán recitales y se presentarán nuevas realizaciones cinematográficas; para las salas, para las pantallas chicas, para los soportes web. Pol ka ¿abonará lo adeudado? –más o menos- y los distintos sindicatos la emprenderán sobre las productoras para resarcir lo perdido. Las productoras seguirán exigiendo dinero al Estado. Los creadores desempleados volverán a amontonarse para requerir conchabo; las plazas y los subtes, las esquinas y los pequeños locales verán llegar a los artistas. Nacerán más cooperativas.

Entonces, el debate se relanzará. Cuál debate dirá usted, lector. Los que nos acompañan desde hace rato sentirán, a partir de ahora, un deja vú, un ambiente de familia en los conceptos vertidos.

Las realizaciones no son identificables con el periodismo

El contraste agudo con los grandes espacios empresariales que dominan la comunicación puede llevar a un gran equívoco: suponer que la producción nacional de contenidos está aplastada conceptual y técnicamente tras la oscuridad macrista; creer que las realizaciones que desde hace un buen tiempo se presentan, sobre todo en la pantalla chica abierta, cable y web, contienen una cultura ajena y son meras reproductoras del esquema tradicional identificado en trazo grueso bajo el apelativo hollywoodense (ahora netflixense o algo así). La identificación del periodismo de guerra con la totalidad de los productos generados por esas mismas empresas reimprimirá en el futuro tal vez cercano, el error. Y de una valuación adecuada de las diferencias depende el decurso de nuestro mundo del espectáculo.

El blanco negro extremo –aunque justificado por el devenir de los acontecimientos y el accionar de algunos empresarios y protagonistas del rubro- no debería llevarnos a ignorar la persistencia, con saltos de calidad, de una creatividad bullente y dinámica que al menos en las últimas tres décadas se ha plasmado en una zona espectacular del mundo comunicacional y tiene su origen en el talento de escritores, guionistas, directores, actores, técnicos y productores argentinos. Nuestro país sigue siendo generador de capacidades únicas que no han podido ser opacadas por los intereses reinantes.

Las novelas, las ficciones unitarias, las películas, las obras teatrales y los entretenimientos han mostrado un desarrollo singular, pero la apreciación de los mismos está condicionada al posicionamiento directo frente a la vida política nacional. Esta situación inarmónica conduce a evaluaciones forzadas y a negaciones injustificadas. Por decirlo así nomás: una parte del país considera reaccionarias las realizaciones presentadas desde hace años en los canales 13 – Clarín y 11 – Telefé, mientras otra porción estima propagandísticas las construcciones mostradas en lo que fuera Incaa TV, Encuentro, y Canal 7 – CDA, que antes de la pandemia parecían estar en vías de recuperación.

Nada más equivocado. El primer bloque está íntimamente ligado al segundo y en muchas ocasiones la argamasa conceptual que facilita las elaboraciones está situada en el mismo caldo de cultivo social, barrial, provincial. En el grueso de las producciones presentadas entre el último lustro de los años 90 y el presente, se visualiza con tono creciente y adecuación tecnológica el talento literario y operativo de nuestro pueblo. La sensibilidad potente de los actores está en línea con la precisión y celeridad de los técnicos; pero no todos ellos quedan entrampados por productores panfletarios o vulgares mercahifles sino que sus esfuerzos suelen ser canalizados con justeza. Hubo excepciones que fueron detectadas y denunciadas; básicamente, un puñado de realizaciones directamente hostiles al movimiento obrero.

La sorpresa que puede surgir en muchos lectores ante estas líneas evidencia la necesidad de repasar el concepto de cultura y mirar en la interioridad con franqueza para hallar una relación entre los anhelos, los deseos, los gustos y los prejuicios propios. Vamos bien lejos: estamos hablando de tiras como Los Simuladores, Gasoleros, Primicias, Campeones, El puntero, Las Estrellas, y de los unitarios y series concretados al amparo de Contenidos Digitales Abiertos emergentes de los Polos de Comunicación Audiovisual (Signos, La Casa, La Misión, Babylon, Fronteras, Cromo, entre tantas); de Suar y de Tinelli, de Cris Morena y de Carlos Rottemberg, de las búquedas del off y de las carteleras de Avenida Corrientes, de lo que se hizo ayer y de lo que se hace en la actualidad, con la admisión del freno sanitario.

La masividad de los productos nacionales

Hasta días antes que Hernán Lombardi asumiera como titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos de la Jefatura de Gabinete de ministros de la oscuridad liberal y barriera con todo, las realizaciones generadas por Contenidos Digitales Abiertos (CDA) habían obtenido seis millones de espectadores –debidamente medidos y registrados-. Aquí sí sucede lo mismo que en materia de espacios periodísticos: los consumidores de CDA, como los de los medios nacional populares, no visualizan su propia masividad porque la guía matriz de lo que “se ve y no se ve” aparece gobernada por los espacios concentrados a través de las medidoras privadas y los programas de espectáculos que ofrecen rebote sólo a los productos indicados por las empresas que controlan sus radios y canales.

La formación liberal de tantos dirigentes y funcionarios “propios” marca la dimensión del dilema: si hoy hablamos con ellos, una gran porción dirá que a nadie interesaban esos contenidos y creerá la versión concentrada de las preferencias de lectores, oyentes y televidentes. Sin embargo, las verificaciones genuinas están a disposición. Así como los medios nacional populares compiten en los primeros lugares de la zona a la cual llegan, las creaciones ligadas al Estado nacional y a los emprendimientos social cooperativos cautivan audiencias multitudinarias … que sólo las mediciones de las Universidades, objetivas, sin direccionamiento previo, están en condiciones de registrar.

Vale, aunque brinda tela para cortar en detalle artístico, involucrar en la observación a la música nacional. Si se dejara la comodidad –también asentada en dualidad tajante- podría admitirse el emerger de autores y músicos extraordinarios en el tango, el rock, el folklore, la cumbia, el hip hop y varias fusiones derivadas. (Acá no se trata de “me gusta esto, no me gusta lo otro”). No vamos a desarrollar el punto, porque amerita análisis específico. (¿Y el fútbol? ¿Qué hacer con él? Pero este rubro, al igual que el musical, merecen consideración aparte).

En secuencia, es preciso realzar además la capacidad organizativa de nuestra gente, pues la redefinición de la Asociación Argentina de Actores, del Satsaid, de Sica, el surgimiento de la Unión de Músicos Independientes y su gran derivación en el Instituto Nacional de la Música, la continuidad de Directores Argentinos Cinematográficos, entre muchas instituciones, contribuye a sostener este argumento.

Los unos y los otros, con matrices equivalentes

Volvamos a la pelea. El primer bloque, por denominar de algún modo al tándem Clarín – Telefé en materia de realizaciones culturales para el público masivo, suele ser objetado sin mayor hondura por una academia socioloide que caracteriza como triviales las realizaciones y “descubre” en su seno los mensajes del poder: discriminación, machismo, violencia, mercantilismo. Esto no es así. Siempre hay excepciones, pero tales disvalores no han sido introyectados en las obras ni nuestros talentos han cooperado con la difusión de miasmas antipopulares como sí lo han hecho colegas en los espacios periodísticos de esos mismos canales.

Es preciso indicarlo, mucho más allá de los gustos personales (a quien escribe puede interesarle más ver las películas sobre Manzi, Arlt, Walsh, Oesterheld, de CDA y Canal 7 que un espectáculo de baile, pero eso no implica que cada género no deba ser considerado en su rubro): la reiterada condena descargada sobre el show televisivo de Marcelo Tinelli corre el riesgo de anular toda la tradición humorística, comediante y danzarina de nuestro país. Pues los ataques que recibe podrían ser aplicables sin más al Circo Criollo, a Florencio Parravicini, a la vertiente irónica del tango, a la Revista Porteña, a Catita, a La Tuerca, a ciertos tramos de Tato Bores, a Alberto Olmedo, a Francella y al mismísimo Diego Capusotto. Esto lo ha marcado con inteligencia Martín García: el clima generado por Tinelli se basa en el humor de la barra de la esquina, en la calidad de nuestros cantantes y en la destreza de nuestros bailarines.

Existe una equivocación sencilla, trivial, pero extendida y vigorosa. La idea de si tal o cual actor, que en algún momento realizó manifestaciones torpes o antipopulares en entrevistas o redes sociales, trabaja en una obra, la misma amerita rechazo automático. La contracara se observa en la identificación de una realización cuando la misma es protagonizada por figuras que mediante esas mismas vías manifestaron adhesión a alguna variante peronista. Hay ejemplos claros: la valoración de los filmes de Fernando Pino Solanas fue distinta en los 90, en el kirchnerismo y durante el macrismo. Los mismos trabajos, que ostensiblemente no resultaban modificados en cada tramo, merecían repulsa o adhesión según el posicionamiento político estricto de su autor. Y así desfilaron por los vaivenes de una falsa evaluación cultural teñida de ultra actualidad Florencia Peña o Pablo Echarri, Luis Brandoni o Norma Aleandro, Juan José Campanella o Adolfo Aristarain. Cientos, en realidad. Es claro que (todos) padecimos una confusión entre obra de ficción y periodismo. Es preciso, entonces, ver la viga en el ojo propio y revisar ese arraigado desfasaje.

El segundo bloque es objetado con menor capacidad intelectiva aún. Aunque cueste digerirlo, una parte de la crítica y de un público adormilado, caracteriza a las enormes figuras que aparecieron durante el período previo nacional popular en la pantalla de la Televisión Pública como ñoquis, y ha evaluado que algunas de las realizaciones más importantes resultaron simplemente gastos estatales sin sentido. La oscuridad del pensamiento gorila brilla, paradójicamente, como nunca en estas apreciaciones. La mediocridad de los funcionarios que asumieron tras la derrota del 2015 ha llevado a la anulación de páginas web sencillamente maravillosas en las cuales se narraba buena parte de la historia, las aventuras, los anhelos y las proyecciones de nuestros creadores y a su través, de nuestro pueblo.

En ambos casos, la devaluación de los productos locales determina que los “críticos” se encaminen a la admiración rastrera de las realizaciones anglosajonas, cuando está a la vista su declive con sólo recorrer los canales de películas en el cable. En modo alguno cuestionamos la grandeza de las creaciones cinematográficas, televisivas, musicales del Norte; sólo señalamos que el macartismo y la preeminencia financiera han sumido en la censura varias generaciones de escritores, directores, intérpretes estadounidenses; hoy, a la hora de lanzarse a la gestación, tienen un mundo de agentes de inteligencia investidos como productores en derredor, advirtiendo sobre lo que se puede hacer o no en un nivel industrial que sigue originando cantidad sin anverso.

Lo que pasó, lo que estuvo por pasar y lo que viene

Entre 2003 y 2015 la Argentina estuvo por dar el gran salto que la reposicionaba, con creces y volumen expandido, entre las grandes potencias elaboradoras de contenidos en materia comunicacional. El posterior ajuste liberal instalado en todas las áreas perjudicó ese camino y pretendió anularlo. Se asentó en la opinión del idiota que encarna Jorge Lanata, al sostener “¿quién ve esas cosas, a quién le interesa?”, como si esa fuera la premisa con la cual Ferreyra, Del Carril o Favio se hubieran adentrado en el puntapié inicial de una obra. Pero la vibración y la capacidad del talento nacional resultaron tan intensas que no se consiguió ese objetivo miserable.

Apenas semanas antes de redactar estas líneas seguían desplegándose magníficos creadores en todos los espacios. Vino el parate conocido; veremos cómo se desarrollan las cosas. De hecho, hoy mismo, en las pantallas habituales y en algunas webs, quedan rastros de esa época en ciernes que se negó a retirarse. Cuidémonos de encasillar y prejuzgar las realizaciones culturales nacionales porque de su próximo relanzamiento, en un nuevo tramo de la Argentina justa libre y soberana, tendrán una función trascendente que cumplir. Lamentamos indicarlo de este modo, pero nuestro gremio es el que se encuentra en la picota y ha enlodado al conjunto del mundo comunicacional argentino. Las empresas se jugaron a fondo por la mentira y eso tiñe la mirada. Pero la comunicación es mucho más que el ejercicio de este hermoso oficio, el periodismo.

El factor que los funcionarios y dirigentes “propios”, así como numerosos adherentes a la causa nacional no logran percibir es que salvo excepciones, los realizadores son los mismos en los terrenos estatal, social y privado. En el mundo comunicacional nadie cree seriamente que los iluminadores poseen distintas capacidades si laboran en tal o cual producción. Y así siguiendo con todos los oficios, incluidos los actorales. Pero además, la concreción de la obra no puede prescindir, en ningún caso, de los códigos que cautivan la atención del público: si se observa la tensión de varias series de CDA no se extrañará ninguna intensidad habitualmente considerada característica de los emprendimientos “comerciales”. La expresión “las obras que hacemos son aburridas” habla más de la estrechez cerebral de quien formula la frase que de la realidad. ¿Qué director, qué actor, qué guionista –bajo cualquier contrato- desea realizar algo que carezca de interés para quienes están delante de la pantalla?

A partir de reconocer estos valores, estas creaciones, es posible debatir modos organizativos más precisos. Cuál será el rol del Estado en el impulso cultural, cómo se evidenciará el espacio del sector cooperativo, dónde estará el énfasis del Incaa para ofrecer su respaldo, qué tipo de formación cultural y general recibirán los nuevos creadores. Qué hacer para equilibrar la difusión en radios y canales. Cómo pergeñar los delicados enlaces con webs y redes. Y de qué modo ingresar a un mercado internacional distinto, en apariencia copado pero con agujeros ostensibles.

Entre otras cosas.

La cultura argentina es potentísima y atractiva. Multifacética. No volverá a nacer; sigue viva.

*Director La Señal Medios

Más notas relacionadas
  • Pobre Occidente

    Aliados. Anarcocapitalismo en los Estados Unidos. Eurasia, crece. El poder blando. El mar
  • Herramientas y diseños

    Abrevar en el Pensamiento Nacional no implica aceptar todo lo planteado sin beneficio de i
  • Ante el riesgo de la disolución nacional

    Estamos ante la versión radicalizada de toda una retahíla de ajustes liberales previos. Só
Más por Gabriel Fernández*
  • Humo y tempestad

    Milei intenta saldar a sangre y fuego el empate histórico entre Nación y colonia, el peron
  • La escuela, como un McDonald’s

    Cuando Mauricio Macri era jefe de gobierno porteño, una vez al mes se reunía a desayunar c
  • La contaminación de los ríos

    Cuando mamá me llamó, yo miré por la ventana hacia el patio y vi que las copas de los árbo
Más en Columnistas

Dejá un comentario

Sugerencia

Para sembrar la semilla de la memoria

El Museo municipal de Córdoba y Moreno cuenta con un nuevo espacio destinado a las infanci