La llamada “batalla de los diez minutos”, el combate del 1° de febrero de 1820, para el historiador santafesino Alejandro Damianovich, fue parte de una guerra que para los litoraleños “presentaba dos frentes: uno contra los portugueses y otro contra los porteños. El primero era atendido por el propio Artigas y sus comandantes, al mando de un ejército de criollos, guaraníes y abipones, cuyo centro del poder residía en el campamento de «Purificación»”.

El enfrentamiento fue en Cañada del Arroyo Cepeda (afluente del Arroyo del Medio, 45 kilómetros al suroeste de San Nicolás). Fue la primera batalla en la región, pero también allí (a 15 kilómetros) el 23 de octubre de 1859, la Confederación Argentina de Urquiza, enfrentaría a los bonaerenses de Mitre.

Volviendo a 1820, Damianovich –presidente de la Junta Provincial de Estudios Históricos–, explica que “la coalición lusoporteña produciría dos acciones decisivas, de resultados opuestos. Mientras los portugueses le producían una derrota aplastante al ejército artiguista en Tacuarembó, el 22 de enero”, los federales vencen en Cepeda.

Además de remarcar que “San Martín se negó a concurrir en defensa de Buenos Aires”, resalta el investigador santafesino que “la técnica guerrera de las tropas federales exasperaba a los generales porteños y portugueses. Les hubieran gritado: «quédense quietos y pónganse en orden de batalla que así no se puede hacer la guerra!»”.

Y agrega: “Atacaban en pequeñas guerrillas y desaparecían en la espesura de los montes. Eran capaces de desplazarse de noche y trasponer distancias enormes para combatir contra dos ejércitos simultáneamente, como hizo López en 1818 al repeler las invasiones combinadas de Balcarce y de Bustos que llegaban desde el sur y desde el oeste”. Ya en 1918, Manuel Belgrano se declaró impotente, “pues para esta guerra ni todo el ejército de Xerxes es suficiente”.

De a caballo nomás

El gaucherío a caballo formaba las fuerzas litoraleñas, apoyadas por Pedro Campbell con unos 300, 400 correntinos y guaraníes de las Misiones; entre 600 y 700 entrerrianos y 500 a 600 santafesinos (con la base de la Guardia de Dragones de López). Ramírez llevó también gente del chileno Carrera.

José Rondeau con Juan Ramón Balcarce, Martín Rodríguez, Gregorio Perdriel y Rondeau, se paró sobre el borde sur del bañado de la Cañada de Cepeda. “En planteo ortodoxo de batalla, los porteños colocaron sus tropas de tal manera que la infantería y la artillería ocupaban el centro de la línea flanqueada por dos cuerpos de caballería. Peligrosamente habían dejado tras de sí una importante cantidad de carretas”, reseña.

“Los federales no tenían infantería, eran pura caballería y su ala izquierda al mando de López envolvió rápidamente al ejército porteño, mientras Ramírez cargaba frontalmente al centro enemigo. De esta forma los porteños se encontraron con que también los atacaban por detrás y cuando reaccionaron se encontraron con sus propias carretas como obstáculo, por lo que la batalla duró apenas un cuarto de hora, aunque la infantería bajo el mando de Balcarce se retiró ordenadamente hasta San Nicolás”.

Según Ricardo Levene –historiador liberal–, los litoraleños eran unos 3.000 y los porteños 2.000. Diversos historiadores hablan de 40 muertos y siete heridos entre los federales. Mientras, los bonaerenses sufrieron unos 300 muertos (14 de ellos oficiales) y 30 prisioneros (3 oficiales).

Mientras, “el pánico cundió en la ciudad puerto y se esperaba por momentos el asalto de los montoneros. Contrariamente los generales vencedores invitaron al Cabildo porteño a nombrar autoridades locales con las cuales parlamentar. Estaban propiciando el surgimiento de un nuevo actor de decisiva influencia en las décadas siguientes: la Provincia de Buenos Aires”, advierte Damianovich, autor de Bicentenario de la autonomía provincial de Santa Fe. 1815 – 2015; Santa Fe y la Revolución de Mayo; José María Cullen. Altruismo y gestión sanitaria antes del Estado de Bienestar, El monopolio del Banco Inglés y Breve historia de Santa Fe.

“No era artiguista incondicional”

Tras caer en Tacuarembó, Artigas no pudo recuperarse. Y en Cepeda, López y Ramírez ya sabían que Artigas había sido vencido. “El proyecto de López era concertarse en sí mismo, como un Estado soberano e independiente. El interés santafesino por el artiguismo se basaba en el puerto de Montevideo. El brigadier “no era un artiguista incondicional, tenía cintura política, era antiporteño y no dejaba que le marquen la agenda y fue respetado por Buenos Aires”, dice Damianovich a El Eslabón.

Y afirma que “el proyecto de Artigas era inviable y López, tras cuatro invasiones porteñas necesitaba un respiro”. Por otro lado, asegura que “los triunfadores indiscutidos de esta guerra fueron los portugueses que afianzaron su dominación sobre la Banda Oriental. Sus aliados porteños, vencidos en Cepeda perdían sus pretensiones de gobierno nacional”.

“Cepeda fue un triunfo parcial de los federales. Pero no pudo evitar la disolución de la Liga de los Pueblos Libres. Desde la lógica de los caudillos, Artigas había perdido su base territorial en manos de los portugueses y con ella el liderazgo mismo. En cambio, los generales que habían derrocado al Directorio, adquirieron suficientes títulos como para dejar de considerarse sus subalternos, especialmente cuando el caudillo oriental les recriminó desde Corrientes los términos del Tratado firmado que no obligaba a Buenos Aires a declarar la guerra a Portugal”, sostiene.

También Damianovich dice que “los sucesivos enfrentamientos entre Artigas y Ramírez de 1820 y entre Ramírez y López de 1821, pusieron en manos del santafesino el liderazgo regional. Con él negociaría Buenos Aires las bases de la convivencia entre pueblos soberanos que aspiraban a definir la Nación”.

Fuente: El Eslabón

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