El feeling que el gobierno argentino y el Fondo Monetario Internacional exteriorizaron durante la negociación casi concluida del país con bonistas privados por la deuda externa va quedando atrás. Se avecina una discusión compleja en torno al mega préstamo que el FMI le concedió a Cambiemos, donde volverán a quedar expuestos los posicionamientos y las presiones del capital concentrado, de los medios de desinformación hegemónicos y la oposición política endeudadora.

El FMI respaldó de manera explícita la postura argentina de hacer sostenible la deuda externa, aceptando de alguna manera que el préstamo concedido era/es impagable. El Fondo, en el fondo no es bueno ni lo mueve un espíritu filántropo-humanitario. El respaldo del organismo a la Argentina en la negociación con BlackRock & company, los buenos modales de la actual directora del ente monetarista, Kristalina Georgieva, y sus elogios a la estrategia de Guzmán, se parecieron más a un lobby para que finalmente Argentina presente su plan de pago al FMI.

Tras el principio de acuerdo con grandes fondos de inversión, entendimiento más elogiado que criticado, y de cara al toma y daca que se viene con el Fondo, se reavivó hacia el interior de la fuerza gobernante el histórico debate sobre la investigación de la deuda externa: rojo financiero que volvió a pegar un salto astronómico en la Argentina macrista, como sello distintivo del paso del neoliberalismo, concretando así el tercer gran ciclo de endeudamiento de los últimos cincuenta años, después de la dictadura de Videla y el trío Menem-Cavallo-De la Rúa.

“El principio de acuerdo sobre la reestructuración de la deuda bajo ley extranjera que anunció el gobierno es un buen paso para la resolución de la pesada herencia que dejó Cambiemos. Básicamente, una economía en bancarrota, con una carga insostenible de endeudamiento externo que en los hechos ya había llevado a un nuevo episodio de cesación de pagos durante el gobierno anterior. En un breve lapso de tiempo se arribó a un acuerdo relevante y de suma importancia en el crítico contexto actual”, analizó Pablo Manzanelli, coordinador del centro Cifra, dependiente de la CTA. Y acotó: “Es una batalla de singular importancia si se tiene en cuenta que del otro lado del mostrador están los peces gordos de la timba internacional”.

De todos modos, se indicó en el informe de Cifra, “esto no quiere decir que el problema esté resuelto si se ratifica el canje (y se extiende a la deuda bajo legislación local) ya que nada hace prever que la negociación con el FMI sea simple y esté exenta de condicionalidades significativas que afecten a la clase trabajadora e incluso el crecimiento económico”.

¿De qué te reís?, Efemeí

El Frente de Todos llegó a la Casa Rosada con duras críticas al proceso de feroz endeudamiento protagonizado por el macrismo, aunque nunca se planteó el no pago de la deuda, ni antes ni después de la pandemia. Sí, en campaña electoral, Alberto y Cristina apuntaron a la responsabilidad del Fondo en la catástrofe que heredó de Cambiemos el actual gobierno, reconocida hasta por el propio Fondo, situación que se agravó por los efectos no deseados de la cuarentena, único mecanismo de defensa sanitaria -hasta que esté la vacuna- para enfrentar la pandemia que convulsiona al mundo.

En los últimos días, el FdT volvió a tirar de la soga, como para calentar la cinchada. El ministro de Economía Martín Guzmán, en declaraciones a la prensa, recordó que el del FMI se trató de un “crédito político” en apoyo a Cambiemos, y que encima esos dólares se fugaron del país. En este sentido, la vicepresidenta Cristina Kirchner señaló que el préstamo más grande otorgado en la historia del FMI violó su propia acta constitutiva, donde prohíbe utilizar los recursos prestados para enfrentar una salida de capitales (dólares que se fugan del sistema financiero).

Sin abandonar la cordura que lo caracteriza, el presidente Alberto Fernández dijo que no aceptará condiciones del Fondo para acceder a una reestructuración de la deuda. Por su lado, la vicejefa de Gabinete Cecilia Todesca sostuvo que “Argentina no tiene los dólares para pagarle al Fondo” y que “hay que negociar”. La funcionaria declaró: “Nos vamos a sentar a una mesa con nuestras herramientas, que probablemente difieran de las del Fondo Monetario”.

La negociación con el Fondo abre, al mismo tiempo, la posibilidad de avanzar en una investigación más profunda sobre lo que pasó con la deuda. Una cosa no quita la otra. Al compás de las tratativas con bonistas privados, el Congreso sancionó la ley de Sostenibilidad de la Deuda, también se conformó una Bicameral para seguir e investigar el tema. En tanto, el Banco Central realizó un informe donde se analizó la toma de deuda entre 2015 y 2019, aunque tuvo poca divulgación.

Relanzar las investigaciones sobre la deuda externa en busca de, al menos, un efecto político, insistir en las irregularidades del préstamo del FMI, en las consecuencias de “enamorarse de Lagarde” y entregarse a los brazos del organismo crediticio, los malos resultados sociales y económicos que traen sus recetas bomba, puede servir para rechazar cualquier repetición del menú ajustador, lograr una mejor negociación con una quita importante en el monto adeudado y hasta ayudar a espantar la siempre latente posibilidad de volver a tropezar con la misma piedra.

El virus y la deuda

El staff técnico del FMI publicó días atrás un paper donde criticó sin hacer autocrítica el “excesivo optimismo” con el que pecan algunos países al transitar el camino del endeudamiento y sus consiguientes “daños económicos”. El organismo puso como ejemplo al gobierno de Macri, al que el mismo Fondo, bajo la gestión de Christine Lagarde, le aprobó un préstamo récord de 57 mil millones de dólares en un trámite exprés y sin pasar por el Congreso, de los cuales se utilizaron 44 mil millones para estirar la agonía y terminar de hundir al país en una profunda recesión.

El kirchnerismo, tras el pago de 9.000 millones de dólares en 2006 al Fondo, protagonizó un ciclo de desendeudamiento inédito. A contramano, el macrismo, en tan solo cuatro años, acrecentó la deuda externa en cien mil millones de dólares. El FMI es corresponsable de lo que la historia popular recordará como macrisis. Todo terminó con un país súper endeudado, y eso no se tradujo en estabilidad económica ni en hospitales ni escuelas.

La administración Cambiemos inició un proceso de desregulación y ajuste en áreas sensibles, como salud, educación y ciencia, que se vinculó a la nueva fase de valorización financiera de endeudamiento y fuga. Los voceros locales del FMI otra vez empiezan a pedir reformas que terminan por empeorar la vida de la población. Instalan un run run sobre posibles cambios en el plano laboral y jubilatorio, un modelo zombie siempre agazapado.

Además de fortalecer el sistema sanitario, el gobierno del Frente de Todos enfrenta la pandemia de covid-19 con una batería de medidas económicas, destinadas a amortiguar el golpe que acusa la actividad productiva y los ingresos de la población. Son medidas expansivas que hasta el FMI avala aunque contradigan el ABC del ajuste.

 

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