La Argentina se apestó de persecuciones judiciales. Cuando parecía que se abría paso una discusión por recursos estratégicos en el caso de una empresa tradicional de la agroexportación, el gobierno nacional frenó su impulso, delegó el control en el gobernador de Santa Fe y se embarcó en una disputa mano a mano con el ala ultra del macrismo.

Un sector de la oposición usó Vicentin como largada para una ofensiva frontal contra el gobierno nacional. En la última semana, las roturas de silobolsas habían concentrado la atención de los medios. Pero la historia de los atentados con finalidad política era poco creíble por fuera de las ciudades, y los supuestos golpes comando rurales perdieron consistencia.

Cualquier habitante de una localidad ligada al agro sin mala intención sabe que los tajos en los silobolsas no son un fenómeno desconocido y que la cantidad de episodios no rebalsa las cifras acostumbradas. Además, la simultaneidad y la coincidencia de las incursiones vandálicas generaban demasiadas suspicacias. Y apareció la muerte de Fabián Gutiérrez para el recambio de operaciones.

Sin embargo, esa franja de oposición visceral e irreductible, necesita la duración del tema: Vicentin abrió una pospandemia política antes que la económica. No para discutir el día después, sino para agudizar los conflictos del día a día.

El futuro de la empresa se prolonga según los tiempos del magistrado. El juez del concurso, Fabián Lorenzini, llamó a una primera audiencia de conciliación para el miércoles entre empresa, Inspección General de Personas Jurídicas y Sindicatura.

La presión de los acreedores para conocer el destino de los fondos de una empresa que en un par de años pasó de ser la que más crecimiento tuvo en el principal sector económico de la Argentina a declarar un sorpresivo default, la total opacidad en la transferencia de un porcentaje de Renova a la socia Glencore, las triangulaciones con los sellos domiciliados en Paraguay y Uruguay, y la falta del balance 2019 luego de un 2018 más que favorable, suponen un abanico de circunstancias que explican la ferocidad del asedio opositor.

Las representaciones escenográficas que transmiten los medios porteños no hacen mella en la masa de afectados por Vicentin. La crisis de la empresa es un símbolo de una burbuja que creció y, al estallar, derrumbó empresas con alcance regional e impactó en los pueblos y ciudades de las provincias donde viven los damnificados.

El sueño global era una farsa offshore

El desenmascaramiento de las promesas de globalidad en la contundencia delictuosa del proceso de offshorización de los recursos –en buena medida públicos– que la empresa captó y fugó, son una parábola de la tragedia nacional reciente: auge y declive del frustrado ingreso de la Argentina al mundo.
El pedaleo financiero que reproduce valor lanzándolo al futuro y pone en vilo a la economía real por la variación de los instrumentos transferidos en mercados transnacionales, tiene en Vicentin el pico de una fantasía que se infló hasta reventar. Y produjo el desmoronamiento de la modalidad estrella del juego financiero en la comercialización de cereales.

Si ese circuito sufre una interferencia como, por ejemplo, que el gobierno pierda las elecciones primarias, el ministro de Economía reperfile la deuda pública o se devalúe el peso de forma brusca, puede que una ola de productores reclame anticipadamente los pagos por el cereal entregado y haya una cadena de incumplimientos sin final.

Detrás de la oferta de innovación y agilidad, los correacopios se expandieron en el sector agropecuario como versión ruralista de una cultura financiera que se vendía como de mayor sofisticación. Una moda que llegó a copar la vida económica de pueblos enteros, devastados tras el descalce del mecanismo. Un “querés ser tu propio jefe” en modo agro: una estafa piramidal al interior productivo.

Las cosechas quedaron atrapadas. La plata se fugó. No está, no hay respuestas: esa es la dureza de ser un lobo de las finanzas. La crisis de liquidez en los productores, el hueco en las cooperativas y el knock out a las compañías, son caras de un polígono que moviliza y reproduce buena parte de la riqueza generada en la Argentina.

¡Que se joda la gente normal!

La vieja usanza de los acopios consistía en cobrar a cambio de guardar la producción y prestar logística para transportar las cargas al puerto. Eran intermediarios que se quedaban con una comisión entre productores y exportadores. Esa modalidad fue reemplazada por otra que consiste en la compra-venta de granos, aunque volcados como valor financiero al mercado.

El vendedor fija un precio a futuro, el comprador paga un precio mayor, pero en cuotas, y el correacopio hace apuestas a través de una ingeniería financiera donde los bonos, plazos fijos, letras o Leliqs, sustituyen a los granos. Con el rendimiento obtenido en intereses, tienen un margen de utilidad y les pagan a los acreedores.

La urgencia por el financiamiento de la próxima campaña, la seducción de una metodología de primer mundo o la sobredosis de información de las autoridades de las entidades que acumulaban la cosecha de productores de las distintas regiones, generó que muchísimos fueran pescados en esa densa red de especulaciones.

La Federación de Cooperativas Federadas es una de esas instituciones que agrupa a pymes que padecieron la falta de financiamiento bancario, el nivel elevado de tasas y la crisis desencadenada por la cesación de pagos de la sexta agroexportadora. Además, suelen recibir una cuota de agravios e insultos biempensantes y “antioligárquicos” distribuidos desde estudios televisivos y redacciones asentadas en CABA.

La expectativa de ésta y otras organizaciones que nuclean a más de la mitad de la producción, que es su base vital y concreta, está puesta en cerrar un ciclo enfocado en el privilegio de los deudores y dar lugar a una renovación del ciclo a favor de los endeudados, como el que comenzó con la reprogramación de pasivos con el banco Nación y salvó del remate a muchos pequeños propietarios en 2004.

Golpe de realidad

Las empresas dedicadas a la especulación financiera derivada de la producción agroindustrial se montaron con entusiasmo a las promesas del gobierno de Macri. La oportunidad de sentirse un actor más en el mundo de las finanzas, generando dinero por arte de magia y vinculándose par a par con el mercado global desde el sector más pujante, avanzado tecnológicamente y atractor de capitales, dispuso una fiebre apostadora que sobreexpuso a los jugadores y decantó inevitablemente en el default.

No les dio el cuero, y cayeron. El porrazo de realidad, en definitiva, no afecta tanto a los directivos de las empresas, más allá de las incidencias de haber perdido un buen negocio. Los verdaderamente complicados son aquellos actores ligados a la producción que quedaron metidos en la inmensa rueda de incumplimientos.

El 2019 comenzó con el derrumbe de la firma Sebastián Grimaldi, que dejó un buraco de casi mil millones de pesos. En agosto, el “estrés financiero” lo sufrió Cereales del Sur, una agroindustria de capitales rosarinos con sede en Salta. En octubre, el hundimiento fue el de BLD, un emblema del “negocio sofisticado” de los correacopios que se inauguró como parte del pasaje del grano al commodity.

En febrero de 2020, la firma GYT Plus, propiedad de Guardati Torti, cuyos directivos integran la mesa directiva de la Bolsa de Comercio de Rosario, comunicó tener problemas para enfrentar los pagos. Tanto Guardati Torti como BLD están dentro de la gran deuda de Vicentin, como si se tratara de una mamushka donde una estafa comprende a la otra.

Junto con la corredora Grassi y la cooperativa ACA, a principios de año le solicitaron al banco Municipal de Rosario que analizara la factibilidad de disponer herramientas para asistir a las empresas afectadas por el default. Gracias al voto uniforme de la alianza tácita de gobierno entre el javkinismo, Ciudad Futura, el PRO de Roy y La Cámpora, acompañado por los restantes bloques, menos el del Frente de Todos, esas decisiones quedarán ahora en manos de Adrián Giacchino, el ex funcionario del banco Nación bajo gestión de Javier González Fraga y delegado de Alberto Padoán, de Vicentin, para la creación del banco de la Bolsa de Comercio de Rosario.

No es un país, es un negocio

La burbuja Vicentin es la parte principal de esa fantasía de endeudamiento y política comercial desquiciada donde una compañía juega con los precios a fijar y tanto al comprador como al productor les resulta tentador porque se traduce en plata fácil: rendimiento para hoy, hambre para mañana.

Pero ese delicado juego de apuestas a futuro se desestabilizó con las devaluaciones y el aumento del riesgo país. Los intereses pagados en el mercado pasaron del 4 al 15 por ciento. El encadenamiento de caídas de las firmas de correacopio fue fundamental para el gran desplome final de Vicentin. El gobierno de los mercados terminó echando por tierra su programa y facilitando la huida en un sálvese quien pueda en el que pueden sólo los socios y amigos.

Los actores de menor escala no tuvieron más opciones que replegarse y aguantar, desprenderse de las madres o abandonar la actividad ganadera, malvender cosechas, alquilar los campos, cerrar tambos o pagar tasas usurarias. La alta volatilidad detonó la base de la producción. Jugar en el primer mundo es descomunalmente riesgoso cuando el gobierno propio asume la representación de los afuera.

El desconocimiento del territorio, la improvisación de medidas sin elaboración previa y el manojo de prejuicios citadinos y encriptaciones ideológicas, propició que el tema Vicentin desembocara en los apagados despachos de un juzgado. Ante esta situación, el riesgo es perder la posibilidad de rediscutir el sistema de comercialización de granos y el potencial rol del Estado como árbitro de un juego donde prima la especulación.

“Al principio parecía bien, se podía tomar préstamos, tener garantías para el banco e invertir en ladrillos. Pero era para la gente con espalda”, dice un productor que entró en el juego y quedó atrapado. A algunos de ellos, ya les empezaron a caer las hipotecas. “Comerciar y diversificarse” suena más fácil y bonito como eslogan que como realidad práctica.

Las alternativas de valor agregado nunca resultan competitivas si el modelo económico hace que los agronegocios tengan mucho más de negocios que de agro. La crisis financiera que desató el macrismo chocó justo ahí donde se suponía que venía a representar cabalmente los intereses del sector. Y quedó expuesta la otra grieta, imperceptible para ambos bandos de las disputas unitarias: esa que separa al interior productivo de los apostadores de ciudad. El país que la genera en concreto frente al que la pone a rendir en valores abstractos. Los planeros de las Leliqs que hundieron ese Titanic que se llamó Cambiemos y hoy salen con el cuchillo entre los dientes a recuperar lo que consideran suyo: la gran pampa estafada.

Fuente: El Eslabón

 

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