* La historia de Luciana Alejandra Salomón inaugura la columna quincenal de Comunidad Trans Rosario en el semanario El Eslabón, un espacio para el pasado, presente y futuro del colectivo en la ciudad.

 

Mi nombre es Luciana Alejandra Salomón. Nací en la provincia de Formosa, en una ciudad que se llama Clorinda. Mi infancia fue una etapa muy linda. Al ser más chica que mis hermanos, me crié prácticamente con mis primas, que vivían al lado de la casa de mi mamá y eran tres mujeres. Me llevaba muy bien con ellas, jugábamos a las muñecas o nos pintábamos. Yo tendría más o menos siete, ocho años y ya me sentía una nena. Hasta el día de hoy, tengo una relación muy hermosa con mis primas, las tres son como mis hermanas.

Lo que más me gustaba en esa época era quedarme sola en casa cuando mi mamá y mi papá se iban a trabajar. Yo agarraba el vestido de mi mamá y me lo ponía, agarraba su lápiz labial y me pintaba los labios, y me ponía una toalla en la cabeza como si tuviera el pelo largo. Cuando ella llegaba del trabajo siempre me encontraba con su ropa y con sus tacos y me decía “¡sacate eso que cuando te vea tu papá te va a retar!” Mi mamá siempre, siempre supo lo que yo era, cómo me sentía, y nunca me dijo nada. Mi papá sí me retaba un poquito, pero mi mamá no. Ella siempre me aceptó tal como era. Y eso a mí me quedó en la memoria. Amo mucho a mi mamá por haberme aceptado tal como fui siempre.

Lo que fue muy duro fue mi etapa en la escuela. En esa época, en los ‘80, los chicos eran muy duros, siempre me cargaban por ser un chico muy afeminado, por estar siempre con los nenas. Nunca me llevé bien con los varones y ellos me cargaban, me decían cosas que a la mayoría de nosotras nos dicen, cosas como “maricón”, “mariposón”, “mariquita”, “sos una nena”. Yo me ponía mal y me terminaba peleando con mis compañeros. Un día la mandaron a llamar a mi mamá y la maestra le dijo que me tenía que llevar a un psicólogo. Ella me llevó y él le dijo que yo ya era así, digamos, que no tenía ningún problema mental, sino que había nacido así. A mí me cargaban por mi forma de ser, de actuar y eso fue lo más feo que pasé en la escuela. Más que nada en la escuela, y con mis compañeros varones.

A los 14 años me fui de mi casa, así que pasé mi adolescencia en Buenos Aires. Me fui yo, no porque mi familia no me aceptaba ni nada, sino porque yo no me sentía identificada con mi cuerpo, ni con el pueblo, porque era muy chico en ese momento (ahora es una ciudad), y la mentalidad de las personas era totalmente diferente. Entonces un día una prima me dice que se va a Buenos Aires y me invita a que vaya con ella. Yo acepté y le tuve que mentir a mi mamá y a mi papá para que me dieran mi documento. Les dije que me iba de vacaciones, y les pedí que me dejen ir sola con mi prima, que ella ya era mayor. Aceptaron y nos fuimos. Después, ella se volvió sola y yo me quedé allá, en la casa de unos tíos. Mi mamá y mi papá me fueron a buscar, pero cuando llegaron yo ya me había escapado, me había ido a la calle. Así empecé a conocer gente, hasta que conocí a una chica trans por primera vez. Yo ya tenía unos 15 y fue cuando me sentí identificada con ella. Le conté mi historia y ella me dio una acogida en su casa. Entonces, decidí escribirle una carta a mi mamá. Le dije que no me busque más, que yo quería hacer mi vida, que yo quería encontrar mi identidad.

Tuve muchos amores a lo largo de mis 45 años. El primero fue a los 17. Eran los ‘90 y yo era trabajadora sexual. Como estar en la calle era muy duro, yo prefería trabajar en un privado, un poco más protegida. Y me enamoré del dueño, que tenía 30. En ese momento yo ya estaba súper hormonizada, me había hecho la cirugía de nariz y las lolas. Entonces, él no fue sólo mi primer amor. Sino que con él fue la primera vez que, como mujer, salí a la calle de la mano con un hombre, que me había invitado a nuestra primera cita en un restaurante. Fue una experiencia muy linda y a la vez muy nerviosa, porque era mi primera vez con un hombre, de la mano, ¡y en un lugar público!

Me acuerdo que él me me apretó fuerte la mano porque me vio nerviosa y me dijo: “Quedate tranquila que está todo bien”. Y bueno, así me enamoré por primera vez. Después tuve otro amor que me marcó muchísimo, que estuvo 10 años en pareja conmigo. Tuve varias parejas más, todos amores que duraron lo que tenían que durar, como toda relación. Pero bueno, siempre mirando para adelante, ¿no? La verdad es que el amor, cuando te llega, es muy lindo.

A lo largo de mi vida he viajado mucho, a los países limítrofes de Argentina y también a Europa, donde fui en busca de un sueño. Dejé a mi pareja en Buenos Aires y le dije que me iba a ir a buscar plata, para después poder operarme en Chile y cambiarme el sexo, porque ese año en Argentina no era legal la operación. Era 2003 y el viaje fue una experiencia muy linda y muy sacrificada a la vez. Conocí otras culturas, conocí el continente europeo, y a la vez estás en un país ajeno, con otras leyes e indocumentada. Pero bueno, una va por un sueño y ese sueño se me cumplió. Viajé a los 28, junté el dinero, pude operarme y después volví.

Ese fue uno de mis sueños cumplidos. También estudiar. De grande pude recibirme como maquilladora y ahora, a los 45, estoy yendo a la secundaria, que es algo pendiente. Toda la vida lo quise hacer y ahora puedo ir a un Eempa y me encanta. Los profesores son divinos y los compañeros también. Por suerte ya es una etapa de la vida en la cual nosotras estamos un poco más incluidas en la sociedad, nos tratan de igual a igual, y creo que lo merecíamos, después de tantas cosas que pasamos y de tantas luchas. Es algo muy lindo, que me gusta mucho, que ahora quedó truncado por el tema de la pandemia, pero cuando esto termine voy a retomar.

Amo Rosario, me encanta Rosario, y me encanta vivir acá. Siempre venía los fines de semana, porque en Buenos Aires, en los ‘90, había muchas rosarinas allá, entonces me hice amiga de varias chicas. Una es mi mejor amiga, Andrea, que la conozco de cuando tenía 23 años más o menos. Un día la vine a visitar, hacía mucho que no la veía, y ella me pregunta “¿por qué no te venís a vivir?” Me gustó la propuesta, así que me vine. Y la verdad es que me encanta, me encanta estar al lado de Andrea, que es como una hermana, y la verdad es que estoy muy agradecida con la gente porque es muy solidaria conmigo. Me abrieron muchas puertas y ojalá, si bien todavía soy una mujer joven, ojalá pase mi vejez acá.

Ilustración: Jazmín Varela

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