Cuando comenzó la pandemia, al tener que interrumpir las modalidades de encuentros con lxs jóvenes, los niños y las niñas en el barrio; nos surgió primero lo que en cierta forma ya estaba disponible en nuestro cotidiano: contactos telefónicos con ellos y ellas, contactos con las instituciones con quienes sostenemos el trabajo articulado en el barrio, referentes de las organizaciones barriales, la Escuela, y también otros espacios estatales y de la Universidad, la Facultad de Psicología, el Programa escuchar a niños, niñas y adolescentes en clave de derechos y el Área de Extensión y Territorio de la UNR.
El CePLA siempre fue una institución con enormes precariedades edilicias y materiales. Transitamos momentos en los que junto a la comunidad de la Sexta, convertíamos los espacios en lugares más habitables: la tuneábamos, por así decirlo.
Otras veces necesitábamos irnos a otros lugares para alojar lo que armábamos con lxs jóvenes. Nuestro espacio se abría, nosotrxs salíamos, volvíamos, lo rearmábamos, construíamos escenarios diversos junto a lxs pibes: como la canchita de futbol-tenis armada de mil maneras, o el “Vení si te pinta”, el “Tuneate”, el “Alta pilcha”, el “Viajo sin ver”, el “Corte fiesta”, pintar y dibujar las paredes, montar durante horas el espacio para los torneos de Jaquemateando; viajar a Tecnópolis, las salidas a la florida, acompañarlxs en la colonia; con todos los rituales, legalidades y acuerdos, que siempre fueron trabajados con los pibes y las pibas.
Pero aún habitando el movimiento, el equipo de trabajadorxs sostuvo siempre reuniones semanales en función de poder parar, de poder pensar.
Y en todas las ocasiones que fueron necesarias sonó el silbato, y toda la comunidad del CePLA paró la pelota. Armamos rondas, cuadrados, rectángulos, todas las figuras geométricas que permitieran que todos y todas hablemos, expresando reclamos, malestares y también reubicando legalidades y acuerdos establecidos.
No idealizamos lo artesanal, tampoco decimos que desde los límites surjan las inventivas; pero si pudimos sostener esta aventura tantos años fue gracias al vínculo que construímos.
Hoy que tenemos que respetar el aislamiento que cuida a cada unx, para cuidar a todxs, necesitamos rearmar como hicimos con la canchita de fútbol-tenis, todas las redes que produzcan cercanías.
Las ganas, los sueños, los entusiasmos que se suelen expresar en pequeños actos: no se indican, no se exigen. Pero cada objeto que está allí tiene las marcas de nuestro espacio y tal vez señale que atesoramos recuerdos, sueños, ganas, no sólo como imágenes del pasado o del presente.
Allí también está el deseo de un porvenir donde se despejen todas las pandemias, las de los virus de las enfermedades, y la de los virus que nos separan, nos alejan, y nos acechan con la injustica, y con el incumplimiento de nuestros derechos.
Juegos y Cuidados
Lxs jóvenes armaron hace unos años un vídeo con entrevistas a referentes del barrio, que recuperaban la historia de la Sexta. En sintonía con ese trabajo, para armar el Kit pensamos algunas cosas que tienen que ver con nuestra historia del CePLA, con los espacios que fuimos armando con lxs niñxs y distintos objetos para recrear momentos. También los van a recibir lxs niñxs que van al Espacio de Juegos de la Facultad de Psicología que acompaña Varón Fernández, porque es una intervención para acompañar a las infancias de la Sexta.
Cuando compartimos la animación del cuento “coranavirúsico” de Ana Bloj, Mónica Montenegro del Centro Comunitario “La Rigoberta” nos propuso como idea armar una versión impresa del cuento para lxs niñxs que no acceden a la tecnología.
Tomamos esta idea sobre el cuento y agregamos las ilustraciones para pintar, armamos un librito del Jaquemateando con ideas para jugar que incluye como armarse el tablero y las piezas de Ajedrez con los materiales, construimos un Memotest con ilustraciones de cuidados y también ilustraciones de actividades del CePLA, como hacíamos en “Alta Pilcha”, preparamos un librito de juegos, adivinanzas y acertijos. Un dato muy importante: los acertijos no tienen las respuestas escritas en el cuadernillo, esas soluciones las tiene solamente el Señor Acertijo de La Sexta, así cuando algún niño o niña crea que descubrió alguno nos envía un mensajito y le preguntamos al Señor Acertijo si adivinó o no.
El kit tiene pequeños alcoholes en gel y jaboncitos, cubre bocas, pero no para salir así nomás; hay que tunearlos con las pinturas y los lápices que van ahí; tiene los materiales para armar plastimasa, pinturas para usar como en el Tuneate.
Este proyecto lo armamos entre todxs, los kit llegan a lxs niñxs a través de la Escuela Juana Elena Blanco. Natacha Kravetz, su directora, se ofreció para repartirlos desde allí y con compañerxs de diversos espacios fuimos discutiendo estas ideas y sumando otras que hacen a la historia y experiencias de cada lugar. Cada kit va envuelto en doble bolsa, para que una la saquen en la escuela y la otra la saquen en casa, así sostenemos la cadena de cuidados.
Armarlo nos gustó y nos entusiasmó, compartimos la idea en un montón de lugares, cada institución podrá armarlo con los objetos que representan su propia experiencia, pero lo importante es que cada kit deberá llevar una carta dirigida a nombre propio, para cada niñx. Es un kit de juegos y cuidados artesanal.
Y aquí sí vamos a detenernos en esta palabra -que nos sirve para tener presente- que aquí viajan trazos singulares, marcas de un ida y vuelta constante. Lo que no es producción en serie, lo que no es un combo publicitario, lo que no es un “bien” para todxs. No pensamos ideas empaquetadas que se puedan trasladar a cualquier lugar.
De tanto pensarnos cómo habitamos nuestro espacio, recordar anécdotas preciosas, berrinches, reclamos, enojos, pudimos no sólo pensar en los cuidados para el presente, sino imaginarnos un porvenir que también hay que cuidar y armar juntos.
*Dispositivo Territorial cogestionado entre la Sedronar y la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
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