Desde que las empresas de aplicaciones móviles de Pedidos Ya, Glovo, y Rappi, desembarcaron en el país en 2016, desarrollaron una campaña publicitaria tanto para los consumidores como para sus laburantes: “11 millones de usuarios ya piden comida online ¿querés algo? Lo que se te ocurra. Ahorrá tiempo, nosotros volamos por vos”, reza un anuncio de Pedidos Ya.

Para muchos de los trabajadores y trabajadoras de Rosario, una comunidad de alrededor de 3 mil personas que ya son parte del paisaje de la ciudad a toda hora, los conceptos de “colaboracionismo”, “free lancer”, y “bloqueo”, entre otras,  resultaron eufemismos para negar la relación laboral hasta puntos insospechados. “Es diferente que te digan «te echamos», a que te digan algo así como «te invitamos de acá en más a ser parte de la clientela». Le buscan la vuelta a todo, con esta violencia que están ejerciendo usando palabras en inglés, o diciendo «trabajás cuando querés». Bueno, la libertad se vende cara”, reflexiona Catriel Sosa, delegado de Pedidos Ya, en las puertas de la carpa sanitaria que montó el Sindicato de Empleados de Comercio el pasado jueves 28 de mayo.

La plaza San Martín (Moreno y Córdoba) fue el escenario elegido por el gremio y los laburantes para hacer visibles los reclamos de precarización y desamparo laboral, y para exigir a representantes de estas empresas “fantasmas”, a sentarse en las mesas de los estamentos estatales y laborales.

Desde los inicios, los trabajadores y trabajadoras de estas plataformas móviles, la gran mayoría laburando en bicicletas, no cuentan con un espacio físico, sucursal u oficina, sino que hacen “base” en espacios públicos como la plaza San Martín. Sectorizados y monitoreados por la propia empresa, y acosados en muchas oportunidades por agentes estatales. Todo esto bajo el sol radiante, la lluvia, el frío y el calor, sin baños ni agua caliente, y sin dispositivos para cargar el celular, una de las herramientas de trabajo.

“A pesar de que nos declararon esenciales durante la cuarentena –subraya Sosa-, no hubo resguardo o una protección para les cadetes. Tenemos que mear en los árboles o en la Facultad de Derecho, no tenemos techo, no tenemos un lugar, salvo estos bancos de la plaza en los que estamos hace tres años”.

Juan Gómez, de Empleados de Comercio de Rosario, aclaró que “no es un acampe, sino una carpa sanitaria. Es un símbolo de lo que las empresas deberían garantizar para los trabajadores”. Y recordó que el gremio sindicalizó trabajadores y trabajadoras desde que las empresas llegaron a Rosario.

A pesar de estas acciones, en Pedidos Ya sólo tienen registrado el 5 por ciento de su personal (unos 55 repartidores, de los 130 que había antes de 2018), y el resto son monotributistas, una modalidad que se profundizó cuando la compañía de origen uruguayo, que cotiza en bolsa, se asoció a una multinacional alemana: la empresa Delivery Hero.

Foto: Yazmín Quiroga

Lavado de manos y cabeza

La abogada laboralista, Carolina Biazzi, afirma al periódico El Eslabón que desde la masificación de las tecnologías móviles y el uso de internet, en el ámbito laboral se pueden generar nuevas formas de abusos con viejos manuales. Con su trabajo final La Hiposuficiencia del trabajador millennials, de la Carrera en especialización en Derecho de Trabajo, Biazzi sostiene que la única lógica que rige a estas compañías es la maximización de las ganancias. Y pone en estudio a la generación de personas nacidas entre las décadas del 80 y mediados de los 2000, con una cultura de uso de tecnologías informáticas y ligadas a internet.

“Hay toda una masa de millennials que no tienen conciencia sobre el abuso laboral que se lleva a cabo a  través de estas tecnologías. Esto creció, además, durante el gobierno de Cambiemos, que pintaba estos trabajos como  microemprendimientos, o que son tareas que se realizan durante el tiempo libre. Pero el empleador, si no se loguean, los sanciona. Lo más preocupante es que se les lavó la cabeza a los trabajadores. Con el monotributo no tenés ART, y el trabajo de delivery tiene un exposición fuerte en la calle. Las condiciones laborales son paupérrimas, no tienen cómo resguardarse de la lluvia, y ni un vaso de agua para hidratarse”.

“Son empresas fantasmas porque es difícil identificar al empresario que está detrás –afirmó Biazzi–. Incluso, Glovo deposita el dinero en una cuenta como una mera transferencia”.

Para la abogada, “no es que no hay regulación, hay normativas específicas, pero no hay una decisión política”. Además,  identifica a las prácticas evasoras como “de manual”, porque “se sabe que la tecnología siempre cambia,  y hay que evitar el abuso del Ius variandi por parte de la patronal”, en referencia a cuando el empleador altera las condiciones laborales unilateralmente.

Foto: Yazmín Quiroga

Uberizar la vida

Durante el segundo debate presidencial de 2019, el por entonces candidato Alberto Fernández, acusó a Mauricio Macri de “uberizar” la economía. “Ha dejado que el desempleo ocurra porque siempre pensó que los empleados pueden reconvertirse en emprendedores que son monotributistas que se suben a una bicicleta y reparten pizzas. Es un sistema por el cual el empleador se quita obligaciones y el que trabaja pierde derechos”, expresó.

A principio de año, ya con el Frente de Todos en el gobierno, el sitio Infotechnology publicó una nota titulada: “El plan de Alberto para regular Rappi y Glovo: Por qué las Apps podrían desaparecer”. En el desarrollo, y sin ventilar su nombre, un ejecutivo de una de las empresas más grandes del segmento, sostenía: “El punto de partida tiene que ser la flexibilidad del repartidor porque ese es el modelo, si no, estas plataformas van a sacar su inversión de estos países y se van a ir absolutamente todas”.

A contramano se escuchan las palabras de Catriel Sosa: “Hablan de colaborativa pero estás trabajando para ellos. Te hacen facturar y seguís sus instrucciones. No les conocemos las caras, y tardan días en responder un reclamo si perdiste plata, te robaron o sufriste un accidente”, dispara.

La pandemia del coronavirus y el rol esencial del reparto a domicilio multiplicó las ganancias millonarias de estas empresas, que en verdad no dan cuentan de sus números al fisco. Mientras tanto, la carpa sanitaria está firme en plaza San Martín y “por tiempo indeterminado”. Con consignas como “Trabajo digno ya” o “¿Le gustaría que sus hijos trabajen en las condiciones de desamparo que provoca esta empresa?”, y peleando también por la “reincorporación de los compañeros injustamente despedidos”.

Los trabajadores sindicalizados exigen el pago de un bono en reconocimiento de las tareas esenciales que vienen sosteniendo durante la pandemia, y  “el cese inmediato de persecución y suspensiones arbitrarias, regularización y estabilidad laboral para todos los compañeros”, y por último, que la empresa “garantice condiciones dignas de trabajo”.

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