* Psicólogo-Psicoanalista.
Miembro de PRISMA Cooperativa de Trabajo en Salud Mental

Alguien me preguntó hace unos días dónde archivaríamos besos y abrazos.

Sorprendido, agregué para mí.

Y los murmullos al oído y esas lágrimas secretas que sólo encuentran su destino en nuestras manos.

Dónde poner las ganas del reencuentro, secuestradas por barbijos prepotentes y máscaras delatoras, transparentes al asombro, la bronca o el espanto.

Cómo hacer para que nuestros sentimientos acorten la distancia artificiosa que un capricho natural nos impone a contramano.

Qué locura sideral, qué realidad absurda y malévola nos obliga a obedecer la consigna de vivir, resignando lo que amamos.

Cuántas promesas morirían allí, donde la prehistoria de palabras y sentidos precipita un final, de júbilo amordazado.

 

No sé dónde pondríamos todo eso, pero el despojo me queda cada vez más claro.

 

Alguien sembró alguna vez el deseo y la emoción, dejando grabadas en nuestro cuerpo las huellas indelebles de una presencia vital.

Somos aquello que nos dieron, lo que el azar y la contingencia no lograron remover.

Señales inequívocas de una filiación a la que no le bastan la virtualidad de las imágenes ni la complicidad de los gestos.

Sigue reclamando la vibración del contacto, ese registro inigualable de una caricia bienhechora, de un roce sensual fugazmente percibido o quizás adivinado.

Así como un abrazo armoniza las voces y los ritmos, un beso puede ser la síntesis de un río de palabras y la desembocadura de todas sus imágenes.

Calidez significada, temperatura basal del espíritu en movimiento que no se detiene hasta colisionar con otro cuerpo.

Impacto aluvional, furia primitiva, premisa ancestral desencadenada.

Nos escuchamos, nos sentimos, nos vemos, nos tocamos, recorremos palmo a palmo el extenso mapa de sensaciones y efectos que transmiten la universalidad de lo que somos y dan cuenta de la tierra que pisamos.

 

No adivino el final de la odisea, ni alcanzo a dimensionar el daño.

 

Sigo acuñando la esperanza en una cercanía abrumadora, en un palpitar de corazones estrujados.

En miradas luminosas que conmuevan mi letargo, sin cristales de por medio ni acrílico higienizado.

En susurros confidentes, que acaricien por las noches mis oídos y renueven mi alma con su aliento liberado.

 

* Lecturas Prismáticas es la columna quincenal de Prisma Cooperativa de trabajo en salud mental en el semanario El Eslabón. Podés contactarte por las siguientes vías: contactoprismacoop@gmail.com Teléfono: 341-6-011008 Dirección: Pasaje Ricardone 1258

 

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