La economía mundial se frenó en seco. Todos los analistas coinciden en que la recesión global será la mayor desde la gran depresión de los años ’30. Pero en este caso no se trata de un crack financiero que se expande al resto de la vida económica y social, sino de un virus, cuya velocidad de expansión desestabilizó al mundo.

Sin embargo, algunos desconfían de la simetría entre las respuestas de pánico universal y el confinamiento de media población del globo, respecto de los índices de letalidad del virus, como si las medidas de aislamiento no fueran imprescindibles y la prioridad pasara por los indicadores económicos antes que por la contención de una crisis sanitaria.

¿Hay una desproporción entre las respuestas y la magnitud del problema?, ¿o se trata de la crisis de los sistemas desregulados que colapsan y arrastran a la economía de todo el mundo?, ¿fue una causalidad o es descuido de gobiernos cuyas investigaciones desconocen límites éticos?, ¿hay un nivel de acontecimientos que sobrevendrán y aún ignoramos? Estamos inaugurando una etapa de nuevas preguntas: la crisis surge en el oriente lejano, pero nos llega desde el occidente más próximo.

Solo hay una certeza en el horizonte: el daño económico y social de la crisis del coronavirus encontrará pocos precedentes en la historia. Las dimensiones de la caída ya se están haciendo visibles: cada una de las personas que vive en este país, en esta provincia y en estas ciudades, lo sabe. Lo sufre en su encierro cotidiano y en el cúmulo de dificultades que se exteriorizaron en sus vidas. En cada instancia: desde pagar el alquiler, mantener una empresa o emprendimiento, desconocer el futuro del trabajo, cobrar un sueldo, comprar comida, tener un techo para vivir.

Distintas opiniones le atribuyen el relajamiento de la disciplina colectiva al éxito de la cuarentena: las personas no perciben cerca el virus, es una sombra amenazante, pero lejana. Por lo tanto, hay menos rigurosidad en los cuidados y prevenciones que primaron durante el inicio del aislamiento. Al no haber tantos muertos ni infectados, los riesgos parecerían ser menores. ¿O las negligencias tienen, además, una raíz económica?

Es decir: el avance de los días implicó un proceso de empobrecimiento, donde algunos van usando sus ahorros para resistir y otros se caen dramáticamente del mapa social. El gobierno nacional desplegó una serie de acciones para contener por abajo el hambre creciente y apuntó medidas que tienden a amortiguar el impacto sobre el tejido productivo. Pero esas respuestas a veces no llegan, y cuando lo hacen, no siempre alcanzan.

Formas de caer

A principios de abril, la consultora P&G, que lidera el exministro de Hacienda provincial, Gonzalo Saglione, publicó un informe donde proyecta una caída de 40 mil millones en el PBG de Santa Fe, lo que implica un 42% de la actividad económica.

El ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, explicó esta semana que las medidas adoptadas por el gobierno nacional totalizan un 2,9% del producto. Si bien la aplicación real de las mismas no fue total a partir de, por ejemplo, los retaceos de los bancos a la hora de entregar los créditos a las pymes, la cifra permite avizorar la proyección que circula por las oficinas gubernamentales.

En ese sentido, con una inflación rondando el 45% anual -un cálculo intermedio entre las visiones más bondadosas y las más catastrofistas-, se estimaría una caída del PBI de alrededor del 6,7%, acumulando un desplome del 11% entre 2018 y 2020. De acuerdo a la consultora Ecolatina -una de las que ofrece el escenario más pesimista-, la recesión alcanzaría el 9,2% e implicaría una precipitación entre 2018 y 2020 del 13,4%, un número sólo superado por el 2001-2002 con un derrumbe de 14,8%, según los datos del Indec.

El anuncio de la prolongación de la cuarentena generalizada y el inicio de un proceso de aperturas graduales y localizadas, está previsto para este fin de semana, unas horas antes de la fecha conclusiva de la tercera fase que se viene desarrollando. Ante ese panorama, un sector de los empresarios santafesinos le pidió a Ignacio de Mendiguren, titular del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE), facilidades para acceder a créditos de la banca privada con respaldo del Fondo de Garantía.

“Tenemos muchos problemas y pocas respuestas, pero la decisión política está”, apuntó el exministro de Producción. Sin facturación ni actividad en lo inmediato, el endeudamiento para pagar salarios puede convertirse en un salvavidas de plomo. Creatividad política y acuerdos transversales es lo que demanda la urgencia.

Lo primero es la salud

La provincia de Santa Fe presenta una realidad múltiple, con diferentes realidades según las regiones y las escalas demográficas. El gobernador Omar Perotti manifestó repetidamente su decisión de cumplir con las instancias preventivas, lo que implica borrar los límites que se intentan establecer entre la economía y la salud. En esta interpretación, una y otra serían indisociables, y un desborde sanitario tendría repercusiones nocivas en la vida económica a largo plazo.

Durante la semana, el gobernador, el ministro de Desarrollo Productivo nacional, junto al ministro de Producción santafesino, Daniel Costamagna, mantuvieron una teleconferencia con dirigentes de la Federación de Industriales de Santa FE, donde se les apuntó que hay un 60% del sector afectado por el aislamiento social obligatorio, lo que comprende a unas 3.500 firmas y 65 mil operarios en todo el territorio provincial.

Al respecto, unas 8 mil empresas elevaron el pedido de autorización para retomar las actividades. El ministro Costamagna aseguró que esas solicitudes serán enviadas a la Nación para definir la autorización y que se implementará una “fuerte fiscalización” en coordinación con las autoridades municipales y comunales.

En todo el suelo provincial hay radicadas unas 50 mil empresas, que incluyen industrias y comercios, y concentran 500 mil puestos de trabajo formales. Del espectro general, aquellas ligadas a la agroindustria continuaron en buena medida sus actividades de forma regular siguiendo el ritmo de la cosecha y los envíos a puerto que no se detuvieron. Del resto de las unidades productivas, Costamagna considera que aproximadamente unas 27.600 empresas están en condiciones de ponerse a trabajar bajo modalidades y protocolos adecuadas al contexto de la pandemia.

En esa línea, se hará una auditoría no solo desde la Provincia, sino también incorporando a las cámaras empresariales, a los gobiernos de las distintas localidades y a los senadores departamentales. Costamagna detalló que «el funcionamiento de la economía va a depender de lo que vaya sucediendo en la salud, porque de nada sirve si en diez días se produce un pico en la enfermedad y hay que dar marcha atrás con todo».

La mediación de los bancos, los retrasos en la efectivización de pagos de obras, los contratos en estado crítico, los cheques rebotados, el consumo en declive, los salarios estacionados y las ventas reducidas al mínimo, presentan una realidad ajena a cualquier cálculo racional y conocido. En el medio, queda el drama de evitar un aluvión de infectados que sature la capacidad de respuesta en salud. Es como caer hacia la nada. Lo que quede por delante será un principio. Casi como si todo volviera a comenzar.

Fuente: El Eslabón

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