Yo no sé, no. De muy pibe, cuando nos hacían asistir a los actos patrios y uno todavía no sabía leer, escuchando al alumno que leía la Declaración de la Independencia uno pensaba: quizás algún día nos toque declarar en público. Y sentía un poco de temor al ridículo. Me iban a mirar todas las pibas que siempre parecían más grandes que uno.

En la casa de los tíos, uno trajo un loro que cantaba la marchita peronista. Al loro lo habían puesto en medio del patio y, desde alguna de las piezas, alguien decía: “Si golpean la puerta, escondan al loro, no vaya a ser que terminemos todos declarando en la comisaría. Corrían los primeros años de los 60.

Estando por formar el equipo para jugar uno de los primeros torneos, aparte de elegir el color de la camiseta y el nombre del equipo –que terminó siendo La Cortada–, a Pedro le daba vuelta la idea de hacer una declaración fundacional del equipo.

Y ya con casi 9 años, casi le toca participar de un acto del 9 de Julio y, hasta dos días antes, lo único que le salía de corrido era la formación de Central. Aparte, ya por esos años, la palabra declaración venía con la imagen de la piba que a uno más le gustaba.

Pedro sostiene que por ese entonces, la escala de valores era: el equipo (Central), la piba, y por último la Patria.

Cuando estábamos en la secundaria, la cosa se revirtió. La declaración de amor comenzó por la Patria, y al tiempo soñábamos con declarar la Patria liberada. Era lo que a muchos los motivaba para encarar la militancia, y al mismo tiempo seguían las declaraciones de amor para la o el que pintara, y al equipo que traía cobijado en el cuore.

Hoy, uno piensa en las declaraciones de independencia de 1815 (la Artiguista, en Entre Ríos) la de Tucumán (1816), o la de 1947 (la económica). Como decía el General: “Aspiramos a una liberación absoluta de todo colonialismo económico, que rescate al país de la dependencia de las finanzas foráneas. Sin bases económicas no puede haber bienestar social: es necesario crear esas bases económicas”. Todavía todas pendientes.

Mientras vemos que a algunos los llaman a declarar porque están hasta las manos, por la política de saqueo colonial, Pedro me dice que tenemos que hacer que las mayorías se vuelvan a enamorar, y estar predispuestos a una nueva Declaración de Independencia, donde estemos todas, todos, todes.

Ojalá sea pronto, me dice Pedro, mientras mira para el lado de la escuela como buscando el patio, el salón de actos, las pibas, los compañeros, el equipo… La Patria.

 

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