Cada vez que le toca ir a trabajar, Patricia Gatti, redactora del Diario del Centro del País, de Villa María, provincia de Córdoba, siente algo de nostalgia. La redacción del periódico producido por la cooperativa Comunicar decidió organizarse por equipos de trabajo rotativos frente a la cuarentena y los riesgos sanitarios del Covid-19. Hace 100 días que ella ve siempre a los mismos compañeros y que apenas se encuentra con ellos, empieza a extrañar una cosa sobre todo, fundamental a la hora de redactar una nota: el mate compartido.

Silvina Tamous, jefa de redacción de El Ciudadano de Rosario, sabe que hay algo que le falta al diario que hacen todos los días desde la cooperativa La Cigarra. Pese a que los grupos de WhatsApp le ponen toda la voluntad posible, entre los stickers, memes y audios, un diario no es igual si no se revolearon puteadas, ideas, sinónimos; si no se editó y corrigió una nota en vivo, y si los temas más fuertes del día no se discutieron fumando en la puerta de la redacción o, valga la redundancia, compartiendo un mate.

Para Marisa Nera, presidenta de la cooperativa La Prensa y editora del Diario de la Región, de Resistencia, Chaco, la pandemia y las restricciones no sólo restaron presencia en la calle y auspicios que se traducen en plata. También se perdió el debate, la discusión constructiva en cuanto a las noticias y la tapa y se sumó confusión. Nera, sin embargo, destaca: tanto como se apuró el teletrabajo, se agudizó la creatividad, la capacitación y la línea editorial. Más solidaridad, más compañerismo, más compromiso que nunca.

La producción y el cierre del semanario El Eslabón pasaron por innumerables formas de trabajo hasta encontrarle una vuelta para que salga lo mejor que se pueda mientras nos cuidamos entre todos y todas. No hay una fórmula mágica para hacer un periódico, pero sí un ingrediente infalible: poner el cuerpo colectivamente en la calle y en los espacios de trabajo. Ningún buen periodismo se construye ni escribe en soledad. Y la premisa emerge y se pone en relieve mientras el Congreso de la Nación discute la Ley de Teletrabajo. Así como salta la necesidad y urgencia de muchos trabajadores y trabajadoras de encontrar un marco que regule sus derechos laborales, su tiempo, su bolsillo, y los proteja de las patronales, cabe preguntarse qué puede quedar en el camino si los espacios físicos dejan de compartirse.

Cuidarse, charlar y matear

La primera decisión que tomó la cooperativa Comunicar de Villa María cuando llegó el Coronavirus al país fue cuidar a su población de riesgo: todos y todas se licenciaron y fueron a su casa. También se constató que cada trabajador y trabajadora tenga los elementos necesarios para trabajar desde su casa: computadoras, teléfono y conexión a Internet. Después, cada sección procedió a organizarse según sus particularidades. La redacción del Diario del Centro del País se dividió en equipos de dos o tres personas para ir físicamente, unas pocas veces por semana. Siempre son los mismos. De esa manera, si alguien se contagia no tiene que aislarse la redacción en su totalidad.

Los equipos que pasan por la redacción editan, diagraman y tienen a una persona que coordina, arma la tapa y se queda hasta el cierre. Los y las que producen y escriben, lo hacen desde su casa. Patricia Gatti dice que cada tanto ella va a la redacción y siente nostalgia. La tecnología ayuda, dice, pero no es lo mismo.

“Cuando tenes un tema complejo, la charla en la redacción te ayuda a darle un enfoque. Eso nos falta y lo extraño mucho. Antes era una producción más colectiva y ahora, más allá de que lo hacemos de manera virtual, terminas siendo vos en tu casa con una computadora, escribiendo en soledad. Creo que es lo que se viene de todas maneras. Me parece que la mayoría de las redacciones se van adaptando a eso, pero no sé si es lo más saludable. Por lo menos para nuestro sistema de trabajo, que es más colectivo”, reflexiona.

Patricia asegura que no trabaja más que antes. Que con o sin aislamiento, las fuentes y el oficio en sí implican una demanda casi permanente. Lo que sí remarca es que está más pendiente de qué sucede con el diario: no puede desconectarse hasta no haber visto cómo quedó su página, por ejemplo. También que, una vez impreso el diario, se han vuelto mucho más críticos y atentos al producto.

“Yo valoro mucho lo que hicimos nosotros. Son tiempos difíciles pero es lo que hay que hacer, no podemos exponer a los compañeros a una situación de riesgo. Los peligros nuestros, eso sí, están más a la hora de construir la noticia que yendo al diario. Nuestro riesgo es que estamos en la calle. Pero también entiendo la situación, y me encanta que nos hayan puesto como trabajadores esenciales. Hoy la información es una condición para la salud pública”, destaca la redactora.

También celebra la Ley de Teletrabajo. “Me parece bárbaro para el empleo en relación de dependencia solicitar al empresario que garantice los medios de trabajo”, manifiesta. Y la vez agrega: “Aún así, nosotros nos tenemos que adaptar a las posibilidades. Lo nuestro es una cooperativa y lo que no hay, no se puede inventar, pero cuando hay, se comparte”.

Los derechos y las cooperativas

El 9 de marzo, el Ministerio de Salud de la Nación confirmó los primeros dos casos positivos de coronavirus en el Chaco. Fue la segunda provincia del país en importarlo y de ahí hasta el día de la fecha, el virus nunca frenó. Todos los días hay casos nuevos. En la Cooperativa La Prensa, de Resistencia, el virus, las licencias para la población de riesgo y el trabajo remoto llegaron en simultáneo.

“Fue una definición que nos tomó por sorpresa”, dice Marisa Nera, editora de El Diario de la Región, que produce la cooperativa La Prensa. “No dimensionamos que este proceso se prolongaría en el tiempo”. En Resistencia, la sugerencia de los expertos a todos los diarios impresos fue detener la edición gráfica del diario hasta tanto se saliera de esa primera fase 1 y mudarse a lo digital. Las dificultades no tardaron en aparecer. No sólo en la organización interna de la cooperativa y la redacción, sino también porque se resentía el principal producto, se retiraban auspiciantes del sector privado, se cerraba el circuito de distribución y perdían lectores de diario en papel. La impresión se frenó por casi dos semanas, durante el mes de abril. El trabajo remoto aún continúa.

La cooperativa La Prensa se mantiene cerrada al público durante casi todo el día y despierta luego de las 20, cuando parte de la edición (el primer tiraje) ya está listo. Los compañeros que imprimen y componen las secciones de fotomecánica, rotativa y distribución de El Diario de la Región son los que asisten a su lugar de trabajo habitual, de manera rotativa. Esos son también las secciones que se vieron más resentidas, porque son las que cuentan con trabajadores con licencia por ser población de riesgo y sin reemplazo. Las secciones de redacción, corrección, diagramación y diseño se desempeñan desde sus hogares, la mayoría con equipamiento de la cooperativa tal como se decidió en aquella primera semana de cuarentena estricta. Son en total 22 trabajadores y trabajadoras.

“En lo periodístico, no sólo se perdió en tres meses la presencia en la calle sino el debate en la redacción, la discusión constructiva en cuanto a la noticia, a la edición a las tapas. Los debates por grupos de WhatsApp suelen ser confusos, las interpretaciones son otras”, destaca Marisa, también presidenta de la cooperativa. “Esta situación nos llevó a hallar nuevas modalidades para seguir produciendo, agudizar nuestra creatividad y hasta diversificar funciones en pos de resguardar nuestra economía. Así que en paralelo de nuestra edición diaria también nos fuimos capacitando, fuimos encontrando alternativas para que nuestro diario se siga leyendo. Sin embargo, pese a todo esto, que por ahí pueda sonar algo negativo, esta emergencia sanitaria también reforzó nuestra línea editorial. Nuestros lectores cuentan con nosotros. Nuestra línea editorial siempre estuvo ligada a los derechos humanos”.

Marisa destaca que, tanto como sucedió con el Programa de Asistencia al Trabajo y a la Producción (ATP), las cooperativas, los autónomos, monotributistas y trabajadores informales no están contemplados en el debate por la Ley de Teletrabajo. Y suma: “Vemos que hay debates que también se nos escapan a quienes encabezamos una gestión cooperativa en esto de tratar de subsistir en medio de esta pandemia y con altas restricciones hasta para la circulación de nuestro medio. Este es uno de ellos. Porque, ¿de qué manera una cooperativa de trabajo que aún asume el pago de todos sus servicios, proveedores y cumple en tiempo y forma, aún con todas las dificultades que enfrenta, con los excedentes para cada socio, con las cuestiones administrativas que aún se nos exigen, puede hacer frente a disponer u otorgar a cada socio y socia estas condiciones que sin dudas son derechos de cada trabajador que debe desempeñarse desde su hogar?”

Encuarentenades y agotades

“Creo que el hecho de que las cooperativas hayamos sobrevivido en este contexto es casi un milagro, ¿o no?”, dice Silvina Tamous, jefa de redacción del diario El Ciudadano de Rosario. “Estar encerrado sin plata es terrible. Esa es la situación que pasó toda la cooperativa (por La Cigarra, que produce el diario), de mucha complejidad y tratando de inventar cosas nuevas para tener un mango. Es complicado y en un momento donde la información es algo esencial. Los medios hegemónicos, que son los privilegiados en toda esta cuarentena, tienen otros beneficios que nosotros no tuvimos”.

Tamous hace hincapié en las dificultades económicas que las cooperativas de comunicación atraviesan desde hace años y sobre todo desde que la pandemia llegó al país. Subraya “lo distinto que hubiese sido todo” si estos medios hubiera recibido los ATP, por ejemplo. También el rol fundamental que estos medios cumplen en un contexto tan complejo: son los que tienen la otra mirada. Y son los que más crecieron, “pero a fuerza de cargarnos en la espalda, como siempre, el laburo”.

La redacción de El Ciudadano “se encuarentenó” apenas lo ordenó Alberto Fernández. Ya hacía días que la población de riesgo del diario estaba en sus casas y la edición se estaba tornando cada vez más compleja. “La idea resultó, fue buena, pero es agotadora. En las últimas semanas varios compañeros comenzaron a ir a trabajar a la redacción porque estaban muy cansados”, destaca Tamous.

Desde el primer día, la estructura de la cooperativa estuvio a disposición para que a nadie le falten sus herramientas de trabajo. Pero las dificultades aparecieron con el paso de los días y el trabajo remoto: las computadoras y los teléfonos comenzaron a romperse, las sillas de casa destruyeron la columna vertebral -literal – de los y las periodistas, y la dificultad de poner un límite a la cantidad de horas de trabajo empezó a sentirse. “Distribuimos nuestros recursos entre todos los que lo necesitaban. Pero hacer un periodismo encerrado sin salir a la calle es complicado”, señala Tamous.

“Creo que es necesario estar en una redacción, ir a la calle, plantear un debate colectivo sobre qué temas van a tratar y cómo, tratar de trabajar cuestiones como un equipo, que es lo que somos. Todo eso se complica. El chat más o menos resultó pero no es una buena manera de laburar”, agrega la periodista. Para Tamous queda algo más por resolver: la vuelta al trabajo. ¿Cómo volvés a habitar la redacción? ¿Cómo estamos juntos pero distanciados? ¿Cómo remamos y organizamos la vuelta? Silvina encuentra tres palabras: complejo, complejo y complejo.

Fuente: El Eslabón

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