Los ex CQC devenidos en escritores, Cune Molinero y Alejandro Turner, reúnen en El último mundial –libro de reciente publicación– memorias del campeonato ecuménico de 1990.

Hay una canción mundialista inconfundible, que tiene la virtud –con el sólo hecho de sonar apenas unos segundos– de transportar en el tiempo a todos los futboleros y futboleras a ese certamen ecuménico. Y el estribillo, pese a no pertenecer al idioma español, forma parte de esas que, con mejor o peor pronunciación, sabemos todos: “Notti magiche, inseguendo un gol | Sotto il cielo di un’estate italiana”. Otra forma de volver a Italia 90 es con El último mundial, flamante libro de Ernesto Molinero (alias Cune) y Alejandro Turner, que propone, según el lema que acompaña al título principal, un “recorrido sensorial” por ese torneo en el que Argentina fue subcampeón, pero que además dejó un montón de condimentos especiales, y no sólo en el bidón de agua que bebió el brasileño Branco.

Sobredosis de TV

Molinero y Turner, históricos productores de Cuatro Cabezas durante los casi 20 años del famoso programa televisivo CQC, se corrieron un poco de la pantalla chica, y se lanzaron como dupla de escritores. El debut fue con el Atlas de camisetas del Fútbol Argentino, y ahora –con la excusa del número redondo de años que hace que se jugó el Mundial de Italia– hicieron trabajar el teclado sobre esa copa que los marcó a fuego. “Por una cuestión de edad, ese mundial fue muy especial para nosotros”, cuenta Molinero en diálogo con el eslabón, y aclara: “No era hablar del mundial sino de la participación argentina, porque fue un mundial muy flojito en líneas futbolísticas, así que tratamos de sistematizar todo lo que sentíamos”.

Como desde aquella vez hasta la actualidad la selección albiceleste participó ininterrumpidamente de todos los mundiales, Cune explica el título de la reciente publicación: “Varias cosas lo hacen especial: el último Mundial que jugó completo Maradona, el último que dirigió uno de los dos técnicos que representa a los grandes bandos del fútbol argentino (por bilardistas y menottistas), el último en el que participan un montón de países como la URSS o Yugoslavia y Checoslovaquia. Y también nos parecía el último en el que hubo un vínculo entre el equipo y el público”. Y sigue enumerando situaciones que no se volvieron a repetir: “También fue el último en el que en cada partido de Argentina, salvo con Camerún por supuesto (porque perdió), la gente salió a festejar a la calle”.

Sobre este último aspecto, el por entonces joven Ernesto recuerda que “fue muy impresionante el recibimiento que tuvo ese equipo subcampeón, que jugó bastante mal, pero que tuvo un plus que hizo que fuera más gente a recibirlo que en el 86”, cuando Argentina sí levantó el más lindo de los trofeos.

Para explicar esta situación, Molinero recurre a “la épica” que tuvo aquel momento: “Teníamos todo en contra, Maradona roto y su mala relación con el público italiano, la fractura de Pumpido, perder con Camerún, que nos bombeara un árbitro en la final”. Pero pese a esas condiciones adversas, el plantel –continúa– “tenía un sentido de pertenencia, dejaba todo, y eso le dio una mística y una manera muy particular de relacionarse con el público”. Y claro, Argentina tenía además el as de espada: “Maradona significaba mucho para ese grupo”. E intentando evitar comparaciones con la actualidad, añade: “Y hacían cosas que hoy serían impensables, como entrenar en canchas en mal estado, con frío y sin ropa abrigada. Tuvieron que bajarse a empujar el micro en una gira que hicieron en enero del 90”.

El autor entrevistado también resalta el papel del doctor Bilardo, a quien define como “un apasionado del fútbol, que hacía locuras, y a la vez era un analista impresionante”. Y le tira más flores al Narigón: “Evidentemente sabía mucho porque adelantaba lo que iba a pasar y se lo decía a los jugadores. Incluso, quienes no preferían ese estilo, terminaban creyéndole porque pasaba lo que él les decía”.

Páginas gloriosas

El contenido del libro se juega entre entrevistas a diversos protagonistas de aquel episodio futbolístico, dibujos de Miguel Rep –publicados en aquel entonces por Página|12– y un importante trabajo de archivo, según cuenta Molinero. “Hicimos como 40 entrevistas, entre jugadores argentinos y extranjeros. Entrevistamos a Codesal, al juez de línea de la final. A Rep, que en ese momento se hizo muy conocido con sus crónicas gráficas del mundial. A jugadores alemanes, brasileros, italianos, y todos tienen un enorme respeto por ese equipo argentino, y sobre todo por Maradona”. Y entre las tantas charlas, hay voces rosarinas y santafesinas: “Hicimos un raid de entrevistas en un día. Le hice a Pumpido en Santa Fe, a Giusti a la tarde en Rosario, y a Dezotti a la noche. También a Juan Simón”.

El laburo de archivo consistió, entre otras cosas, en sentarse frente a la pantalla a repasar los partidos. “Los volvimos a ver a todos, algunos que pudimos encontrar de la previa”, revela Cune, y agrega: “Nos metemos además en algunas cosas de color”.

Paso a paso

La cosa arrancó torcida, con derrota ante el combinado camerunés. Pero de a poco se fue enderezando. Todo lo que vino después de superada la primera fase, se trató de partidos épicos. En el clásico frente a la Verdeamarela, Ernesto señala que “los jugadores nos decían que no sabían por qué habían jugado tan mal ese partido, era algo anormal, porque Brasil era un buen equipo pero tampoco era una máquina”. Asegura también que “nadie confiesa” la veracidad del caso del bidón contaminado (“Galíndez dice que él jamás hubiera hecho eso, que le podría haber costado su carrera”). Y sobre el hinchado tobillo del Diego, resaltó: “A muchos periodistas que entrevistamos les parecía impresionante y conmovedor el esfuerzo que hacía”.

Ante la selección anfitriona en la semi, asegura que “todos coinciden que fue el mejor partido de Argentina”, y analiza la actuación del capitán en el mismísimo San Paolo, donde supo llevar al modesto Nápoles a lo más alto: “Hubo una faceta distinta de Maradona, porque en ese partido no descolla, no hizo ninguna genialidad, jugó como si fuese un jugador normal que tuvo un muy buen partido”.

Por último, repasa las polémicas de la final, que terminó con victoria alemana: “Llamó la atención la discusión entre el juez de línea colombiano y Codesal sobre el penal, que después Grondona los insultó de arriba a abajo, de tal manera que los echó de la cancha y no pudieron recibir ahí su medalla. En la entrevista, Codesal insiste en que fue penal, y dice que está muy resentido con los argentinos porque en las redes sociales lo insultan”.

El relato

Entre los testimonios que figuran en el libro, aparece el de Andrea Prodan, actor italiano radicado en Argentina y, entre otras cosas, hermano de Luca, líder de Sumo. Su palabra hecha luz a un relato deportivo que recorrió el país, en el que un supuesto periodista italiano –con un dejo de desazón– anunciaba la eliminación de su seleccionado con un “Siamo fuori della Copa. E un giorno tristísimo…”, luego de uno de los tantos penales que el Goyco atajó en aquel certamen. Aquello quedó en el imaginario popular como un material de archivo, sin embargo…: “Sabíamos que había una historia medio rara y llamamos a Andrea Prodan. Nos cuenta que el «siamo fuori» era parte de una publicidad y le dieron un texto para grabarla, porque querían a alguien que hablara como un nativo italiano. Se lo pide un amigo publicista y él le dice que el texto no parece un periodista italiano. Entonces imita a un relator muy importante de Italia y termina armando esa frase. Quedó como que era un material de archivo, y el propio Víctor Hugo Morales siempre pensó que era su colega, a quien conocía, y finalmente descubre que no, hace una apuesta con alguien, y Andrea confiesa que era él”, revela el escritor y productor de los documentales Malvinas: la guerra íntima y Mundial 78: la historia paralela.

Fuente: El Eslabón

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