Pasó anuncio tras anuncio presidencial. O, mejor dicho, en la previa de cada anuncio. Títulos y zócalos dando por hecho qué es lo que iba a decir Alberto Fernández. “Extendería”, “declararía”, “anunciaría”: formas de arruinar una de las primeras lecciones de periodismo que todos, todas y todes quienes ejercemos deberíamos haber recibido. No hay que decir lo que no se sabe. No hay que especular con la información. ¿Por qué tenemos que ser más importantes nosotros que el Presidente de la Nación? Pasaron también los análisis de curvas y de datos: modelos, pediatras, directores de cine, panelistas, almaceneros y periodistas evaluaron qué es lo que hay que hacer en medio de una pandemia. Repitieron estadísticas de Twitter y le anunciaron a la población qué es lo que pensaban. ¿Decir lo que quiero y siento siempre es informar? ¿Opinar de lo que sea es libertad de expresión? ¿O es simplemente lo que pienso?

Pasaron tantas cosas más. La pandemia llegó casi de un día para el otro y casi de un día para el otro estuvimos en cuarentena. Cada trabajador y trabajadora se las tuvo que arreglar para sostenerse en el bolsillo, en los desempeños y en los ánimos. Y los periodistas, y las periodistas, no estuvimos exentos de eso. De un día para el otro, valga la redundancia, se tuvo que informar de algo sobre lo que incluso las y los expertos estaban casi improvisando. Prueba y error para todes. Fue y es muy difícil. Y no tanto.

“Lo esencial de nuestro trabajo no debería haber cambiado. La responsabilidad enorme estuvo siempre: como servicio a la comunidad, llevado adelante dignamente, chequeando fuentes, no ocultando ni alarmando. Se modificó la rutina, no la esencia”, remarca Florencia O’Keeffe, periodista del diario La Capital especializada en ciencia y salud. “El trabajo periodístico, en cualquier circunstancia, tiene algunas reglas que deberían ser respetadas siempre. Las transgresiones que se están observando, sobre todo en los medios concentrados, son las transgresiones que se desarrollan en la cobertura del conjunto de los hechos de actualidad, más allá de la situación sanitaria”, complementa Gabriel Fernández, director de La Señal Medio, ex director periodístico de la Agencia Télam.

El respaldo y los intereses

Gabriel Fernández asegura que su vida laboral no cambió tanto, salvo por extrañar lo grato que resulta hacer radio en los estudios. Dice también que ahora trabaja un poco más. “Estás todo el día conectado”, remarca. En La Señal se tomaron las medidas sanitarias necesarias para cuidarse: los grandes en casa, los jóvenes en el estudio. El trabajo periodístico no cambió. “El estilo es el mismo, porque lo que uno trata es de responder al qué, cómo, cuándo, dónde, por qué, para qué y quién, que es lo que debe hacer un medio, y lo que los medios concentrados no pueden hacer”, sostiene. “En el terreno epidemiológico y sanitario, lo que he resuelto es opinar lo menos posible, respaldar las medidas del Estado y convocar, tanto en los textos como en el aire, a los especialistas. Porque de otro modo, los periodistas tienen una tendencia a opinar de todos los temas y hay temas para los cuales hay que estar preparado especialmente y merecen un respeto singular”.

Fernández sabe que su decisión no es la máxima, que la televisión está en las antípodas y que en el medio hay portales, programas radiales, diarios impresos que hacen lo suyo. “Lo que estamos viendo es la particularización sobre el tema salud de una estrategia de los grandes medios que se viene desarrollando desde hace rato en Argentina, en contra de los intereses masivos, de aquella sociedad laboriosa recostada necesariamente sobre el mercado interno y aquellos pequeños medianos empresarios y cooperativas que llevan adelante una actividad que necesita de la producción y del consumo para ponerse de pie”, analiza. Y puntualiza: “Si comprendés la matriz económica de las grandes empresas de la comunicación, encontrás con lucidez las razones por las cuales proceden informativamente (o no) del modo en que lo hacen.

“Lo que están haciendo los medios, que también son grandes empresas con intereses relacionados a la agroexportación, a los tenedores de bonos y entidades financieras, es aprovechar la circunstancia para presionar a las autoridades nacionales con objetivos bastantes precisos y en detrimento del aparato productivo industrial que genera valor agregado, consumo y desarrollo interno”, sostiene. En este sentido, la eliminación de todo debate posible respecto a lo que sea no es de su preocupación, es más bien “un clásico monopólico”. La pregunta que se hace es otra: ¿por qué, si los que están siendo perjudicados son básicamente el Estado y la población, el Estado no define alguna política relacionada con un equilibrio comunicacional mayor?

“Hay dos caminos que podrían ser simultáneos y que se podrían llevar adelante sin dificultad. Uno de ellos es el respaldo a los medios populares. Con un impulso económico a esos sectores se podrían resolver buena parte de los problemas informativos que hay en el presente. Por otro lado, aprovechar mejor el potencial de los medios públicos: la llegada de Télam, Canal 7 y Radio Nacional a todo el país. Es una estructura muy sólida que debería ser aprovechada con contenidos mucho más enfáticos, siempre objetivos pero profundos, con una perspectiva nacional y popular. Son elementos que se podrían aprovechar sin realizar acciones punitivas contra los grandes medios. Dejar que los grandes medios sigan como lo están haciendo pero respaldar adecuadamente a los medios populares y a los medios públicos”, propone.

Especialistas no somos todes

Florencia O’Keeffe dice que siempre fue una apasionada de los temas de salud. Apenas terminó la secundaria, se anotó en dos carreras: odontología y comunicación social. No tenían nada que ver. Pero sí. Hace 30 años que la especialista trabaja como periodista y 26 que forma parte de la redacción de La Capital. Le tocó de todo: de información general a economía. Hasta que pudo hacerse un lugar en lo que le gustaba, es decir, la ciencia y la salud.

“Yo me consumía todas las noticias del tema, pero lo que me marcó fue el nacimiento de mis hijos (hace 15 años) y el diagnóstico de uno de ellos con una patología poco frecuente, una enfermedad rara. Así empecé a transitar cotidianamente el sistema de salud y a darme cuenta de que era necesario comunicar de otra manera los temas de salud”, relata. “Entonces, en mi caso, fue un poco la pasión por la temática y el convencimiento de que había que revalorizar los espacios de salud desde este lugar, capacitándose y recontra chequeando fuentes, entre otras cosas”.

Durante años, las notas de ciencia y salud tuvieron su lugar en el Suplemento Mujer del diario La Capital. El trabajo de O’Keeffe compartía espacio con las recetas de cocina, el horóscopo y la dieta del momento, no sólo subestimando el trabajo periodístico sino también marcando cuáles eran, y son, las supuestas tareas de la mujer: la cocina, la estética y el cuidado de los otros. De a poco, sus notas cambiaron de sección y pasaron a ser parte del Suplemento Más, que ya dejó de imprimirse. Cuando se desató la pandemia, todas las cabezas giraron hacia ella y la subestimación quedó de lado.

“La pandemia puso al descubierto la falta de referentes en periodismo de ciencia y salud en casi todos los medios. No es que sean los únicos capacitados en escribir pero sí son una referencia a la que el resto podía recurrir. Imponer los temas de salud y ciencia fue siempre un desafío, y ahora, de repente, no podía hablarse de otra cosa. Esta fue y es una gran oportunidad para revalorizar el trabajo del periodista en ciencia y salud, pero no hubo una reacción por parte de las empresas periodísticas en este sentido. Y tiene que ver con lo que ya sabemos: la precarización laboral. Existe una Red de Periodismo Científico, hay periodistas súper capacitados a nivel nacional que trabajan como freelance, y hay pocos medios que los convocaron. ¿Por qué? Porque hay que pagarles. ¡Y sí!”, sostiene.

La capacitación y especialización no es capricho. En época de pandemia se nota: en las preguntas que se hacen en las conferencias de prensa, en el uso inadecuado de terminología, en la elección de los temas que van a la tapa de un diario. El problema es que comunicar bien o mal en este tema puede traer consecuencias concretas en la realidad. “Cómo comunicar en este contexto, es súper importante. Se cometen muchos errores cotidianamente en cuanto a salud y ciencia y ahora se vieron todos juntos. Se trata de la vida y la posibilidad de la muerte, y un error puede hacer un desastre”, remarca O’Keeffe.

Estos temas, además, implican trabajar distinto a la velocidad de los portales, redes sociales y primicias. “El periodismo tiene una vocación por el número. Siempre te piden datos, porcentajes, y a la vez no hay tiempo de chequear, preguntar, procesar. La ciencia y la salud necesitan prudencia y opiniones sustentadas, y es un problema que eso no suceda con la excusa de que todas las voces deben ser escuchadas. La verdad es que en temas de salud, no. Que estén todas las voces no es sinónimo de libertad de expresión. Hay una responsabilidad social.”, dice.

La periodista remarca: el trabajo especializado no es fácil. Menos aún a la hora de explicarle a empresarios que es una inversión y no un capricho. “Trabajar seriamente implica tener condiciones serias de trabajo y eso es poder formarse continuamente, sea cual sea la rama de trabajo. Y salud y ciencia siempre fue un tema que parecía que cualquiera podía trabajar. En ese sentido, es una oportunidad para revalorizar el trabajo periodístico en todos sus aspectos, no sólo en el periodismo de salud. Y para revalorizar también la responsabilidad de comunicar como debe comunicarse. De eso no estamos exentos ninguno de nosotros”.

Fuente: El Eslabón

 

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