“Es muy conmovedor que alguien, hace 210 años, haya pensado que había que educar a los ‘mal recibidos’ en todos lados. Es un gesto extraordinario de empatía, de respeto al otro, de cuidado de la dignidad humana, de igualdad”, destaca Alberto Sileoni, ex ministro de Educación de la Nación, al referirse a la figura de Manuel Belgrano, de quien hoy se conmemoran 250 años de su nacimiento.

Opina que Belgrano, como tantos otros hombres y mujeres de nuestro pasado, “es víctima de la historia oficial que pulveriza el conflicto”. Una historia que se ha encargado de transmitir su figura sólo como el creador de la bandera. Y sin quitar mérito a este hecho trascendente, reconoce en Manuel Belgrano a un hombre de valor, abogado, de familia acomodada, que, sin tener instrucción militar, cuando tuvo que dar batalla la dio.

Sileoni fue ministro de Educación de la Nación entre 2009 y 2015, antes fue viceministro del área (entre 2003 y 2009), primero junto a Daniel Filmus, luego con Juan Carlos Tedesco. Actualmente es profesor de la Universidad Nacional de Hurlingham.

En charla con Redacción Rosario, destaca que una de las primeras medidas tomadas por el presidente de la Nación Alberto Fernández haya sido declarar al 2020 como Año de Manuel Belgrano, al cumplirse 250 de su nacimiento (3 de junio de 1770) y el bicentenario de su muerte (20 de junio de 1820).

Haber declarado al 2020 como el Año del General Manuel Belgrano, uno de los primeros decretos presidenciales, ¿no es también volver a poner la mirada en la importancia de la historia, sobre todo después de cuatro años de gobierno en los que se la intentó borrar de las escuelas? ¿Se puede leer también así esa decisión?

Sí, se puede leer así. El neoliberalismo aborrece el pasado, por lo menos lo licua. El jefe de Gabinete anterior (Marcos Peña) exhibía con orgullo que una de sus más importantes medidas había sido sacar a los próceres de los billetes. No quiero volver sobre cosas repetidas, pero da pie para recordar que negaban el pasado. “En el pasado hay muchos muertos”, dijo un ex funcionario macrista argumentando que “es muy moderno mirar para adelante”. Por supuesto que muchos creemos que es necesario mirar para adelante, pero no hay modo de hacerlo sin raíces. Y acá tenemos a alguien, a nuestro juicio, de gran potencia transformadora. Belgrano es uno de los primeros hombres públicos que se ocupa de la educación en el Río de la Plata. No es un educador, pero tranquilamente se lo puede incorporar en una nómina de aquellos que piensan la educación. De su misma época es Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar. Simón Rodríguez es un educador, Belgrano no. Pero Belgrano desde temprano toma decisiones y piensa la educación, “como origen de la felicidad pública”, tal como él lo dice.

¿Piensa a la educación desde la política?

Sí. Con hechos concretos, con decisiones. En sus Memorias de 1796 y en el Correo de Comercio escribe varios artículos dedicados a la educación. Hay uno que es muy citado, del 17 de marzo de 1810, donde habla de las buenas costumbres, del amor al trabajo. Se pregunta sobre cómo puede haber amor al trabajo, cómo le piden a la gente común buenas costumbres, cómo puede haber ciudadanos honrados si no se los educa. Belgrano es uno de los primeros que piensa la educación como sistema; en la educación pública, obligatoria, gratuita y de todos.

También en un artículo de Caras y Caretas de este año (“Pionero del aula”) usted señala que Belgrano abre las puertas a “nuevos sujetos pedagógicos”, a “los relegados”, como los llamaba.

Nosotros tuvimos un presidente que se preguntaba “para qué universidades en todos lados”. Belgrano pedía poner escuelas en los barrios, sin distinción, que sean gratuitas, y que los jueces obliguen a los padres a mandar a sus hijos a la escuela. Es uno de los primeros que piensa en los “nuevos sujetos pedagógicos”. Hoy la literatura pedagógica habla de los nuevos sujetos. Pero es fácil hablar de los nuevos sujetos en 2020. En 1810, él dice “eduquen a las mujeres, a los desposeídos, a los indios, a los huérfanos, a los pobres”. Nadie pensaba en eso. Quiero trazar de nuevo un paralelo con Simón Rodríguez, que es una cabeza que impacta tanto y pedía “educar a las mujeres para que no tengan como único destino el matrimonio o el convento”. Belgrano en esto es más clásico, pide “eduquen a las mujeres en labores…”. Puede no gustar el término labores, pero lo primero que dice es “eduquen a las mujeres”.

Las pensaba en la educación

No existían. Tampoco los pobres, los huérfanos. Si algo triunfa aquí -en la Argentina- en educación eso es el pensamiento sarmientino, que excluye a los indios, a los pobres. Sarmiento pensaba que había que educar a todos, pero el “todos” de Sarmiento tenía una serie de excepciones que era tremenda: no a los indios, no a los gauchos, no a ciertos inmigrantes, no a la chusma. Belgrano no hace distinciones. Además, hay otros rasgos de su personalidad que no se ven con mucha nitidez: tenía todo para ser un niño acomodado, un abogado “bien”; había sido secretario del Consulado, había estudiado teología, filosofía, gramática, había estado ocho años en Salamanca. No tenía instrucción militar. Pero cuando la patria le exige que sea soldado, él no pregunta, tenía un sentido del deber. Va, es soldado. Gana en Salta y Tucumán. También cuando pierde tiene cierta grandeza, en Vilcapugio y Ayohuma. Es alguien que especialmente cuida. Les pide a las tropas que cuiden a la población civil cuando están en maniobras, en contextos de guerra, que tiene esa mirada respetuosa de la gente. Nosotros venimos de cuatro años de neoliberalismo, de ensalzar el mérito, el individualismo, los hombres como Belgrano enseñan otro camino. Su sentido del deber, del honor, de la responsabilidad son indiscutibles, como la fina mirada de “la educación como la felicidad” de la gente.

Pensando en las chicas y los chicos, en transmitir la historia de Manuel Belgrano ¿Qué valores destacaría?

Como hombre de la educación, que me he dedicado a esto, para mí es muy conmovedor que alguien, hace 210 años, haya pensado que había que educar a los “mal recibidos” en todos lados. Mirar para el costado y ver que hay pobres, mujeres, huérfanos, desposeídos, que hay indios y decir que también deben ser educados, es un gesto extraordinario de empatía, de respeto al otro, de cuidado de la dignidad humana, de igualdad. Belgrano, como tantos otros, es víctima de la historia oficial que pulveriza el conflicto. Como reflexiona el historiador Salvador Ferla, Belgrano está tapado detrás de la bandera. Y Belgrano es un militante, que participa contra las Invasiones Inglesas, que va a hacer militancia clandestina a la Jabonería de Vieytes. No es alguien que miró al cielo y dijo “qué lindo el celeste y blanco”, que recordamos cada 20 de Junio en las barrancas del Paraná. Es mucho más que eso. Hay narrativas que lo ponen sólo en ese lugar y que hay que transmitir eso. Los niños pueden entender la complejidad de la política, y eso nunca fue transmitido. Pareciera que en la historia no hay conflictos. Eso le pasó a San Martín exiliado toda su vida; a Moreno, muerto en marzo de 1811, raramente en altamar, y a Belgrano, abandonado por los porteños, quien se bancó el Norte grande. Aquí también hay un valor para destacar, más en una época híper individualista como la de hoy, mirar para atrás y ver que hay otros que se movieron por otros valores.

¿Qué valor cobra aquí la enseñanza de la historia, para apropiarse de ese pasado?

Esa palabra, apropiarse, es clave. La derecha sabe que ahí hay un campo de disputa, en el pasado. Apropiarse del pasado, interpretarlo y narrarlo de una manera, en algún sentido es una disputa que está siempre viva en todos lados.

¿Quiere compartir un recuerdo, una anécdota de las tantas veces que, en especial para el 20 de Junio, visitó Rosario?

Uno especial, no. Muchos, que son secuenciales. Tuve la fortuna de estar como ministro de Cristina (Fernández de Kirchner) casi ocho años. Es destacar el amor, el respeto y la admiración que ella tiene especialmente por la figura de Belgrano. Y nos lo transmitía. Era una cita inamovible. Me ha tocado estar cerca en muchos actos, a los que ella iba con mucho cariño y ganas. Era su acto, disfrutaba y quería trasmitir esa idea de que ese prócer era uno de los más importantes. Y yo en eso coincido. Los educadores tenemos mucho apego con Manuel Belgrano. La entonces presidenta no hablaba ocho minutos como habló, ahí mismo, otro presidente en Rosario. Hablaba largo y tendido, porque sabía, porque le gustaba y porque quería transmitir.

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Un comentario

  1. Miguel Tardewski

    04/06/2020 en 23:07

    Excelente nota Marcela. Te felicito además por el reconocimiento que hizo el Honorable Concejo Municipal.

    Te invito a leer algunos comentarios que dejé en otra nota tuya, sobre La Toma.

    https://redaccionrosario.com/2019/07/04/la-fuerza-de-la-toma/

    Muchas gracias.

    Cordiales saludos.

    Miguel Tardewski
    mtardewski@gmail.com

    Responder

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