Con la consigna: “Todox somos parte. Trabajadorxs-Usuarixs-Músicxs”,  y “Cultura local autogestiva”, el Distrito Siete pensó como iniciativa para bancar el momento y no perder lazos, una cuota societaria de 250, 350, y 500 pesos por mes, con beneficios en productos y eventos, descuentos, y entradas 2×1, con la mirada puesta en un horizonte más flexible.

Desde el 12 de marzo, los integrantes de la cooperativa reaccionaron a los avatares de la pandemia. Ese finde cerraron. A la semana siguiente volvieron a funcionar al mediodía, con la entrega de menús.  Por las primeras medidas del aislamiento social, preventivo, y obligatorio, volvieron a cerrar. Hace tres semanas que regresaron con el formato de delivery pero nunca llegaron a los ingresos necesarios, principalmente por no disponer del local para la nocturnidad: el sustento más grande donde confluyen producción cultural, entretenimiento y gastronomía.

Desde el Club del D7 se apela a recuperar la idea de espacio sentido. “Ese lugar donde te encontrás con amigues y conoces nuevos, donde te moves con libertad, donde sentís que hay quienes te cuidan y donde vos también cuidás al resto. Un espacio donde la comunidad se construye a partir del afecto y la confianza”, reza la invitación.

“Esta nueva estrategia tiene que ver con generar una asociatividad con los usuarios del D7, que puedan acceder a través de una cuota mensual, que es bastante simbólica, pero igualmente compleja en este tiempo, y eso lo sabemos, a descuentos tanto en nuestros núcleos que ahora tenemos al mediodía, como también a entradas para cuando reabramos las puertas”, explica Marianela Menneli, una de las integrantes de la cooperativa con sede en Ovidio Lagos 790,  y agrega: “Lo que hicimos fue vincularnos con otros espacios autogestivos de la ciudad, en su mayoría, para que las personas socias, con el uso de un carnet, puedan acceder a beneficios y descuentos. En ese sentido buscamos tender redes, fortalecernos entre todos, y  generar lazos que perduren incluso después de la pandemia, para dar a conocer y crear nuevos sitios de consumos”.

Las cosas antes de la cuarentena no venían fáciles para la coope. Las consecuencias del modelo económico del macrismo, sumado al cierre de espacios culturales del palo como El Espiral, El Olimpo, y La Chamuyera, incluso precipitaron la caída de un sitio de lucha conjunto como fue Espacios Culturales Unidos de Rosario, que denunció las desigualdades del negocio de la nocturnidad y exigió una nueva normativa.

“Las construcciones colectivas son muy complejas”, afirma Marianela sobre la disolución del Ecur, luego del cierre de espacios, y las dificultades para coordinar con los más nuevos en un contexto de crisis. “Desde el año pasado, lo que estamos haciendo, sobretodo en base a las clausuras que sufrimos, por el hecho de que la gente baile, es volver a juntarnos con una nueva reconfiguración de espacios. En estos últimos años el neoliberalismo también nos afectó a nuestra forma de pensar, creamos o no. El neoliberalismo nos afectó no solo a nivel económico sino a nivel simbólico. Luchamos contra el individualismo que también es parte de eso, y en momentos en donde la necesidad de todes es subsistir, ahora comprobamos que la única salida y la única forma de pensarnos es colectiva. Por eso nos volvimos a juntar con espacios como Bon Scott, Casa Brava, Pichangú, QTP, La Bartolina; Feur, Anderson que son más nuevos, y algún otro por Pellegrini”.

Haciendo historia

Desde principios del siglo 20, el salón ubicado en Ovidio Lagos y Córdoba se transformó en un reducto de exhibición, como fue el Salón Cine de Teatro La Plata, el Cine Teatro Edison, y el Cine Gardel, que cerró sus puertas en 1970. Décadas después, el espacio que llegó a tener 500 butacas se convirtió en local bailable, en templo evangélico, y llegó a estar vacío y sin destino. Ya en el nuevo siglo se convirtió en el centro cultural Mano a Mano.

“Distrito Siete comienza en este espacio porque Mariano, que llevaba adelante Mano a Mano, se acerca al acampe en defensa de el Tambo La Resistencia, en el momento en que se estaba conformando el frente Ciudad Futura, comentando que estaba por cerrar. Porque como todos los espacios culturales autogestivos en la ciudad, en algún momento se ven cercados por las imposibilidades de sostenerlo. Ante eso, desde el movimiento y el partido se decide participar en el armado de un nuevo espacio cultural que prefigure lo que pensaban debía ser la cultura: ya sea con los acuerdos, con el trato, con la calidad técnica y con la seriedad con la que se trabaja. En función de eso se conforma Distrito Siete. Y en el año 2016 se conforma la cooperativa de trabajo, con todos los papeles, no sólo de hecho, sino de derecho”, cuenta Marianela, y explica: “Hoy somos 27 trabajadores que estamos asociados, y hablamos de 30 familias porque hay muchos trabajadores y trabajadoras que están fijos y son parte de nuestros proveedores como el sonido”.

Ayuda poderosa

“Una de las cosas que hicimos desde la semana uno de aislamiento, fue asistir el trabajo de la agrupación La Poderosa, ya que en los comedores no se podía cocinar, porque el aislamiento era fuerte y las mujeres que llevaban adelante en mayor parte los comedores, no lo podía hacer. Entonces nosotros nos propusimos cocinar y llevar las viandas a La Cariñosa, y también a un comedor en Los Pumitas en Baigorria”, describe la cooperativistas.

Marianela Menneli viaja otra vez al interior de la cooperativa y resalta “que lo más importante en este momento es lo que estamos tratando de garantizar con pedidos de créditos, y a las distintas líneas del Ministerio de trabajo, para poder pagar las quincenas y que el ingreso sea el mismo de cuando estábamos funcionando a pleno, tanto para el  personal de limpieza, el de atención al público, el de la cocina y el de seguridad. Nosotros tenemos la necesidad de cubrir ese salario todos los meses, es un nuestra prioridad. Luego, lo que sea servicios y alquiler, se verá”.

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