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Distanciamiento social obligatorio, distanciamiento social optativo, cuarentena, toque de queda, aislamiento social y preventivo, infectadura, cuarentadura, Covid 19.

Viejas palabras sacadas del ropero, junto a otras recientemente creadas imprimen nuevos significados a la existencia. Palabras con carácter de ley que impactan fuertemente. “Quedate en casa”, mensaje de tono amable que no esconde el imperativo que conlleva.

Aquellos que no tenemos responsabilidades de gestión o que no estamos llamados al trabajo en las actividades esenciales o de la pandemia, podemos decir que la vemos y escuchamos desde adentro –porque afuera no se puede estar– escuchamos las noticias, escuchamos la radio, nos conectamos a internet, pero, ¿qué pasa con esas imágenes, esas palabras, que no cesan de llegar? ¿Cómo afectan en la subjetividad?

Lo que podemos saber a través de los medios de comunicación y de diferentes testimonios, es que las respuestas a estas palabras son múltiples: la creatividad, el humor, el ataque, las defensas, la aceptación, la refutación y seguramente muchas más.

Unos cuantos no pudieron verla desde adentro, están impulsados a salir en un incontenible impulso de hacer escuchar sus verdades.

Las palabras que lanzaron fueron diversas, se pudo escuchar la desesperación de aquel que no tenía trabajo o no podía abrir su local, otros sostenían que el virus no existe que todo es un invento de un nuevo orden mundial para gobernar el mundo y está aquel que muy enojado denuncia cómo ha visto restringida su actividad sexual por la pandemia.

También hubo explicaciones amparadas en términos científicos: “No uso barbijo porque confío en mi cuerpo que es salino y no alcalino”. Estas respuestas diferentes son rápidamente combatidas, burladas o fogoneadas por algún sector según convenga a la causa.

En principio podemos decir que esta primera respuesta sanitaria al virus, este “Quedate en casa” propicia e invita a responder e incluso a marchar, pero sobre todo a hablar, una usina de relatos que no cesa de producir.

En este sentido, fueren sanitarias, políticas o militantes las imposiciones, más duras, más flexibles, más acordadas o no, llaman a respuestas que fragmentan el mundo de las significaciones conocidas. Si la imposición “Quedate en casa”, se extiende en el tiempo, brinda lugar para acciones y relatos, algunos de ellos disonantes como se vio en la marcha.

Vale aclarar que no todos los pedidos eran disonantes, se pide poder trabajar, salir a caminar o incluso hacer deportes con los cuidados necesarios.

Los que trabajamos en salud mental, me refiero particularmente a los trabajadores de la oreja, escuchamos a nuestros locos con relatos muy parecidos a los mencionados.

Foco de verdades singulares empujando para hacerse oír, ¿quién puede negar que estemos en medio de un nuevo orden mundial?

Literalmente el mundo cambió, ya no es el mismo que el de hace seis meses. ¿Quién puede negar que la cuarentena afectó la vida sexual del conjunto, para mejor o para peor, como atestigua ese muchacho de la marcha? En la intimidad de su almohada, ¿quién no se preguntó: existe el virus, será un invento?

Los espíritus sensibles a las significaciones, a las palabras impuestas, no logran maniobrar con ellas, no logran la pregunta que permite el tiempo de espera prudencial para la acción. O la rechazan y marchan por su verdad o se pliegan a ellas locamente, pero también se acepta locamente, sólo que del lado de la aceptación no se escucha disonante.

Expulsamos fuera de lazo social las respuestas locas, nos reímos de sus ocurrencias, la fogoneamos en favor de nuestros intereses sectoriales.

Nada de todo esto es nuevo, en cada crisis en cada nueva emergencia, en cada movimiento, encontramos lo que se nombra como el núcleo duro de tal o cual sector, los radicalizados y por qué no, los locos.
Hoy nos preguntamos por nuestros locos, por nuestras locuras y qué lugar le damos en el lazo social, pero también hay otras afectaciones que resuenan: la angustia, las soledades, las euforias, las pasiones contenidas y nuevos síntomas del encierro.

Decía al comienzo que muchos la vemos desde adentro sin responsabilidades de gestión, entonces me pregunto: ¿cómo nos relacionamos con estas palabras, con estas informaciones?, ¿cómo distinguir lo importante de lo banal y qué responsabilidad tenemos al plegarnos o no a ciertos relatos? Aquellos que tienen responsabilidades de gestión, ¿escuchan estas verdades?

Hoy, saliendo parcialmente del confinamiento, podemos decir que la salud mental no fue tenida en cuenta en su cabal dimensión.

Las voces de muchas personas y sectores quedaron resonando en el aire, el virus puso en el tapete las vulnerabilidades del sistema de salud y también nuestros propios miedos y fantasmas. ¿Tendremos que hacer escuchar esto a lo loco?

Al menos el 85 por ciento del país está en proceso de ir flexibilizando la cuarentena. Este movimiento, esta salida, tampoco es sin consecuencias. ¿Habremos aprendido algo?, ¿se tendrá en cuenta que en muchos casos y que hasta para salir, hay otros a quienes asistir?, ¿qué lugar le damos a nuestros locos o nuestras locuras?, ¿qué lugar hay en esta coyuntura para la salud mental?

El tiempo pasa y no es sin consecuencias. La dimensión temporal en el mundo de las palabras, puede darnos la oportunidad de dar respuestas más acordes a lo expresado o llevarnos al extremo de la negación y expulsión, del otro, del diferente, y en una pirueta circense encerrarnos en la tranquilidad de la in-diferencia.

 

* Martín Coronel es Psicólogo psicoanalista y miembro de Cooperativa Prisma.

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