El periodista Ariel Scher publicó un nuevo libro de relatos en el que vuelve a usar al fútbol como herramienta para hablar de afectos, cuestiones sociales, género y otras yerbas. “Escribo cuentos como práctica necesaria para mi vida”, sentencia.

Ariel nació en Capital pero se crió en Ciudadela. Es hincha de Racing desde que empezó a respirar y un apasionado del fútbol y del deporte en general. Periodista, escritor, docente y por sobre todas las cosas familiero y muy amigo de sus amigos. Con la llegada a Rosario de su último libro –El blues de la primera fecha– y ante el lanzamiento de una nueva edición del curso que dicta anualmente sobre Literatura y Deporte como excusas, El Eslabón charló con él en tiempos de pandemia y de gente de cartón en las tribunas de los estadios de fútbol.

Un nuevo blues

La obra que vio la luz a fines del año pasado y que este mes llegó a tierras rosarinas, “se fue haciendo sin que yo supiera que se estaba haciendo, como una cantidad de cosas que han ocurrido en la vida de tanta gente y también en la mía”, revela su autor, que reunió antiguos escritos con los más flamantes, y los hizo libro: “Seleccioné algunos cuentos del último año y medio, y otros perdidos en la memoria, no en la mía, que pierde casi todo, sino en la de otra gente que me las recordó”.

Ariel escribe casi a la par de lo que respira, porque “escribir cuentos es para mí como una práctica necesaria para mi vida, y una cantidad de esos cuentos tienen ligazón con el fútbol, o sobre el deporte, o son sobre otras cuestiones que encuentren al deporte como la manera de decir eso que tengo ganas de decir”.

El nombre del libro que ya recorre estantes y se luce en la vidriera de Paradoxa (Mendoza 923), es compartido con uno de los cuentos que lo integran. El también autor de Wing Izquierdo, el enamorado y Contar el juego admite sobre sus gustos musicales que “me gusta el blues, pero no podría decir que soy un experto”, y saca de la galera una anécdota que suena bien: “Me pasó una cosa en torno a ese cuento y a ese título que me arrimó al blues por una vía que no había sospechado: cuando salió el libro, al tiempito me llamó un músico, Juan Zuberman, y me dijo: «che, vi el título del libro y se me ocurrió un tema El blues de la primera fecha». Le dije que iba a poner el libro en circulación, e hicimos dos presentaciones antes de la pandemia, él vino a las dos y tocó. La gente aplaudía, marcaba el ritmo, lo aplaudía a él, que es muy talentoso. Así que lo que era un cuento empieza a ser otras cosas, y eso me encanta”.

Todo con afecto

Las páginas de El Blues de la primera fecha están plagadas de tías, maestras, abuelas. De mujeres futboleras, como la autora del prólogo (contratapa) Mónica Santino, ex jugadora, actual entrenadora, y referente máxima de La Nuestra Fútbol Femenino, una organización de la Villa 31 de Buenos Aires. “Algunos de esos cuentos –admite Scher– coinciden con el tiempo en el que nosotros vemos y aprendemos de las movilizaciones populares más visibles en torno de la mujer y cuestiones de género”. Pero aclara: “Algunos están construidos así hace muchísimos años, y que aparecieron fuera de los libros anteriores que yo hice. No sabría decir cuánto hay de peso de este tiempo de la historia en esa aparición”.

Y sobre la decisión de poner a jugar en el libro a su antigua alumna y militante feminista-futbolera, argumenta: “En el caso de Mónica, la conozco desde 1994: yo daba clases en Deportea y ella estudiaba ahí. Tenemos una relación entrañable desde entonces. Mónica escribe muy bien y me ha salvado de millones de circunstancias porque es entrenadora y yo no. Conoce y sabe una serie de cosas que yo no, y a partir de eso, un montón de veces me ha sacado de apuros periodísticos con sus aportes profesionales”. El profesor sostiene que ese encuentro dentro de su obra con ella “me pareció que era el desenlace casi lógico de ese vínculo que tenemos y vamos a seguir teniendo”. Y se ríe: “La he visto crecer, me ha visto envejecer, así que establecimos una síntesis de ese lazo en ese texto que ella escribió sobre esos cuentos”.

Y además de tías, maestras, abuelas, quienes no pueden faltar en sus textos son los afectos. “Están muy presentes”, acepta Ariel, y sigue: “Hay personajes que son o se parecen mucho a las personas que son en mi vida. Y hay otras que son ficción o construcción para los cuentos, que reúnen perfiles o trazos de gente que conocí dentro o fuera de mi universo familiar. Lo que sí, hay un campo que me importa mucho, como son los afectos”. Y también es habitual que haga uso de la pelota y los libros para reflejar ese sentimiento por los suyos: “El fútbol y la literatura son en mi vida dos escenarios esenciales de juego, y eso está muy ligado al mundo afectivo. También hay gente que quiero y nunca conocí: hay un texto –el único del libro que no es de fútbol, sino de boxeo– que es sobre Muhammad Alí, a quien no vi de cerca nunca, pero hay una serie de comportamientos de él que sacudieron mi mundo emocional en su momento, y aunque no sea un pariente, en alguna medida lo es”.

Tras admitir que borra y tira mucho de lo que escribe, Ariel aclara que “es un ejercicio que trato de ejercer, porque lo necesito, pero que lo tengo subordinado a otras cuestiones”, y argumenta: “Si puedo jugar con mis nietos, o si tengo que dar una clase, o si juega Racing, entonces, aunque escribir me dé alta vitalidad, en esos ratos no escribo. Hay un cuento que en algún sentido explica qué cosa nos resultan prioritarias en la vida (se llama El Barça y el mar)”.

En cuanto al aprendizaje, Scher señala que “los jugadores y las jugadoras que me vinculan con el fútbol, no todos y todas están arriba del césped, sino en un césped más grande que es la existencia y la condición de estar jugando arriba de la existencia”, y añade: “A mí la literatura me aproxima a un montón de mundos, de personajes, y entre esas cosas al fútbol. Es un lazo que tengo incorporado. Me ha ayudado mucho a pensar el fútbol escucharlo hablar a Diego Milito y a Ricardo Bochini, pero también mejora mi comprensión del fútbol cuando un escritor, no necesariamente futbolero, necesita apelar al fútbol para contar algo. Todo el tiempo me gusta la literatura y todo el tiempo me gusta el fútbol. Esa relación es obligatoria”.

Botines sí, libros también

En el curso de literatura y deportes que lanza –a distancia (para el interior) y presenciales cuando se podía– cada año la escuela de estudios terciarios sobre periodismo, Tea y Deportea, Ariel Scher hace jugar a la pelota a Borges y Bioy Casares, esquivar cross a Cortázar y Castillo, y a tantos otros, además de los consagrados Fontanarrosa, Soriano, Sacheri, Sasturain.

En estas clases –a las que pueden inscribirse o consultar escribiendo a deporteyliteratura@gmail.com– el autor de Deportivo Saer y Todo mientras Diego prefiere correrse del rol de profesor porque “me gusta pensar que uno es parte del curso, más que darlo o recibirlo entre los que lo hacemos”. E invita: “Es una oportunidad, como todas las actividades pedagógicas y pensantes de la existencia, para sacarse de encima prejuicios. Con la literatura a veces pasa, a diferencia de otros campos de la cultura (y cuando digo cultura digo pintar paredes, vender en la feria, descubrir vacunas o cantar la ópera, todo lo que producimos las personas), que a uno le da culpa no haber leído a Borges, al Gordo Soriano, a Juana Manuela Gorriti, y nos decimos «qué animal que soy». Y el primer requisito es liberarse de ese prejuicio sobre uno y sobre los libros. Vamos descubriendo lo que vamos descubriendo cuando la vida nos da la posibilidad. El grueso de la gente con la que he compartido cursos lee hoy mucho más, mucho mejor que yo, y me recomienda qué leer”.

El también escritor en Fútbol, pasión de multitudes y de élites (con Héctor Palomino), La patria deportista, Fútbol en el Bar de los Sábados, La pasión según Valdano (con Jorge Valdano), y Deporte Nacional. 200 años de historia (con Guillermo Blanco y Jorge Búsico), aclara que el plantel de cursantes es variado: “Los hacen y lo han hecho futbolistas y deportistas en general, como también médicos, profesores de matemáticas, entrenadores, gente que se dedica a las letras o al periodismo. La experiencia de organizar cursos me permite aprender”.

Y en cuanto a la modalidad del taller, indica: “Elegimos un programa como recorrido posible, pero eso puede terminar siendo otro. Estamos mucho rato dando vueltas en torno de Borges, por ejemplo, aunque Borges se perdió de disfrutar de las atmósferas de un córner. Pero Borges siempre te ayuda a que la vida incorpore dimensiones que no sabías que tenías”.

Los de afuera son de cartón

Ariel Scher padece, como todo amante del más lindo y popular de los deportes, la falta del fútbol que conocimos antes de que la pandemia cierre los estadios y pare la pelota. En el mientras tanto, el escritor cuenta que “traté de estar en lo específico, en contacto con mis mejores recuerdos del fútbol y no los más lindos necesariamente, sino con cosas que vi en otro tiempo y me estimularon a tener el vínculo que tengo con el fútbol”.

Si bien es cierto que la redonda ya rueda en otras geografías, a los ojos de este ruliento cronista hay formatos que le “generan una sensación incómoda”. Y explica: “Lo que me cuesta mucho mirar por televisión no son tanto los partidos con los estadios vacíos, sino ese escenario en el que la gente no es gente, en el que la gente es de cartón y no es de gente”.

Por eso, para Scher el fútbol es más de lo que pasan por la pantalla de TV o el que se juega en el verde césped: “Traté de leer muchas cosas sobre fútbol, de hablar con gente que comparte la pasión por el fútbol, y traté de entender que esto es difícil no solo con el fútbol, que tener algo suspendido no es tener algo terminado. Yo he tenido paciencia para no ver a mi papá y a mi mamá, o a mis nietos”.

Fuente: El Eslabón

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