El odio es tan viejo como el mundo. Y su utilización como estrategia de propaganda y dominación, también. Lo mismo ocurre con el miedo, el resentimiento, la envidia. Sin embargo, en los últimos años, suscitaron un especial interés entre analistas políticos, periodistas y académicos. La cantidad de artículos y libros publicados sobre el tema es abrumadora. Descartada la novedad de estas estrategias de dominación, que son muy utilizadas por los medios de comunicación hegemónicos al servicios de los poderes fácticos y las corporaciones, la cuestión a indagar es cómo se utilizan hoy, qué función cumplen y qué producen en el discurso social (y en las prácticas sociales) en el marco de una determinada realidad política-social-económica y, sobre todo, teniendo en cuenta el desarrollo tecnológico alcanzado.

En la Argentina, la profesora de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Leonor Arfuch, hace años que viene reflexionando sobre el denominado “giro afectivo”. La expresión, nacida en el mundo académico anglosajón, puede resultar algo ambigua. Pero la analista argentina aclara que se refiere al uso creciente de determinadas emociones en desmedro de lo argumental, y en el marco de la construcción de la subjetividad neoliberal a la que contribuye “el repiqueteo” de los medios hegemónicos. “Una sociedad afectiva donde los medios son protagónicos”, señala la docente de la UBA en su libro La vida narrada: Memoria, subjetividad y política. Y menciona, en forma irónica, que en esta época la “emocionología” parece querer ocupar el lugar de la ideología.

Los afectos y emociones que utiliza “el giro afectivo” nada tienen que ver con aquellos sentimientos que tienden lazos con el prójimo. Por el contrario, son emociones muy otras, muy diferentes, que están en las antípodas de la empatía, la solidaridad, el amor y, sobre todo, el sentimiento comunitario. Son aquellas que abonan, estructuran y generan una subjetividad neoliberal que concibe al sujeto aislado del mundo, como una burbuja sin historia, fuera de la comunidad. El otro es percibido como competidor, como peligro, como enemigo.

El “giro afectivo” consiste en una cierta utilización del odio, el miedo, el resentimiento, la envidia y el racismo, entre otras emociones.

El contexto en que crece este fenómeno tiene que ver, por un lado, con un determinado sistema económico imperante, y por otro, con un cierto estado de desarrollo de la tecnología de la información. La velocidad, la inmediatez, y la capacidad de producir un gran impacto emotivo que dificulta una mirada crítica son armas de gran impacto en manos de los poderes económicos más concentrados.
En esta sociedad, donde los medios y las redes tienen un lugar protagónico en la creación de “una esfera pública emocional”, señala Arfuch, y en la que es cada vez más determinante el aporte de las neurobiologías (uno de los pilares de la propaganda neoliberal) se produce una ataque frontal contra lo discursivo, lo cognitivo y lo argumental.

Ilustración: Facundo Vitiello

“La cualidad crucial de los sentimientos es su inmediatez. Y esto también es lo que los hace potencialmente engañosos, engendrando reacciones exageradas y miedo. Políticos y empresas sin escrúpulos desde hace mucho tiempo vienen explotando nuestros instintos y emociones, para convencernos de creer o comprar cosas que, luego de una reflexión cuidadosa, no hubiéramos creído ni comprado”, señala el académico inglés William Davies en su libro de 2018 Nervous States: How Feeling Took Over the World (Estados nerviosos: Cómo las emociones se adueñaron de la sociedad).

“Informaciones objetivas sobre la economía, la sociedad, el cuerpo humano y la naturaleza ya no pueden ser exitosos aislados de las emociones”, señala Davies, quien aboga por una relación más serena y reflexiva sobre la información.

Para Davies, ciertos usos de los medios en tiempo real, disponibles a través de las tecnologías móviles, alejan la posibilidad del análisis crítico, “lo que significa que gastamos más de nuestro tiempo inmersos en una corriente de imágenes y sensaciones, con menos tiempo para reflexión o análisis desapasionado”. Pero la clave está, obviamente, no en la tecnología en sí, sino en el uso que se haga de ella, y en este sentido el estudioso inglés ofrece una propuesta: “Los sentimientos se apoderaron tanto de los mundos individuales como colectivos. La tarea política es lograr formas menos paranoicas de conectarnos entre nosotros”.

Tanto Arfuch como Davies aclaran que no se trata de separar la razón de la emoción, ni de dejar de valorar las emociones colectivas en política. El “giro afectivo” sólo se circunscribe a ciertas pasiones, y a cómo y para qué son utilizadas por los poderes fácticos.

Ilustración: Facundo Vitiello

En su libro Pedir lo imposible (2013), el filósofo esloveno Slavoj Žižek define claramente algunos de esos sentimientos y pasiones, en este caso recurriendo a un cuento popular: “Un mago le pregunta a un agricultor qué es lo que prefiere: recibir una vaca y que su vecino reciba dos o que una de sus vacas muera y su vecino pierda dos. Los eslovenos preferirían la segunda opción. Mejor es que yo sufra antes de que el vecino obtenga más. Esta lógica es decisiva cuando las cosas van mal, cuando hacer daño al otro es más importante incluso que tu propia felicidad. Gore Vidal demostraba este punto de manera sucinta: «Para mí no es suficiente ganar; el otro debe perder»”.

El filósofo esloveno, en su libro de 2009 Sobre la violencia. Seis estudios marginales, afirma, desde el psicoanálisis, que la envidia (y el resentimiento) no se generan a partir de la posesión del objeto que el otro tiene y yo deseo. Lo que el envidioso desea, en realidad, es la capacidad de goce que el otro tiene del objeto.

El rico sibarita, sentado a la mesa del coqueto restaurante, tiene ante sí el más exquisito caviar ruso regado con el champán francés más caro del mundo. Pero sus manjares les resultan sosos y sin gracia hasta que ve, a través de la ventana, cómo un niño busca comida entre la basura. Y entonces sí, solo entonces percibe y disfruta del sabor, el placer, la pertenencia.

Acaso la Argentina sea un ejemplo paradigmático en este sentido. El viejo odio a todo lo popular (y a la capacidad de goce festivo que forma parte de la cultura popular), es anterior a la existencia del Estado. Pero encontró su síntesis mayor, su expresión más clara, cruel y perdurable en el odio al peronismo.
Sobre este punto, es muy recomendable la nota de Sergio Wischñevsky publicada el 12 de julio en Página 12, titulada “Un odio histórico”, que empieza con el fusilamiento de Dorrego, e incluye el odio racista de Sarmiento y el exterminio de los pueblos originarios encabezado por Roca, entre otras muestras de odio.

“El peronismo fue objeto de estas prácticas hasta el paroxismo. La llegada de las multitudes populares a la Plaza de Mayo fue descripta como un aluvión zoológico y los participantes metonimizados como cabecitas negras. El caso de Eva Duarte es un capítulo central de la historia del odio en Argentina. Un odio que parecía inversamente proporcional al amor que le tenían las multitudes de trabajadores. Un odio del que no fueron objeto tremendos dictadores, ni asesinos seriales. Evita tocó una fibra, la insubordinación plebeya, que resultó imperdonable. «Viva el cáncer» escribieron en los muros cuando se enfermó, y cuando murió, los intelectuales más conspicuos perdieron todo pudor”, señala Wischñevsky.

El odio al otro, el resentimiento y las distintas formas de violencia que se difunden a través de los medios corporativos son apenas una parte de la gran batalla por el sentido común, la puja cultural entre distintas narrativas que intentan contar y explicar la realidad. En el fondo de esa disputa están, de un lado, el sentido de lo comunitario, la noción de sujeto como un ser no aislado sino integrado a un colectivo social, y una cierta manera de concebir el lugar del otro. Esta visión del mundo sufre los violentos embates del individualismo anti-social, ahistórico y antipolítico. Una subjetividad construida a imagen y semejanza del capitalismo en su etapa financiera. Las neurociencias, junto a ciertas formas de optimismo New Age, abonan este discurso, que se caracteriza por lo que la profesora estadounidense Laurent Berlant denominó “optimismo cruel”, título de su libro de 2011, Cruel Optimism. Según la filósofa, los mismos que te convencen de que “tú puedes” sin explicarte cómo, son los que van a trabajar expresamente para que no puedas, para quitarte derechos, someterte y humillarte, para regodeo de resentidos y odiadores.

Fuente: El Eslabón

El virus es el mensaje

El odio se expande por el mundo

 

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6 Lectores

  1. Miguel Tardewski

    21/07/2020 en 0:35

    Copio. «Un odio que parecía inversamente proporcional al amor que le tenían las multitudes de trabajadores». Pregunto: ¿Inversa o directamente proporcional?

    Responder

    • Miguel Tardewski

      21/07/2020 en 1:17

      Esperaba algo más de Bilsky, más compromiso, más honestidad intelectual. Otro que mantuvo un hipócrita silencio ante la desaparición y muerte de Luciano Arruga y de Luis Espinoza (ocurridas con presidencia y gobernación peronistas), pero no dudó en atribuir otra muerte a un presidente de otro partido.
      Tremenda hipocresía, otro rasgo muy peronista, junto a la falta de principios. Muy triste de ver cómo ha caído tan bajo el autor de esta nota.
      Cordiales saludos.

      Responder

  2. Miguel Tardewski

    21/07/2020 en 0:50

    Hace tiempo que estoy a la espera de una autocrítica del peronismo. El odio en el primer y segundo gobierno de Perón. La cárcel para opositores. La falsedad de Cooke al proponer abolir la ley de residencia y luego votar en contra por orden del general. El odio del 70 al 76. Los crímenes de un bando y de otro. Dejar a López Rega en un lugar dominante. La Triple A. Designar a María Estela Martínez como candidata a Vicepresidenta (los demás silencio sepulcral, por supuesto). El crimen de Ortega Peña y muchos etcéteras.

    Responder

  3. Miguel Tardewski

    21/07/2020 en 0:58

    Herminio Iglesias (!!!!) candidato a gobernador en 1983 y diputado nacional en 1985!.
    Menem ganando las internas del partido peronista en el 88.
    Todo el partido, falsos y botones incluidos, dando el triunfo en 1989.
    El partido peronista ganando legislativas en 91 y 93.
    Indultos (a odiadores y asesinos), privatizaciones, plan Brady, Afjp, subordinación a Usa, y mucho más antes de 1994.
    Y qué pasó en 1994?. Todo el aparato del partido peronista y sus votantes (o sea, el peronismo) aprueban, refrendan y le dan a Menem la reelección. En esa reforma constitucional estaban Cafiero, Néstor y Cristina.

    Responder

  4. Miguel Tardewski

    21/07/2020 en 1:09

    Después, por supuesto, casi todos: «yo no lo voté». Oscar Parilli votando a favor de la privatización de Ypf. Los K con lista sábana en 1995 junto a …. Menem !!!
    Pero los que odian son los otros. Más cerca en el tiempo, el diputado Larroque le gritó en el recinto «CALLATE ATORRANTA» a una diputada, pero por supuesto ningún peronista dijo nada. Ni siquiera la Presidenta. El odio siempre es de los otros. Meses atrás, circuló un video de una trabajadora del Concicet, Analía Coccolo, lleno de odio, pero qué casualidad, ningún peronista lo vio ni lo comentó.
    Hace muy poco Santiago Cafiero responde en Twitter con insultos y odio hacia un constitucionalista, y los alchuetes callan.
    El peronismo tiene poco relación con los principios, la verdad histórica y la coherencia.

    Responder

  5. Miguel Tardewski

    21/07/2020 en 1:29

    Aclaración: el comentario que empieza con «Esperaba …» debió quedar ubicado aquí y no como respuesta al primero. (No mencioné a Luis D’elía, Moyano y otros odiadores).

    Responder

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