Yo no sé, no. Cuando éramos muy pibes, al no permitirnos la calle a la hora de la siesta, ganábamos el patio. Compartido con varias familias, era el SUM (Salón de Usos Múltiples) a cielo abierto de la época. Con casi 7 años, las veredas y parte del empedrado habían sido conquistados, pero la meta era conquistar la calle. Por entonces, aunque el General estaba proscripto, muchos disfrutaban de las conquistas sociales del primer Peronismo.
Estando ya en el sur de la ciudad, la conquista de un espacio nuevo era frecuente y como casi todo era seguro para los pibes, el desafío era encontrar algo distinto. Y si estaba prohibido, mejor.
En el parquecito, creo que era El Polo Park, el que en el bote conquistaba las alturas parado (cosa que estaba prohibido), seguro conquistaba las miradas de las pibas. Cuando íbamos a remar al laguito, la conquista de la isla estaba en nuestros planes. Pedro me cuenta que en verano iba los viernes a la playita de Central (hoy Caribe Canaya) y la idea era que, con Roberto Carlos sonando en aire, el iba a ir a la conquista de una que tenía rasgos de china o japonesa. Y pensaba que si se le daba, era como conquistar todo Oriente. Era el verano del 71/72 y en las calles, las fábricas, con los estudiantes y los obreros, la resistencia a esa dictadura era cada vez mayor. La idea de reconquistar la patria se agigantaba. En el 73, con un gobierno popular, esa reconquista se ponía en marcha.
En estos días, en los que entre otras cosas se conmemora la Reconquista de Buenos Aires, qué bueno sería que intentemos nuevamente la reconquista de esa ciudad puerto tan infectada de colonialismo unitario miserable. La cuestión, me dice Pedro, será empezar desde la periferia al centro, desde las provincias a la capital.
Mientras miramos el esfuerzo de un pibito con la azul y blanca puesta, que con el último suspiro reconquista la pelo para que no se le vaya a un zanjón, Pedro me dice: Hay que cuidar la vida por todos, y por ellos, que pronto sabrán que el querer reconquistar la patria con todos nuestros derechos, es un sentimiento casi inigualable.
Fuente: El Eslabón