Liliana es directora de una escuela rural cerca de Reconquista. Walter es vicedirector de un secundario de Tostado. Emilce es maestra en Villa Minetti. Marita, directora de una escuela especial de Villa Ocampo y Eva es profesora de historia en escuelas secundarias de Tostado, Logroño y Esteban Rams, además de un instituto de educación superior. Todas y el profe viven y enseñan en el norte santafesino, donde las desigualdades tecnológicas se sienten más fuertes, también las sociales. Cuentan cómo es enseñar en cuarentena en esta región de la provincia y confían que extrañan mucho estar en la escuela.

Liliana Sartor (guardapolvo blanco) con compañeras de tarea de la Escuela Rural de Nicanor Molinas.

Liliana Sartor vive en Reconquista y trabaja como directora en la Escuela N°765 Luciano Florencio Molinas, ubicada a 4 km de la comuna de  Nicanor Molinas, que está sobre la Ruta 40S y a unos 25 km de Reconquista. Desde ese pueblo transita 4 km de tierra para llegar hasta su escuela rural, “de esas antiguas, bien de campo”, a la que asisten 30 niñas y niños, la mayoría de un barrio apostado en el ingreso a ese camino de tierra, “que llegan caminando, en bici o los acercan en moto”. Ella viaja en su auto, siempre rogando que no se le rompa, porque hasta allí no hay transporte, de lo contrario lo que le queda es viajar a dedo.

“En las escuelas de campo somos un poco de todo”, dice Liliana para contar que a su función de directora se le suma la de maestra (tiene a su cargo de 5° a 7° grados) y asistente escolar. “Con las chicas hacemos de todo, porque no tenemos portera, solo una cocinera. O sea todas las tareas de limpieza nos corresponden a nosotras. A mí también todo lo que tiene que ver con la función directiva, desde lo más burocrático administrativo hasta lo pedagógico, que es lo que más nos interesa, pero a veces ni tiempo tenemos”.

La brecha digital y tecnológica se hace más profunda en esta zona, también la urgencia de ser creativas para responder a las clases a la distancia. “Nuestras niñas y nuestros niños no tienen computadoras. Se manejan –si tienen- por celular, usando el whatsapp, y si no tienen recurren al teléfono de algún vecino”, cuenta. Por esa realidad que conocen de memoria, apenas empezó la cuarentena y antes que cualquier cuadernillo oficial, armaron los propios. Cada entrega de los bolsones de alimentos es una oportunidad para acercar más tareas y materiales didácticos, también conversar con las familias. “Las chicas y los chicos extrañan enormemente a la escuela, a sus amigas y amigos, lo manifiestan”.

Los problemas de trabajo siempre están. Buena parte de los padres son empleados en fábricas de Reconquista, peones rurales, recolectores de residuos y las mamás, empleadas domésticas, cuidan personas adultas. Muchos acceden y tienen cobertura de diferentes programas sociales.

Liliana dice que de estas jornadas inéditas de clases a la distancia la impactó el compromiso que demostraron las familias – muchas de ellas analfabetas- para cumplir con las tareas. “También sirvieron para valorarlas, en términos de lo que dice Paulo Freire, de que se produzca una conversación entre saberes. Eso nos va a quedar como enseñanza”.

Puerta a puerta

Walter Cook se hace un ratito en medio de las mesas de exámenes virtuales para contar cómo los sorprendió la cuarentena a poco de empezar el año escolar. Vive en Tostado, es profesor de educación física y vicedirector de la Escuela Secundaria N°332, a la que asisten 700 chicas y chicos de la ciudad, de la zona rural y la comunidad mocoví. Es la secundaria más grande –en matrícula- del Departamento 9 de Julio.

“Hubo un proceso de adaptación, pero más de aceptación”, dice sobre cómo el primer tiempo de la cuarentena puso a prueba a más de un docente. Señala que el mayor problema de conectividad está en el norte departamental, “como en la zona de Gregorio Pérez de Denis o Santa Margarita”. Tostado se ubica a casi 500 km de Rosario y a 15 km del límite con Santiago del Estero.

El vicedirector Walter Cook de la secundaria de Tostado, junto a colegas de tareas.

Entre otras estrategias de trabajo, también entregaron materiales impresos. “Yo llegué puerta por puerta a unas cien chicas y chicos, casi todos de primer año. Iba con mi autito casa por casa”, recuerda.

Walter habla de las desigualdades que quedaron a la vista: “Tenés el chico que en la casa se conecta, come cuatro veces al día y tiene agua caliente para bañarse, y tenemos otros chicos que vienen al comedor”, un servicio que se incrementó con la cuarentena. Las viandas se transformaron en bolsones, para los que deben ingeniarse y hacer que la plata alcance. “El Ministerio nos pasó una lista de lo que había que comprar y el dinero por cada uno. Pero acá, por el flete, los precios no son como en Rosario y Santa Fe. Todo es mucho más caro. Tuvimos que disponer de plata destinada a otra cosa y derivarla al comedor”, agrega.

Para el vicedirector es “fundamental en este proceso el padre, la madre”, porque “han tomado un protagonismo que nadie se imaginaba”. También lamenta que no haya continuado el Plan Conectar Igualdad (entrega de netbooks), por cómo hubiese facilitado ahora la tarea, más por igualar en oportunidades. Y en la charla es inevitable el recuerdo de las siete docentes fallecidas en un trágico accidente de tránsito, siete años atrás cerca de Tostado cuando iban a dar clases.

“Después del trabajo que hace el personal de salud, el de la docencia es histórico, el sacrificio, las ganas, la voluntad. Todo esto se va a valorar con el tiempo”, reflexiona.

El saludo diario

Emilce Brondello vive en Villa Minetti y es maestra de primer grado en la Escuela Primaria N° 748 Fray Justo Santa María de Oro, de la misma localidad. “Nos sorprendió a todos, veíamos lo que pasaba en el mundo, sin pensar que no nos iba a tocar. Y nos sorprendió sin estar preparados y sin los recursos para hacerlo”, opina sobre cómo la pandemia obligó al sistema educativo en general a acomodarse rápidamente.

Para acercar las clases diarias, se maneja con las familias mayormente a través de grupos de whatsapp. Es la alternativa que usa casi toda la escuela: un 27% de los chicos no tiene celular en la casa y si tienen lo comparten con la familia. El material impreso de propia confección y los cuadernillos de Nación (los de la provincia no les llegaron) son los recursos más fuertes también.

Emilce Brondello, maestra de primer grado en la Escuela 748 de Villa Minetti.

“Todos los días saludamos a los chicos”, dice Emilce para enfatizar la tarea de estar presente a la distancia. También que la escuela deja abierto un tiempo para consultas entre las 8 y las 19, un horario amplio, “porque contemplamos que es una zona donde hay papás que trabajan” en el campo. Aunque quedan pocos pequeños productores, muchos padres hacen changas o son jornaleros, y ahora están pasando por una situación difícil.

Para Emilce este tiempo también será recordado como un tiempo de aprendizaje con sus compañeras docentes. Y de extrañar la escuela, a las nenas y los nenes. “A pesar que casi no los pude conocer, recibo muestras de cariños”, afirma, y lo remarca recordando uno de los primeros días de cuarentena cuando se acercó hasta la casa de uno de sus alumnos a llevarle la tarea. “Yo quería asegurarme que la tenga. Cuando el nene salió vino corriendo, me abrazó y me dijo: ‘Seño, quiero ir a la escuela’”.

Llegar a los demás

“Creo que tenemos más trabajo ahora que en épocas ‘normales’”, dispara Marita Chavez y enseguida asegura que más allá de lo inédito del momento las docentes están acostumbradas a “reiventarse” permanentemente. Marita vive en Reconquista y es directora de la Escuela Especial N°2.034 de Villa Ocampo (a 80 km de su casa). Por lo propio de la modalidad, la escuela tiene una matrícula de 30 alumnas y alumnos (niños y jóvenes), y otros 140 en procesos de integración en las escuelas comunes.

Marita Chavez, directora de la Escuela Especial N° 2.034 de Villa Ocampo, con colegas de trabajo.

Marita opina que todo el tiempo hay que actuar como “puentes” para llegar a los demás. Están comunicados virtualmente con un 60% de las chicas y chicos de esta escuela. Predomina el uso del whatsapp, además de los  materiales impresos. También menciona un programa escolar en Radio Amanecer que llega a varios pueblos. La última intervención fue con un radioteatro dedicado al 25 de Mayo.

“Aquí en el norte hay realidades muy crueles. Por eso echamos mano a todos los recursos que tenemos a mano, llámese presidente de comuna, marido de docentes, hermanas de docentes”, describe cómo se las ingenian para que nadie se quede sin aprender.  Como hizo hace poco la seño Flavia, que vive en Avellaneda, tiene un alumno en Villa Guillermina y aprovechó el viaje de un repartidor de pollos para que le acerquen al pequeño Nain la tarea.

El 80 por ciento de sus alumnas y alumnos son de muy bajos recursos. Hace poco una mamá publicó en su perfil de Facebook que su hijo (un joven) necesitaba pañales, ella no se los podía comprar, y en el hospital dejaron de entregarse. “No puedo mirar para otro lado. Tenemos la obligación también ética, moral. Por suerte lo resolvimos con la ayuda de la parroquia de Villa Ocampo. Esa es la realidad de los pibes nuestros ¿Les vamos a pedir un celular?”.

En el nivel superior

Eva Rodríguez vive en Tostado, es profesora de historia y trabaja en la Escuela Secundaria N°332 de esa localidad, en la N°349 de Logroño y en un núcleo rural de Esteban Rams (a 75 km de Tostado). También da clases en el Instituto Superior N° 9 de Tostado. “Hay compañeras que viajan más”, aclara cuando se le pregunta cómo hace para repartirse entre tantas instituciones.

Los primeros días fueron todo un desafío de trabajo, en especial en la escuela secundaria de Tostado. De a poco fueron surgiendo los grupos de whatsapp, el armado de un blog, el uso de las plataformas disponibles. También se apeló a los materiales impresos.

Eva Rodríguez, profesora de secundaria y superior de Tostado.

“Hay muchos chicos y chicas que no tienen celulares, comparten con las familias, no todos tienen el propio”, marca junto a los problemas de conectividad como dificultades presentes. Del otro lado, el trabajo docente: “Hay compañeros que terminaron contestando mensajes a las once de la noche, incluso a la madrugada porque evidentemente a los adolescentes se les trastocan los horarios o quizás porque es la hora que la casa estaba tranquila y podían hacer las tarea”.

En las escuelas rurales aparecen otras problemáticas. “Hay chicos, sobre todo varones, que al estar en sus casas salen a trabajar al campo. Al no tener obligación horaria de asistir a la escuela se han desenganchado. No es en todos los casos ni lo extremo de decir que van a dejar la escuela, pero cuesta mucho, hay que hacer acuerdos para que hagan las actividades”.

El nivel superior de la enseñanza no muestra mayores diferencias: la desigualdad se manifiesta en la conectividad y el acceso a computadoras y celulares. Se valen del apoyo de la plataforma del Infod (Instituto Nacional de Formación Docente).

La profesora de Tostado señala cómo se acentúa aquí la problemática de género. “En el instituto, la mayoría de los estudiantes son mujeres y muchas chicas son mamás, tienen familias a su cuidado, esto afecta más a las mujeres. Y lo mismo nos pasa a muchas de las docentes, que debemos organizarnos con la tarea y organizar la rutina familiar”, explica Eva, mamá de una niña de 4 y un niño de 7 años.

En el sur o en el norte, se valora el aporte de los recursos tecnológicos, pero también se dice a cada rato que la escuela presencial se extraña y es irremplazable.

 

 

Fuente: El Eslabón

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